viernes. 19.04.2024

¿Por qué fracasa la reindustrialización? Cómo remediarlo

esh

Responder a esta cuestión es tremendamente importante. No solo está en juego cierto porvenir económico dado que el desarrollo industrial es básico en cualquier modelo, sino algo más comprometido: paliar el declive demográfico incorporando cohortes de inmigración integrada y, de manera acuciante, rescatar los polos industriales que en los años 70-80 fueron el motor de comarcas y regiones enteras.

La reindustrialización se vincula al reshoring, la vuelta a casa de la industria que en los primeros años del milenio optaron por trasladarse a África y Asia. Por razones sociotecnologicas, las ventajas de producir fuera se acortan y la producción en casa se revela como una opción prometedora. Esto encandila a toda persona preocupada por el declive que supuso la marcha de la industria, tanto que se describen planes y estrategias para impulsar la acogida y relanzamiento de una nueva ola de industrias que estarían a punto de regresar a casa, como si fuera la navidad industrial.

Tengo la firme convicción que donde fracasan las estrategias reindustrializadoras es en la comprensión antropológica y cultural del proceso industrial mismo

Y es importante que así sea, que se actúe en favor de la acogida. Afortunadamente los responsables de apoyar la vuelta no pierden el tiempo y ya en 2018 se genera la Estrategia Nacional Industria Conectada 4.0 que incide en garantizar el conocimiento y desarrollo de competencias 4.0, impulsar la colaboración multidisciplinar, desarrollar una oferta de habilitadores digitales, asesoramiento, buenas prácticas y mejoras en el ámbito regulatorio… como palanca para acomodar el proceso de reindustrialización de base digital (de ahí su calificación 4.0) en territorio español. La estrategia recorre todos los sectores y actividades proclives, identifica nichos potenciales y describe prácticas concretas que pueden servir de vivero para una reindustrialización general.

Hasta aquí las buenas noticias, que hay un proceso objetivo de vuelta a casa de las industrias deslocalizadas y que hay sensibilidad por parte de expertos y de la administración para acompañar la iniciativa de regreso. La mala noticia es que no acaba de cuajar la llegada de la hija pródiga industrial.  Ni aquí en España ni en otros territorios inmersos en la misma dinámica. Ni el cinturón del óxido norteamericano (Chicago, Detroit, Baltimore, etc) ni las Yorkshire inglesas (Leeds, Bradford, Manchester, Sheffield, etc) ni la región Nord Pas de Calais en Francia han conseguido acoplar con éxito el proceso de reindustrialización ajustado a las exigencias de la nueva industria.

Todo un reto del que depende el éxito o fracaso de la reindustrialización. Si el corredor del Ebro, el levante saguntino o las rías ferrolanas aspiran a recuperar su pasado industrial, han de focalizar su atención en modelos comunitarios alternativos a la tradición industrial

Teniendo en cuenta lo crítico de la situación, pues el populismo malsano de Trump, Johnson o Le Pen brotan en estos degradados escenarios como si de la mala hierba se tratase, urge poner en marcha estrategias que, sin desplazar los esfuerzos intelectivos antes mencionados,  completen y hagan factible el surgimiento y la radicación por mucho tiempo de formas de producción propias de la industria basada en el conocimiento, la información y los datos.

Tengo la firme convicción que donde fracasan las estrategias reindustrializadoras es en la comprensión antropológica y cultural del proceso industrial mismo. La mayor parte de los analistas y técnicos comprometidos con la vuelta a casa de la industria no han reflexionado lo suficiente sobre esta cuestión, que me parece pivotal. Y es del todo necesario  comprender el complejo mundo comunitario que requiere la nueva industria. Si en las fases superadas del pasado la organización jerárquica y la planificación eran técnicas adecuadas para alinear los recursos necesarios para desarrollar el proceso industrial, hoy dejan su lugar a formas organizativas que repudian la planificación determinista y rechazan la jerarquía como modelo de transmisión de los objetivos que se persiguen.

La industria catalogada como 4.0, hija del 5G y el internet de las cosas (IoT) supone una reinvención del proceso que arranca con la identificación del modelo social que acoge al propio proceso industrial. Si éste necesita talento, colaboración, transversalidad, interpretación de datos y creatividad, resulta obvio que no va a obtenerlo de comunidades de base acartonadas y habituadas a pautas de vida y de conducta reiterativas superadas.

Salir de la esclerosis reactiva al proceso de reindustrialización requiere transformación social y personal, algo que pasa obviamente por la educación, pero por un modelo de educación distinto de aquel que alimentó la industria del siglo XX. El proceso de socialización proindustrial va más allá de la adquisición de conocimientos y el entrenamiento en habilidades reconocibles, busca comunidades excitadas ante retos por descubrir. En ese sentido, el pasado es un suero contra la reindustrialización que debe combatirse impulsando activismo comunitario que mezcle los interés particulares de cada territorio con las necesidades de un mundo en fase de desencadenamiento.

Todo un reto del que depende el éxito o fracaso de la reindustrialización. Si el corredor del Ebro, el levante saguntino o las rías ferrolanas aspiran a recuperar su pasado industrial, han de focalizar su atención en modelos comunitarios alternativos a la tradición industrial. Las organizaciones sociales civiles, las ONG y los colectivos artísticos y artesanos son células organizacionales en las que se encuentra el germen del éxito frente al reto, la reparación del infortunio y el trenzado de la cohesión social. Una cultura de autoayuda que es la base antropológica de las nuevas industrias.

Si queremos que la industria vuelva a casa hay que convertirla en un cálido hogar.

¿Por qué fracasa la reindustrialización? Cómo remediarlo