jueves. 28.03.2024

Inmigración y valores republicanos

inmigrante

La inmigración es una oportunidad para perfeccionar las instituciones republicanas: derechos civiles, escuela y salud. Es, desde luego, un fenómeno que atrae complicaciones, negarlo es incapacitarse para entenderlo y actuar con honestidad. La llegada de personas con identidades sociales y culturales de muy distinto origen al de aquellas que las reciben genera fricciones entre las posiciones y expectativas de unos y de otros. Lo cual no quiere decir que esta situación deba, necesariamente, degenerar en conflicto. Lo que es seguro es que si no se hace nada sensato ocurrirá, el conflicto acabará por extenderse por el desentendimiento recíproco y por las soflamas interesadas de los grupos  tradicionalistas anti migratorios.

Mi impresión es que sólo abundando en la aplicación rigurosa de los valores republicanos pueden llevarse a cabo los procesos de integración que facilitarían el entendimiento y provecho mutuo entre las poblaciones locales y las migradas. Los valores republicanos, para abreviar igualdad, justicia y solidaridad, nacen en un contexto de asimetrías sociales similar al que provocan las migraciones actuales. Las clases burguesas, trabajadoras, intelectuales y parte sustancial de la aristocracia del XIX tienen in mente un proyecto social que debe acoger a gentes de distinto origen con sueños propios. Para ordenar ese complicado mundo naciente, la democracia republicana desarrolla un entramado institucional amplio que acota las responsabilidades de los individuos y fija los objetivos del estado en unas y otras áreas de acción. Nacen instituciones políticas democráticas que encauzan la participación ciudadana del municipio al parlamento. La educación alcanza el estatuto de espíritu del pueblo. La salud comienza a ser tenida por una cuestión colectiva y no del sujeto en exclusiva. A la cultura se le asignan objetivos relacionados con la sofisticación de las formas de civilidad, incluido el entretenimiento pedagógico. La familia y dentro de ella sobre todo la prole, se convierte en elemento axial, pues en su bienestar y desarrollo se encuentra la promesa de futuro de las instituciones republicanas: igualdad creciente, justicia reparadora y solidaridad holística.

En unos lugares más (América) en otros menos (Europa), con contratiempos de todo tipo, las instituciones republicanas facilitan la construcción del mundo moderno que llega a un estado de calma tal que le permite a algunos pensadores proclamar que en el siglo XX la historia ha terminado. En realidad querían decir que las convulsiones políticas habrían terminado, pero otras han seguido agitando el mundo y creando espacios nuevos para el decurso de la misma.

Los fenómenos migratorios son uno de ellos. Y por las similitudes que presentan respecto del inicio histórico de las instituciones republicanas es por lo que creo que en ellas, en sus valores primitivos, se encuentran las soluciones a las complejidades que los movimientos migratorios ponen en el primer plano de nuestra actualidad.  

Abrazando los valores republicanos de hermandad y de igualdad, ningún hombre o mujer debe ser tenido por extranjero y perseguido u olvidado por su condición de aspirante a una nueva sociedad

Abrazando los valores republicanos de hermandad y de igualdad, ningún hombre o mujer debe ser tenido por extranjero y perseguido u olvidado por su condición de aspirante a una nueva sociedad. La inspiración republicana ha de modernizar y fortalecer las instituciones de acogida para agilizar el ingreso en las mejores condiciones posibles. Como la educación es y será crucial en su compromiso como nuevo ciudadano, la escolarización de inmigrantes y su instrucción general debe ser uno de los grandes objetivos de las instituciones educativas. La pulsión republicana va más allá de ayudar a sujetos individuales, lo colectivo es su fin, está en la esencia de sus valores, la salud, y ahora lo vemos mejor que nunca, no es algo que pertenezca enteramente a la voluntad del individuo, es una responsabilidad colectiva. O conseguimos una sociedad en buen estado de salubridad o todos corremos riesgos perpetuos.  

Los valores republicanos, más allá de su vis igualitaria, su buenismo que dicen algunos imbéciles, apuesta por la mejora de las condiciones de vida material. En ese sentido el crecimiento de la riqueza es una aspiración que está en la base de los principios de economía política republicana, pero también se halla en ellos la oposición a crear riqueza con el único propósito de desviarla hacia determinados grupos. En la valoración republicana el éxito económico se encuentra en favorecer a cuantas más personas y del mejor modo posible. Por ello las economías de escala del tipo mercado UE no están mal vistas, al contrario se entiende que son agentes de promoción de la riqueza  general. La incorporación de personas de otros ámbitos, la inmigración, es otra forma de ensanchamiento de la riqueza general y así debe ser atendida tanto en la definición del estatuto del trabajo como en la legislación civil y laboral colindante. Se trata de mejorar las instituciones nacidas del credo republicano.

Pero esto es algo que sabe todo el mundo, la inmigración crea riqueza en cantidad, por su número y en calidad por las posibilidades de diversificación. Las instituciones republicanas deben ponerse a punto para favorecer el encuentro. El beneficio para el receptor es doble, se amplía su base social y se perfeccionan sus instituciones.

Lo desoyen solo aquellos que pretenden aprovecharse de la marginalización de la inmigración y de obtener licencia para tratar a seres humanos como esclavos del siglo XXI. A esta barbarie sólo puede oponerse los valores republicanos, que deben ejercitar su capacidad de mejora institucional de acogida con los más débiles aunque con mayor potencial de participación: los niños migrados, los menas que viven en el limbo, estigmatizados por el horror fascista.

Inmigración y valores republicanos