jueves. 28.03.2024

Nepotes, excluyentes y finalmente corruptores

Casi toda la administración está animada por un cierto aliento clientelar que lleva a actitudes nepóticas de favorecer a los amigos.

Esta es la secuencia de conducta que han seguido legiones de políticos en nuestro país. Como a tantos les gusta decir, estos envilecidos servidores están en uno y otro de los bandos tradicionales de la política general. De acuerdo en primera instancia con esta ubicuidad perversa en uno y otro lado, pero con matices. Por razones de mi labor profesional, he colaborado a lo largo del tiempo con distintas áreas de la administración central, autonómica y local. Y para ser justo y veraz he de decir que sí, que es cierto, que casi toda la administración está animada por un cierto aliento clientelar que lleva a actitudes nepóticas de favorecer a los amigos.

Pero una cosa es favorecer a los próximos, a los “amigos” y otra es excluir a aquéllos que no lo son. Parece un matiz inapreciable, y en puridad ética una nimiedad que no altera la iniquidad del acto nepótico. También de acuerdo, pero en el orden consuetudinario, el que tiene que ver con la secuencia y la realización de los actos de cada día este matiz sí tiene una importancia grande. Tan importante que un partido como el PP, amigo de sus amigos como todos, pasó del ejercicio nepótico a la vieja usanza a la corrupción generalizada, criminal en muchos casos, y desde luego culposa apreciada desde la óptica legal, civil y moral.

Desde la primera legislatura de Aznar, quienes prestamos servicios a la administración comenzamos a apreciar que el trato de favor a algunas empresas en detrimento de otras se estaba convirtiendo en un actividad excluyente. Sin contacto en Génova, comenzaba a resultar poco probable el obtener ningún tipo de concurso público para la realización, si quiera de tareas subordinadas. Esta actitud excluyente, solo para los de la casa, provocó el cierre de algunas empresas y la deriva de otras que optaron por formar parte del grupo de los amigos o elegidos. Era una condición de supervivencia.  Saben de lo que hablo quienes tuvieron relaciones por razones de licitadores de concursos públicos por ejemplo con el ministerio de Fomento en las manos de Álvarez Cascos. También los saben algunos funcionarios cuyo nivel les permitía intuir el tejemaneje indemostrable que el “equipo de prensa” del ministro se traía.

Pasar de la fase de apoyo a los amigos a la fase de sólo a los amigos es un pequeño paso para un gestor pero un gran paso hacia el derrumbe del modelo. Cuando las empresas prestatarias de servicios se convencieron de que solo siendo amigos recibirían los encargos propios de su función, éstas optaron por convertirse en amigas. Qué digo amigas, las más amigas del mundo, uña y carne, aquí me tienes para lo que haga falta ¿Y cómo se puede ser muy amigo de alguien? Mostrando el inmenso interés que despierta en nosotros, tanto que los regalos y los presentes habituales se quedan pequeños, hace falta algo más, algo que realmente permita mostrar nuestro amor por el amigo, la cuenta en Suiza, en la que cabe prácticamente todo el cariño que se pueda sentir por alguien.

Ese maldito camino que va del nepotismo a lo excluyente y de ahí a la corrupción generalizada ha pasado de ser un fenómeno coyuntural a situarse en el centro de la actividad administradora y se cobra varias víctimas. Las primeras, las inocentes, los ciudadanos que de manera inconsciente y sin responsabilidad han soportado gobiernos  de todo tipo que decían A pero actuaban en B. Lo cual imposibilita el rendimiento de cuentas con el que la ciudadanía podría haber puesto coto a los desmanes. De las administraciones envilecidas no diré que fueran víctimas inocentes, pero sí que han sufrido una desmembración articular muy dañina, pues casi todos los procedimientos destinados a la justicia, la equidad y la libre competencia con la que se minora el esfuerzo fiscal necesario para cubrir todas las responsabilidades ha sufrido un desbarre difícil de recomponer. En cualquier caso, las nuevas administraciones y los tribunales tienen tarea por delante; que sean ellos quienes definan el grado de victimización sufrido y sentenciado el grado de daño producido por los responsables. (Ya veremos).

Hay un tercer grupo de víctimas que no quiero dejar de señalar aunque resulte impopular. Las empresas. Si, sé que su papel ha sido algo más que ambiguo y que no resulta fácil exculpar, ni lo pretendo. Hablo de víctima genérica o daño agregado. Me explico tomando el caso Rato y la presunta participación de dos grandes empresas de publicidad en su corrupción sin límite. Me consta, porque trabajamos en un comité conjunto por la dignificación de las actividades publicitarias, que estas empresas han sido muy combativas en el terreno del fair play, en la búsqueda de mecanismos y procedimientos transparentes en la licitación pública. Pero la realidad se impone. Tienen un nómina de cientos de personas y los contratos no llegan, hasta que descubres que están atorados en las inmediaciones de Génova ¿Qué hacer, cerrar o competir? En el espíritu de la empresa está el competir, si hay que ser amiguito de alguien, yo puedo serlo más que nadie. Y así el viento se llevó los esfuerzos (quizás menos de los necesarios) para imponer la conducta adecuada en las relaciones entre la administración y las empresas prestatarias de servicios o proveedores de bienes necesarios para la colectividad.

Desde luego que muchas empresas son responsables directas por haber corrompido al gestor de lo público, pero ha sido una práctica generalizada y creciente que éste genere el espacio para la corrupción mediante la aplicación de sistemas (encubiertos) de exclusión en la contratación pública.

Nepotes, excluyentes y finalmente corruptores