viernes. 29.03.2024

La ciencia es la que cuenta

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La ciencia es lo que cuenta es una afirmación que, en este tecnologizado mundo, todos compartimos, básicamente porque no compromete a nada. Quién iría en contra de esta intuitiva afirmación. Nadie, seguro, ya digo que con aceptar que el entender común no puede andar equivocado, listo. Visto así, la ciencia es importante pues, y a otra cosa.

Pero amigos, de lo que hablamos es de algo mucho mas sesudo de lo que dice esta relajada aceptación, veamos. En estos tiempos de rabiosa acumulación de datos y conocimientos, la ciencia es lo que cuenta no es una sentencia precisa, la ciencia es la que cuenta en cambio sí, un leve retoque en el uso de la partícula relativa y aparece la luz, la ciencia realmente es la que cuenta porque puede ayudarnos a contar, a organizar y comprender el lenguaje de los datos masivos. Que la ciencia sea lo que cuenta, es solo un cuento.

Lo que hace diferente nuestro tiempo de otros anteriores, respecto del proceso constitutivo del saber y del conocimiento, es que éste comienza a verse habilitado por la existencia de millones de datos sobre los que puede construirse un discurso veraz, fiable, por encima y dejando de lado las interpretaciones y sofismas que nos han acompañado a lo largo de la historia. El espíritu de los tiempos, el zeigeist de la filosofía alemana, se ha ido conformando teniendo en cuenta acontecimientos y datos que, incompletos, requerían de explicaciones envolventes que en su empeño por la logicidad han arrastrado el vicio de la inexactitud y a veces de la tendenciosidad, ideológica, religiosa o política. Los datos venían a corroborar lo ya dicho, lo prefijado de algún modo por un poder interpretativo que, de ese modo, se asegura además contra las contraindicaciones.

Pero esto cambia, no por que la inexactitud y la tergiversación vayan a desaparecer de nuestros hábitos, sino porque va resultar más complicado el artificio ante la evidencia y masividad de los datos. Y aquí entra en danza la ciencia, la gran recolectora de datos, evidencias y hallazgos a los que, aplicando unas cuantas reglas lógicas (“leyes”) hacen hablar por sí mismos, sin mediación interpretativa ni dogma facultativo. La ciencia expone, correlaciona y entrega resultados. La ciencia se encarga del conteo de los hechos nuevos y del significado que adquieren los viejos datos ante sus nuevas relaciones de proximidad con datos antes desconocidos. La ciencia es la que lo cuenta.

La ciencia cuenta lo que ve y lo que mide, no lo que intuye ni lo que fabula y, en tiempos como los que nos ha tocado vivir, esto es una factor crítico, definitivo

La ciencia cuenta lo que ve y lo que mide, no lo que intuye ni lo que fabula y, en tiempos como los que nos ha tocado vivir, esto es una factor crítico, definitivo. No importa lo que digas, no importa lo que sientas, los datos están aquí para negarte o para afirmarte, la posición entre ellos no la fija ni el color de la piel, ni el género del sexo, ni el lugar de nacimiento, ni el dinero y las propiedades que te acompañen. La ciencia cuenta lo que encuentra en tu entorno y establece la correlación entre unos y otros acontecimientos.

¿Es que nada se le oculta a la ciencia? En absoluto, lo que ocurre es que los datos crecen en su emergencia y las posibilidades de reconocerlos y tratarlos de forma organizada se disparan permitiendo realizar retratos vívidos de nuestro mundo  a la sombra de nuevas potencialidades tecnológicas. Y aquí llegamos a una estación con parada y reflexión. Las nuevas tecnologías aportan más y más potencial para aplicar ciencia porque permiten reconocer más hechos, acumular, tratar y exponer más información, pero ¿qué es más importante, la tecnología que produce datos o la ciencia que los recoge, trata y correlaciona? ¿Es más importante que la tecnología 5G sea china o no lo sea, o que la ciencia sea capaz de tratar los perfiles de la información fidedigna que los datos emiten?

Se pueden hacer otras preguntas, pero estas dos enmarcan lo que parece una auténtica reflexión sobre política científica e innovación social. España, como otros países europeos se ve forzada a vetar el uso de la tecnología de vanguardia china por presiones de la desbancada industria tecnológica de los USA. Para legitimar su torcimiento del brazo arguyen irrisorias amenazas a la seguridad internacional que solo garantizarían sus más costosos equipamientos. Todo esto es sabido y resulta hasta ridículo el comentarlo, pero pone el balón botando para abordar la auténtica cuestión de fondo: la importancia de recolectar datos y acostumbrarse a desarrollar las propuestas vitales y políticas en torno a ellos, para de este modo liberarse de  interpretaciones ilusorias, segadas o abiertamente falsas. Y para ello solo hay un camino, fortalecer al lector de los datos, a la ciencia. La ciencia es la que cuenta, no la que relata ni la que induce o anima, es la que cuenta: 1,2,3,4,5,6,…

Por lo demás, los medios de obtener los datos es cuestión derivada. Lo decía el gran líder chino Den Xiaoping: qué importa que el gato sea blanco o negro, importa que cace ratones. Y Felipe González lo copió, para que luego acusen a los asiáticos de no respetar el derecho de propiedad intelectual. 

La ciencia es la que cuenta