viernes. 19.04.2024

Podemos, más de izquierdas que de derechas

Pablo Iglesias ha terminado aceptando que, pese a todas sus reservas, no es posible equiparar al PSOE con el PP.

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Dando por válida la vieja conseja que alerta de que “obras son amores” o asumiendo el mensaje evangélico de “por sus obras los conoceréis”, resulta evidente que a la hora de la verdad Podemos ha optado mayoritariamente por facilitar la investidura de políticos socialistas al frente de las Comunidades Autónomas en las que era posible aritméticamente, desplazando de los gobiernos al Partido Popular. Las negociaciones no han sido fáciles y han exigido templanza y prudencia por todas partes, superando momentos en los que parecía imposible el acuerdo .Particularmente complejo ha resultado el proceso en Valencia, donde la fuerte implantación de Compromís ha obligado a ejercitar al máximo la capacidad de diálogo y el uso de una racionalidad que no hiciera inviable el objetivo último. El resultado final, a falta de cerrarse las investiduras de Asturias y Aragón, es que habrá gobiernos presididos por socialistas en Extremadura, Castilla-La Mancha, Baleares y Valencia gracias a que el partido de Pablo Iglesias Turrión ha terminado aceptando que, pese a todas sus reservas, no es posible equiparar al Partido Socialista con el Partido Popular.

Ese reconocimiento implícito facilita también la revisión de algunas actitudes y declaraciones que, al hilo de una comprensible pero tal vez errada dialéctica a la defensiva, ante el temor a un desplazamiento del liderazgo de la izquierda, caricaturizaban a Podemos como una formación desideologizada, meramente populista, “ni izquierda ni derecha”, chavista, etc, etc. El sentido común ha hecho que, por ejemplo en Madrid, el PSOE no haya dudado por un momento en facilitar la Alcaldía a Manuela Carmena o votara la investidura de Ada Colau en Barcelona. Oviedo y Cádiz, con alcaldes socialista y “podemista”, respectivamente, enriquecen el cuadro de esos mutuos respaldos.

La entrada de las llamadas “formaciones emergentes” en las instituciones -pronto lo veremos también en el Senado- normalizará las relaciones entre los partidos y obligará a un ejercicio de responsabilidad a la hora del trabajo oscuro y necesario de las Comisiones, donde se elaboran las normas y se pactan las políticas concretas. La ausencia de mayorías absolutas, y la falta generalizada de gobiernos de coalición, va a llevar al límite la práctica de la negociación, caso por caso, sin que se excluya la posibilidad de que aquellos que propiciaron la consecución de una alcaldía o una presidencia voten junto al resto de la oposición en determinadas circunstancias. Acaba de ocurrir en Andalucía.

En tanto un desconcertado Mariano Rajoy hace cábalas sobre la fecha en la que le resultará más conveniente convocar las elecciones generales, la izquierda -en la que yo no he dudado nunca en incluir a Podemos- está ahormando ya su diseño. El PSOE ha tomado la delantera con la reafirmación de la candidatura de Pedro Sánchez. Podemos busca fórmulas de integración para movimientos colectivos que han tenido éxitos municipales -sobresalientes en Galicia- pero menos sencillos de articular a escala estatal. Izquierda Unida se debate internamente entre la pérdida de la personalidad, sumándose a Podemos, o la búsqueda de nuevas fórmulas de concertación con grupos minoritarios existentes o en formación.

Salvo grandes sorpresas, todo hace prever que el nuevo Parlamento español se aproximará bastante al mapa surgido del 24 de mayo. Que Ciudadanos se sentirá más cómodo apoyando a un Partido Popular que evolucione hacia el modelo Cifuentes, y que tanto Podemos como IU preferirán ver a un socialista antes que a un popular en la Moncloa. De los nacionalistas, mejor hablar en un capítulo aparte. Pero, de entrada, en Euskadi, el PNV y el PSE vuelven a ir de la mano. Es tan complejo el cuadro que va a hacer más falta “finezza” que grandilocuencia y arrogancia. Por todas partes.

Podemos, más de izquierdas que de derechas