jueves. 28.03.2024

Europa ha muerto. El siglo XXI se declara inocente

Si, Europa ha muerto. El escrito firmado por más de quinientos juristas prestigiosos ciudadanos de derecho del continente no deja dudas: El tratamiento que Europa aplica al fenómeno de los refugiados es un suicidio, contraviene todos los principios legales que articulan el derecho internacional y socava los fundamentos legales sobre los que ha evolucionado la idea de Europa. En estas condiciones, podemos certificar su muerte, la inacción europea responde al rigor mortis de todo cuerpo extinto. Las palabras desesperadas y los llantos de los responsables italianos de gestionar la avalancha de personas que desesperadas,  engañadas y traicionadas se embarcan en féretros flotantes, suenan al plañir que todo acto luctuoso provoca.

Europa ha muerto y es una pena porque ayer mismo yo la vi, y tenía muy buena cara, quién iba a imaginar esto ¡era tan joven! Las expresiones de perplejidad se suceden como invocando a algo o a alguien que asuma la responsabilidad por esta muerte prematura. El siglo XXI, suspicaz él mismo, toma la iniciativa y se desmarca de su posible implicación. A mí no me miréis, yo soy así, vosotros me habéis forzado a actuar de este modo. Es de mío el acoger movimientos de personas, pero yo no provoco las guerras ni las desigualdades por las que millones de personas se ven forzadas a abandonar sus lugares de origen. Tú eres Europa, continúa el siglo XXI, nacida de la adversidad y combatiente frente al terror y la intransigencia. Algo debiste hacer mal en tu diseño cuando no has resistido el menor contratiempo. Tú que surgiste como hallazgo para impedir que la barbarie volviera a ser el protagonista de la historia, mira ahora a tú alrededor, no verás sino una barbarie mayor que la que creíste combatir.

Yo, siglo XXI, soy hijo de la historia, los vientos de la misma me impulsan, anida en mi seno lo mejor y lo peor de la condición humana, soy irresponsable pues soy una proyección temporal de la voluntad del destino. Pero tú Europa no puedes decir lo mismo, tú naces y te desarrollas en la convicción de que los fantasmas de la fatalidad y la devastación pueden espantarse. Que la injusticia y la desigualdad no son una condena sino una imposición que puede rechazarse y combatirse. Tú Europa naciste para demostrar que era posible la emancipación de la condición de los hombres y de las mujeres, que el disfrute de la vida es una vocación que está por encima de la filiación nacional o de la disciplina económica y que por tanto Europa sería un lugar en el que la ludicia y la moral se impondrían a la ambición de unos y el servilismo de otros. Y que para que esto fuera así, debería ser una idea universal y basada en el hecho más universal de cuantos conocemos: El derecho. Europa engarzada en un tejido de derechos inherentes e inalienables de las personas,  de todas las personas al margen de su origen, su género de sexo, edad, color o pensamiento.  Y mira tus resultados, cómo has podido resultar tan débil, tan inútil, tan… ¡Utópica!

Así se defiende el siglo XXI ante la muerte sospechosa de la idea de Europa. En lugar de mirarme con tanto recelo piensa en lo que has estado haciendo todo este tiempo, por qué has dejado la conducción de este proyecto en manos de los mercaderes y de los tramposos. Cómo has podido consentir que un tipo como Junker, muñidor de paraísos fiscales encubiertos, presida tu órgano ejecutivo.  Cómo explicas que tu futuro esté redactado en un documento secreto y que tratar de desvelarlo pueda llegar a convertirse en un delito. Explícame eso y de paso explícame por qué el único agente activo presente en todo el continente sea el Banco Central dominado por los banqueros que aquí como en otros lugares promueven guerra, dolor e injusticia.

Por qué has renunciado a tus esencias de diversidad para introducir pautas homogeneizadoras por lo bajo. Cuando yo, siglo XXI te he mostrado el valor de lo diverso, incluso el valor económico de lo desigual, tú, imbécil de ti, caes rendida ante el mensaje que uniformiza comenzando por las bajadas salariales que impiden el fomento de la pluralidad y convierte a las personas y sus inquietudes en espasmos de supervivencia, alejadas de la idea de ciudadano de Europa, ligados por indefensión al destino próximo que hoy trae a la europa  geográfica las barcazas de la muerte organizadas por mafiosos que esconden su dinero en Suiza. Pronto serán algunos de tus ciudadanos los que se suban para escapar  a los restos de las lanchas abandonadas en el Egeo o el Mediterráneo.  

A este careo entre los amigos de la fallecida y los voceros del siglo han asistido, entre divertidos y exultantes, dos grupos de atañidos, unos vestidos de negro portando maletines y portafolios y otros, también vestidos de negro y pardo, portaban porras y puños metálicos.  

Europa ha muerto. El siglo XXI se declara inocente