viernes. 26.04.2024

Cataluña, desde Madrid

Bajo la genérica definición de “intelectuales”, unos centenares de personas bien reconocibles por su presencia...

Bajo la genérica definición de “intelectuales”, unos centenares de personas bien reconocibles por su presencia habitual en los medios de comunicación han coincidido temporalmente en la presentación de dos manifiestos en los que parecen desear dejar clara su postura ante el reto de la consulta soberanista que respaldan el Presidente de la Generalitat, el arco mayoritario del Parlament y una proporción no cuantificada pero notable de la sociedad catalana. Los manifiestos abundan en los argumentos que vienen defendiendo ya los dos partidos mayoritarios, con mayor o menor convicción: el no rotundo, o la apertura de la vía federal, con reforma de la Constitución incluida.

Lo novedoso de ambos manifiestos, a mi juicio, no son los textos redactados, sino la personalidad de sus firmantes. El primero en el tiempo solemnizó su presentación en las escaleras del Congreso con una foto de grupo en la que una diputada del Partido Popular ejercía de oficiante junto al ilustre Vargas Llosa, el toque cromático de Albert Boadella, y la transversalidad de un ex dirigente de Comisiones Obreras y algunos ex dirigentes socialistas, Leguina, Redondo, compañeros de tertulias radiofónicas conducidas por otro firmante, Carlos Herrera.

Pocas horas después, el manifiesto federalista escogía el escenario menos vistoso del Círculo de Bellas Artes y la voz de Nicolás Sartorius para hacer llegar un mensaje que avalaban, con menor transversalidad, el ex ministro Gabilondo, Caballero Bonald, Vallespín o José Luis Cuerda. Si en el manifiesto del Congreso se juntaban periodistas como Arcadi Espada o Hermann Terstch, en el del Círculo destacaba el nombre de Joaquín Estefanía…En trazo grueso, que es como se perciben estas cosas por la mayor parte de los ciudadanos, cabría hablar de un duelo entre la SER y Onda Cero, pero reconociendo la mayor combatividad y presencia de los articulistas conservadores-liberales sobre los que pueden ser identificados como progresistas. De ahí también el mayor eco posterior del acto a las puertas del Congreso.

Los manifiestos han tenido la virtud de hacer visible lo que son corrientes de fondo ante el llamado, bien llamado, “problema catalán”, la diferencia de método a emplear para lograr el objetivo de integrar a Cataluña en el proyecto colectivo de España. La aplicación estricta de la letra Constitucional o la posibilidad de modificarla para garantizar la convivencia. Rechazar que existe un sentimiento nacionalista que nunca renunciará al objetivo final de la independencia, o intentar convencer a los ciudadanos de Cataluña de que sus actuales reclamaciones tendrían mejores posibilidades de ser resueltas en un marco federal, integrador, pero que exige lealtades por ambas partes.

En esta difícil tesitura, el papel determinante lo van a desempañar el presidente Rajoy y Artur Mas .Ambos tienen muchos problemas a su espalda, generados por una evidente indolencia a la hora de afrontar los hechos, pero acrecentados día a día por la exigencias más radicales de quienes se suponen que son sus respectivos aliados. Los dos temen ser desbordados por sus bases…y por la opinión publicada. El otro gran referente de la política española, el PSOE, ocupado hasta ahora en resolver su liderazgo, tiene que plantear ya su propuesta, reafirmando los acuerdos de Granada o modificándolos con arreglo a la nueva coyuntura. Respaldar la autonomía del PSC, que vota la consulta, o desmarcarse de ella. No es momento de juegos de salón ni de ambigüedades calculadas. Si el nuevo liderazgo justifica revertir las posiciones en Europa o un calendario de primarias, esa nueva circunstancia debe servir también para marcar el rumbo del principal partido de la izquierda española ante un reto mucho más trascendental. Y hay que hacerlo pronto para no quedar a la deriva, zarandeados por unos manifiestos.

Cataluña, desde Madrid