jueves. 28.03.2024

La importancia de llamarse Trump

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Sólo en una sociedad espectacularizada podría suceder lo que ocurre con el grupo de fantoches que aspiran a ordenar el nuevo mundo, un mundo eso sí que ya fue preparado con anterioridad para su asalto

Me arrogo por todo el morro el juego de palabras contenido en el título y traducción al castellano de la genial comedia de Wilde, The importance of being Earnest (la importancia de ser honesto o llamarse Ernesto) para aplicarla a otro personaje cuya mención induce ambigüedad en quien lo oye o ve escrito. La importancia de poseer un triunfo o de ser un pedo. Ambas acepciones competen a la traducción de Trump al castellano, así es que dejémoslo aquí, en el equívoco cómico, y que cada cual resuelva.

Yo por mi parte voy a referirme a la importancia del Trump oso que es quien me preocupa. Un pájaro que no llegando ni a la condición de intrigante conspirador, sino tan solo de burdo farsante, se ha hecho con el poder en un lugar mitificado por la ideología democrática propia del siglo XX: los Estados Unidos de América y su sistema de checks and balances que iban a sacralizar el respeto al espíritu de la ley, garantizar los derechos de las minorías y reducir drásticamente la posibilidad de autocracia por freno institucional. En todo ello se ha ciscado el “pedorro” oxigenado y la nación madre de la democracia se hunde sin remedio en la mediocridad manoseada por un concursante de telerrealidad, o sea me entiendes.

Y no es que me preocupe por la ciudadanía de los USA, no me alegro de su desgracia, pero no me conmueven, les toca un poco del ricino que han impuesto a lo largo del último siglo a ciudadanos de otros países quienes por intereses estrictamente imperiales han debido soportar toda clase de humillaciones, sin apenas la comprensión o la indignación del ciudadano norteamericano. Los últimos 25 años de dictadura franquista se la debemos a Eisenhower y a su estrategia militar de diseminar bases con las que contrarrestar el malévolo comunismo internacional. Lo de la democracia podía esperar, mientras tanto ahí va un poco de rock and roll, unas ray band y hasta unos levi´s pa molar.

Ciudadanía por otro lado muy ocupada en construir o aportar legitimidad a eso que desde la escuela crítica de Frankfort se llamó la espectacularización del modelo capitalista y más tarde Debord aplicaría al término de sociedad general, en la que nada es lo que es sino aquello que parece o se impone como imagen fetiche. Y a fe que lo han conseguido. Las Vegas representa el auténtico soul de América, trazando un paraíso urbano en el desierto, sus neones que transforman la noche en día y viceversa y hasta con su récord de 58 muertos en un solo asesinato masivo indiscriminado. 

Y esto es lo que me preocupa, porque la espectacularización de nuestra sociedad la debilita y la pone al borde del abismo. La deformación social inculcada por la maquinaria de hacer mercado en contra del Estado, nos deja indefensos ante la llegada de cualquier pazguato en versión Manhattan, en versión Padana o en versión Magiar. No niego que la ultraderecha lleva años alucinando sobre cómo hacerse con el poder en las sociedades avanzadas del siglo XXI, pero ha sido un accidente inesperado, una sorpresa de la telerrealidad quien ha provisto del líder esperado, la desidia catódica la que ha favorecido la aparición de un patán manipulable a quien le basta un por cien de los beneficios generados por sus rebajas fiscales. Ni siquiera ha sido necesario crear un discurso coherente para que hayan surgido otros enanos por doquier, igual de absurdos y menos carismáticos.

Sólo en una sociedad espectacularizada podría suceder lo que ocurre con el grupo de fantoches que aspiran a ordenar el nuevo mundo, un mundo eso sí que ya fue preparado con anterioridad para su asalto. E insisto en que esto es lo que me preocupa, pues si Trump tan solo manipuló los factores que podían presentarlo como un tipo dotado para el triunfo en lugar de un pedo más de los que atiborran las pantallas, el intento en Europa (y otras regiones del planeta) se centra en tratar de ablandar sus callosidades, convertir estas tierras y las culturas que las sostienen en algo más asequible para el lenguaje fatuo y sinsentido de una derecha que en la vuelta al autoritarismo por que sí ha encontrado el camino perdido hace muchos años.    

La copia es el signo de distinción, lo falso resulta engañoso en el seno de una sociedad espectacularizada porque podría ser cierto, basta modificar las luces del escenario. La emulación se convierte así en la estrategia de éxito. Si Trump puede hacerlo en la Meca, por qué no nosotros  aquí en la Zeca se dicen en los foros de la derecha extrema. Y allá que te van en tropel (algunos al grito de viva el rey).

La buena noticia es que todas estas malas copias, incluso las que se preparan a conciencia, tienen los pies de barro y una vez desaparezca el gran “mastubardor”, se desharán como azucarillos en el café.

En Noviembre veremos

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