jueves. 25.04.2024

Da qué pensar

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Thomas Friedman | Premio Pulitzer y columnista del New York Times

Resulta insultante que gobiernos municipales que han gestionado con provecho sus presupuestos no puedan utilizar sus excedentes en llevar adelante políticas municipales proactivas, o que cueste un mundo revertir servicios sociales expoliados a la sociedad

Hasta mi muy admirado Thomas Friedman, tres veces ganador del prestigioso premio Pulitzer, columnista del New York Times, pensador clarividente y denunciante del infortunio del pueblo palestino, nada sospechoso de connivencia con el poder autocrático actual en Washington, denuncia en uno de sus últimos artículos los desequilibrios económicos que sufren los USA, suscribe la realidad de dichos desequilibrios y sugiere formas de corrección menos arbitrarias que las propuestas por el presidente, pero en cualquier caso justificables por la necesidad de balancear.

No conozco con la profundidad necesaria el substrato de las relaciones comerciales internacionales y el efecto que producen en la cuentas de los EEUU, por tanto no puedo juzgar lo acertado de sus precisiones sobre daño colateral endosado a las clases populares de su país por efecto de una política comercial que, beneficiando a las grandes corporaciones, ha olvidado ocuparse del daño producido sobre trabajadores y sobre distritos industriales. Lo que a mí me llama la atención es que un modelo de globalización que ha sido denunciado reiteradamente por la izquierda sociológica (ver como ejemplificación los documentos fundacionales de Attac, el Foro Social Mundial y otros) rara vez ha visto ni de lejos la amenaza de corrección por parte de los gobiernos de izquierda cuando éstos se dan. Al contrario, parece que razones de realpolitik convierten la exigencia original de la izquierda en un síntoma de enfermedad infantil que se cura al llegar a gobernar y desaparece por inviabilidad (véase el caso de Syriza en Grecia). Hasta que llega la derecha extrema y se mea en todo. Con conservar el privilegio de los más aupados en la cúspide social le basta para alterar todo otro compromiso social heredado o ganado por terceros.

Me remueve el estómago que la izquierda todavía no haya sido capaz de generar el discurso y la energía suficiente como para actuar con el desparpajo necesario una vez instalada en posiciones de poder, para poder cambiar las cosas como parece poder hacer su contraparte en el extremo derecha y extremo centro. Resulta insultante que gobiernos municipales que han gestionado con provecho sus presupuestos no puedan utilizar sus excedentes en llevar adelante políticas municipales proactivas, o que cueste un mundo revertir servicios sociales expoliados a la sociedad, cuando ellos privatizaron y endeudaron en un abrir y cerrar de ojos y con tal rapidez de movimientos que consiguieron trasladar la idea de una inevitabilidad que debe quedar zanjada para siempre jamás.

El rasgarse las vestiduras de la derecha sin complejos por la intolerable intromisión de los gobiernos de la izquierda en los servicios públicos de comunicación por ejemplo, les justifica, una vez acceden al poder, para arrasar el concepto mismo de servicio público de comunicación, primero mediante una vampirización presupuestaria vía colocación de amigos y a su extinción posterior por falta de competencia técnica.  Algo similar ocurre con la sanidad, la educación y  las pensiones. La estrategia es siempre la misma tomada de los fondos secretos de inversión (edge fund). Primero te apropias del negocio (vía parlamentaria, no es tan difícil), segundo capitalizas vendiendo aquello que es más rentable, tercero montas un negocio para dar el servicio liquidado (con cargo al presupuesto nacional), y cuarto vendes el servicio antes socializado pero ahora lo cobras (dos veces, como amortización y como cuota).

Esta atrocidad revierte en el beneficio de unos pocos en detrimento de lo más (recordad que la estrategia fue diseñada en la actividad edge fund), pero hasta que la jugada acabe desollando a la mayoría y éstos se revelen o hagan intención, la ruleta sigue girando. Si se atasca viene un señor gritón y dice que la culpa es de los emigrantes, de China,  del euro o porque hemos vivido por encima de las posibilidades y que lo que hay que hacer es reforzar la santa unidad nacional y para ello vamos a tener que hacer unos cuantos cambios, unas reformas, que casualmente  vuelven a beneficiar a los de la cúspide con otra argucia.

Y pis - pas, dicho y hecho, un muro por aquí, un 135 por allá o un abandono de los compromisos adquiridos con generaciones de trabajadores cotizantes, para cuando quieres reaccionar es tarde, política de actos consumados ¿Por qué no se desprejuicia la izquierda y actúa con idéntica contundencia? Da qué pensar.

Da qué pensar