jueves. 28.03.2024

Pues claro que habrá acuerdos

Ahora toca la confirmación de un proyecto propio, con bases sólidas y acentuada participación democrática a todos los niveles...

La capacidad de los aparatos de comunicación al servicio de los grandes grupos de poder distorsiona el auténtico debate político que se está produciendo en la sociedad española. Un país preocupado por atisbar una luz de esperanza para su tragedia personal o familiar que se concreta en encontrar un puesto de trabajo, o que esa fugaz contratación laboral se consolide aunque sea a cambio de un salario miserable, o que se concrete un subsidio de subsistencia mínima para una parte, también mínima, de quienes hace tiempo quedaron excluidos del mercado de trabajo, se despierta cada día con el juego de artificio de unas hipotéticas componendas electorales. Con una lógica comprensible, las organizaciones empresariales y financieras, tan decisivamente influyentes en los medios de comunicación, alimentan a diario la conveniencia de un Gobierno de coalición entre el PP y el PSOE, o entre el PSOE y el PP, que sirviera de muro de contención ante la previsible irrupción de Podemos como elemento determinante en el escenario político nacional.

El efecto de ese bombardeo de mensajes, acogido con cierta simpatía por el partido gobernante en cuyo Estado Mayor se trabaja con la convicción de la pérdida de la mayoría absoluta, se deja sentir de alguna manera -y esa es otra de las intenciones obvias- en las filas del Partido Socialista, cuyas bases de militantes y votantes reaccionan airadamente contra la idea de ir de la mano del Partido Popular en el futuro. Naturalmente, en este río revuelto, los iniciales beneficiarios de la confusión son aquellos que vienen alimentando su expectativa de votos con la idea de una asimilación entre los proyectos y programas de las dos grandes fuerzas estatales. La contundente negativa a esa gran coalición por parte de los máximos responsables del Partido Socialista debiera bastar para poner término al falso debate. Pero basta cualquier afirmación de sentido común, como mencionar la necesidad de llegar a acuerdos en algunas materias básicas, por no hablar de la imprescindible colaboración del PP en cualquier propuesta de reforma constitucional, para tomar el rábano del gran pacto por las hojas de los acuerdos puntuales.

El mapa de la distribución del poder en España a partir de las próximas elecciones generales constituye una incógnita que empezará a despejarse mucho antes: en los comicios locales autonómicos del mes de mayo. Será entonces cuando la necesidad de conformar gobiernos, sobre datos reales y no sobre expectativas, abrirá en camino de los acuerdos entre distintos grupos políticos. Y seguramente ofrecerá un cuadro de muy distintos colores en función de las circunstancias singulares en los distintos territorios. La historia de nuestros pueblos y ciudades, también de algunas Autonomías, está plagada de ejemplos de cohabitación que no se ha traslado nunca, en forma de pactos de gobierno a la escala nacional. Esa tradición, que lo es en sentido contrario en importantes países europeos, no parece que vaya a romperse en el inmediato futuro. Y tal vez no fuera bueno que se quebrara ahora, sobre todo para un Partido Socialista empeñado en la recuperación de unas señas de identidad que han aparecido como desdibujadas en tiempos todavía demasiado recientes. Toca ahora la confirmación de un proyecto propio, con bases sólidas y acentuada participación democrática a todos los niveles. Con generosidad para saber dar un paso atrás y con valentía a la hora de asumir el riesgo de dar un paso hacia delante.

Pues claro que habrá acuerdos