viernes. 19.04.2024

¡Nuevas elecciones! Cómo mola

Me siento agradecido por tener una segunda oportunidad que quizás habría que generalizar con segundas vueltas. 

Pues sí, estoy encantado con que haya una repetición de elecciones porque ello supone que va a haber una nueva sesión deliberativa, una nueva oportunidad para repensar, mascullar, dar vueltas y acabar de resolver algunos problemas que yo creo que no fueron bien resueltos en la convocatoria anterior. Así es que, aunque reconozco que la repetición del proceso contiene algunos inconvenientes, estoy encantado de tener una segunda oportunidad y creo no ser el único. 

Es que las elecciones del 20D fueron un poco precipitadas, que conste que no estoy de coña, lo digo con entera convicción. Se produjeron en un momento en el que las cosas hervían, pero aún no estaba cocinado un guiso que ahora ya parece a punto, ahora se puede servir y graves problemáticas políticas ya pueden ser digeridas de manera nutritiva para el cuerpo electoral.

La primera de ellas es la cuestión de las nacionalidades, de su reconocimiento y de los procesos que deben ponerse en marcha para integrar las voluntades periféricas en una apuesta común. Resulta sorprendente, pero esta cuestión, la de España se rompe, en tan solo cuatro meses ha perdido sus poderes demiúrgicos, ha dejado de asustar a las gentes, se ha convertido en algo que todo el mundo (excepto Susana Díaz) considera como una necesidad, algo que hay que abordar y no esconder, un acicate del activismo político. La  inquebrantable unidad nacional ha dejado de ser la  la tiza con la que se señalaban las líneas rojas para convertirse en la tinta con la que se redactan los compromisos de las fuerzas sociales que conviven en el conjunto del estado.  

Y esto no estaba tan claro en el mes de diciembre. No hay nada como exponer y dar transparencia para valorar y reflexionar al margen del calor y la mistificación que domina el discurso partidista desatado en campaña. Quien crea que va a ganar terreno, siquiera a fortalecer su posición a partir del discurso catastrofista y/o de la descalificación, se engaña. Como se engaña quien recurre obsesivamente al pasado de ETA para legitimarse. Idea obsoleta, ya no vende. La ciudadanía sabe que la fuente del dolor, como la del riesgo de ruptura social, no viene de Euskadi ni de Cataluña, está más bien en Panamá, Delaware o las Seychelles.  

Otro elemento importante que afecta directamente a la decisión del voto, y que me parece que aún estaba verde en los comicios anteriores, es la cuestión de la eficacia o la solvencia técnica de la administración que estaban ejerciendo nuevas formaciones políticas que para el mes de Diciembre aún no habían casi ni leído los manuales de procedimiento administrativo. No nos engañemos, a muchos ciudadanos les costaba integrar la imagen de que una persona poco convencional, hasta con rastas, pudiese desempeñar con garantía las labores de conducción diaria de la responsabilidad que conlleva el ser elegido por los ciudadanos como su representante y el ejecutor de su mandato. Pero, mal que bien, la capacidad y actitud de los nuevos gestores, allá donde se ha producido relevo, lejos de generar caos o disfunciones, evoluciona razonablemente bien, sin estridencias y con notable y burocrática paciencia. El caos prometido y la irresponsabilidad anunciada por los expertos de toda la vida que obligaba a establecer cinturones sanitarios en torno a determinadas fuerzas políticas se desvanece.  Si hubo, que lo hubo, momentos de incertidumbre y de duda sobre esas capacidades de tanta utilidad para la conducción de lo cotidiano, en Junio ya no va resultar factor determinante. Los gestores de la izquierda con voluntad transformadora están actuando con un grado de racionalidad que ha expulsado la idea tóxica de que quienes apuestan por la transformación son un grupo de utópicos dominados por la pasión pero incapaces, inexpertos y condenados a no dominar su trabajo nunca.

Así es que sí, insisto en que me siento agradecido por tener una segunda oportunidad que quizás habría que generalizar con segundas vueltas o cualquier otro mecanismo que amplíe el evento democrático y lo extraiga de una rutina estéril, que por tal algunos quieren acortar. Quiero votar,  quiero participar y decidir y cuantas más oportunidades tenga, tanto mejor. A quien me vuelva a decir que los partidos han fracaso por haber sido incapaces de gestionar el mandato salido de los votos, voy a tener que recordarle que muchas segundas partes sí fueron buenas y que si la historia primero se expresa como tragedia y se repite como farsa le diría que ¡vivan los titiriteros! eternos farsantes.  

¡Nuevas elecciones! Cómo mola