jueves. 25.04.2024

Perversos o ignorantes

El proceso de resolución de la crisis migratoria que afecta a miles de refugiados que intentan tener una posibilidad de vida digna en Europa produce desprecio y reprobación moral.

El proceso de resolución de la crisis migratoria que afecta a miles de refugiados que intentan tener una posibilidad de vida digna en Europa produce desprecio y reprobación moral en primer lugar. Quienes han diseñado, siquiera pensado, que azuzar a grupos de personas debilitadas y sin recursos era una forma de abordar el problema, no pueden ser calificados sino de perversos. Gente sin corazón, sin alma. Quienes colaboran aceptando el trato inhumano a mujeres, niños y hombres desprovistos de cualquier asidero son igualmente perversos y quienes refuerzan con su voto en instituciones la firma de acuerdos denigrantes son tan perversos como el resto de los violadores del derecho y la piedad.

Pero no son sólo perversos e indignos de compartir con el resto de la humanidad la condición de seres humanos. Son además ignorantes y por ello tanto o más peligrosos que en su condición de personas depravadas. Su falta de empatía ciega la razón que sin alardes  encuentra que el problema de las migraciones es reversible y, sin negar dificultades objetivas de gestión en la incorporación de nuevos ciudadanos a una nueva realidad, en su reversión hay un pozo de alegrías y soluciones mutuamente beneficiosas.

Su egoísmo de cortas miras les impide ver que los refugiados y los inmigrantes económicos son parte de la solución al problema estructural de Europa, un continente envejecido, en ciclo de despoblación con desequilibrios territoriales y sin energía para avanzar al compás de la historia. Su ceguera y el recurso al autoengaño al que todo ser humano debe acudir para convivir con ese grado de maldad, les impide ver con la claridad necesaria que el problema de Europa no es el euro y los ataques de los mercados, ni la disfuncionalidad de un sector financiero irresponsable, ni siquiera el de la corrupción de las instituciones. Estos son síntomas del verdadero problema: pérdida de vigor.

El BCE y su presidente intentan intervenir en el proceso de decadencia con su juego de niños revestido de solemnidad económica y baja y baja el precio del dinero. Nadar para morir en la orilla. La lluvia de dinero sobre el océano del dinero existente resguardado en cajas fuertes y paraísos fiscales no va a provocar la sacudida energética que requiere refundar un modelo de vida que ha perdido sus referencias. Tal objetivo solo puede lograrse acudiendo a las herramientas más poderosas de cuantas dispone el ser humano: La compasión y la emoción compartida de luchar por construir un mundo mejor.  

Pero el perverso en su ignorancia sólo comprende el mundo y la vida como un juego de suma cero en el que si alguien gana, otro pierde. Curiosamente siempre se ve a sí mismo como ese potencial perdedor ¿por qué será? Es ignorante por perverso. Su miedo irracional le impide aceptar una solución y una alternativa beneficiosa para todos.

El recurso más importante y el elemento de mayor potencia de creación de riqueza y esperanza son las personas. Draghi y cientos de estudiosos de la deseconomía y el estancamiento estructural de Europa apelan a la elaboración de una política fiscal global para la UE que la saque de su letargo. Traducido esto no es sino una llamada a recuperar objetivos sociales en los que esforzarnos de manera conjunta, con dinero pero sobre todo con la convicción y la confianza de que de ello obtendremos, si no un mundo mejor, al menos el mejor de cuantos conocemos.

Pero ¿cuáles son los objetivos, las propuestas y las actividades que deberían abordar las políticas fiscales integradas de Europa que permitirían renovar el espíritu de avanzado social que ha liderado el siglo XX? Sin duda aquéllas que tienen que ver con la incorporación de un buen grupo de personas valiosas en sí mismas, pero además armadas con los deseos de vivir una vida mejor en un contexto de paz y reconocimiento. Justo lo que Europa necesita. Sangre nueva y energía para conquistar un futuro mejor. Invertir en infraestructuras como se solicita desde las instituciones financieras tiene cierto valor, pero invertir en las personas, mucho más.

A ello se deberían orientar las reformas estructurales y las políticas fiscales integradas de las que ya nadie duda de verdad requiere Europa. Invierte en personas, promueve su dignidad y obtendrás su compromiso como retorno. No es utopía, Alemania lo hizo en su integración del Este y no parece que les haya ido mal.  El plan Junker prometió recursos  para estimular el crecimiento en Europa, pero parece que no encuentra el objetivo sobre el que aplicarlos. Dos y dos son cuatro, utilicemos el dinero para integrar a los inmigrantes. Las instituciones y las actividades necesarias en forma de guarderías, escuelas, centros de salud, agencias de promoción del empleo, centros de integración cultural, etc. son base de la economía de hoy y trampolín de futuro. Y no son deslocalizables.

Perversos o ignorantes