viernes. 19.04.2024

Disparen al mensajero

El mensaje convertido en dogma por la gracia del mensajero y sus putos algoritmos empobrecen el discurso democrático

redes

No, no me he equivocado y he dicho que disparen al mensajero cuando debería decir que no lo hagan. Lo repito para que no haya dudas, hay que cebarse con el mensajero, no importa el mensaje que traiga. Pero ustedes, quienes desean y tienen la capacidad y la responsabilidad de facilitar el libre intercambio de ideas, deben provocar tremenda balasera sobre el mensajero.

El mensajero en este caso es el distribuidor digital, más en concreto las grandes tecnológicas que mueven el 90% de los mensajes que recorren las redes: Google, Facebook, Youtube, twitter, Amazon y sus franquicias. Enfrentarse a estos matones es una cuestión que va mucho más allá que lo relativo a dónde y por qué criterios pagan sus impuestos. El devengo impositivo es importante y la falta de disciplina fiscal crea desequilibrios y precedentes que producen distorsiones de mercado, pero no de la democracia, por ello la cuestión digamos fiscal, no me preocupa más allá de la concepción del juego limpio. Lo que me preocupa hasta convertirme en un badulaque que anima el tiroteo es la capacidad real de dañar la democracia que favorecen las tecnológicas y su ilimitado afán en pos de los beneficios al coste que sea.

Y claro, como el beneficio máximo se encuentra en lo más común, los valores relacionados con la conformación de la identidad social y el debate sobre el modo de organizarse, las redes se vuelcan en esta cuestión. Pero atentos que no lo hacen por que posean una posición política que defendieran desde sus privilegiadas atalayas. No, no lo hacen por mor de una ideología, lo hacen por el dinero, por la pasta y nada más que por la pasta. Y, aún más desalentador, no lo hace un grupo de señores con narices ganchudas enrabietados que se pasan el día elaborando malévola mensajería, cierta o falsa, para acabar con los principios democráticos. Qué va, es más prosaico que esa tenebrosa visión, lo hacen sistemas automáticos, inteligencia artificial que detecta qué y cómo privilegia cada receptor de información cada tipo de mensaje. Identificado el target, a la carga, se produce un bombardeo para que el susodicho individuo reciba la mayor cantidad posible de mensajes, que han de estar relacionados con sus preferencias anteriormente reveladas en cualquier clase de contacto en la red. Es decir que las redes de mensajería se concentran en que cada usuario reciba el mayor número posible de mensajes, pero ha de implicarse y abrirlo y para ello lo que se hace es mandar mensajes que te gustan, que refuerzan tus ideas y tus opiniones. Si el algoritmo te encuadra como lector de opiniones de derechas vas a recibir tanta información que tus convicciones conservadoras saltarán de espacio de la opinión al del dogma. Lo mismo ocurre si eres lector de la izquierda o andas despistado, hay para todos. Y hay tanto que te deja sin aliento ni tiempo para contactar con ideas diferentes a la tuya preferencial.

Trump o Ayuso no existen por un capricho del destino, son las piezas adecuadas para galvanizar tipologías de mensajes sin otra propiedad que la de estar conmigo o contra mí

De resultas de ello tus opiniones y tus ideas cada día contienen menos sustrato democrático, o sea elaboradas a partir del debate y el contraste con otra ideas, con otras opiniones, y se convierten en verdades monolíticas eternas y universales. Las antípodas de la opinión democrática que se genera en el foro público en pugna con todas las manifestaciones de la ciudadanía. El mensaje convertido en dogma por la gracia del mensajero y sus putos algoritmos, empobrecen el discurso democrático y por partida doble, pues la conformación del discurso requiere de ciudadanos abiertos, despiertos, acostumbrados a las diferencias, inteligentes por tanto. El progresivo aislamiento en tus propias convicciones te convierte en un paleto, digital pero paleto, con escasas referencias de fuera de tu tribu. El monolitismo de un bloque homogéneo de opiniones retrae la inteligencia común y ello afecta a la inteligencia general del debate y por tanto a los logros en las sociedades democráticas.

Por esa razón existen en la actualidad tantos políticos torpes, pero muy mediáticos, porque aportan chicha a la rueda de generar contenidos y contenidos sobre una única forma de entender el mundo y la vida. Trump o Ayuso no existen por un capricho del destino, son las piezas adecuadas para galvanizar tipologías de mensajes sin otra propiedad que la de estar conmigo o contra mí. Tan endebles argumentos solo se pueden sostener sobre la masividad del mensaje, que no decaiga el paroxismo, ni un solo minuto sin tu ración de ideas propias.

Y aquí, en la masividad de la emisión de mensajes, es donde se encuentra el motor de la avaricia de las plataformas mensajeras, te convertirán en un idiota, un tarugo ademócrata por el mero hecho de que con ello ganan dinero. No es nada personal ni avieso. Les importa un bledo fomentar la chaladura que sea, incluso aquellas que suponen riesgos por su vandalismo y belicosidad, cuanto más primario e irracional sean los mensajes, mayor potencial para multiplicar su provisión. Mayor difusión= mayores beneficios. No es ideología es pura y ciega avaricia.

Por eso hay que disparar al mensajero. La policía de Franco lo entendía perfectamente, no te detenían solo por rojo, lo hacían por poseer una multicopista que servía para imprimir los mensajes que alfombrarían las calles con los panfletos reivindicadores, ¡a ver si vamos aprendiendo!  ¡Disparad a discreción! 

Disparen al mensajero