miércoles. 24.04.2024

Fernando Simón: La voz útil

Escuchar a Fernando Simón todas las mañanas me conduce a una reflexión al margen de la razón de sus comparecencias y de la crisis en que nos vemos envueltos: ¡Qué bien comunican los que saben de lo que hablan!

Decir esto debería ser innecesario pero uno de los efectos del neoliberalismo y su filosofía correlativa, el posmodernismo y su frívola “teoría de la comunicación”, es la idea de la existencia de una especie de “buena comunicación” independientemente de sus contenidos.

De este modo se ha llenado el mundo de supuestos expertos comunicacionales que crecen en numero correlativo a la desaparición del contenido en los discursos. Estos supuestos expertos nos quieren convencer de que “decir algo” es “cómo decirlo”, de que la letra es irrelevante y solo la forma cuenta, han nacido agencias, gabinetes, profesionales del “como” que asesoran a los políticos, a los empresarios,  a los periodistas hasta llega a convertirlos a todos en clones unos de otros pero… ¿qué ha dicho?... nada.

El movimiento de las manos, el contacto visual, el color de la corbata no son más que frivolidades sin sentido cuando el discurso importa; tal vez lo que ocurre es que llevamos demasiado tiempo sin que importen los discursos. Los debates electorales los comentan “expertos comunicadores” que han sustituido el análisis político por una pseudopsicología barata de corbatas y miradas.

Se trata de una ideología encaminada a vaciar de contenido los debates reales acerca de los problemas de la gente. Necesaria para mantener sin cuestionamiento los niveles brutales de explotación del capitalismo neoliberal. Tertulianos, periodistas “opinadores de todo”, políticos de attrezzo y un largo etcétera de personajes más vacíos que los cangrejos de una paella para guiris, abundan cada vez más convirtiendo los espacios públicos de debate en un erial en una tierra yerma donde ninguna semilla de pensamiento crítico puede brotar, valga la redundancia: ¿de qué otro modo algo puede ser pensamiento?

Ver comparecer a los expertos sanitarios y luego las preguntas de ciertos, muchos, demasiados periodistas sobre obviedades, sobre lo mil veces sabido, sobre lo irrelevante… llama la atención, ejemplifica el desierto intelectual de la posmodernidad en el que estamos inmersos. Pensar que esos medios de comunicación condicionan la opinión pública desde la ignorancia, la ausencia de sustancia, cuando no desde la estulticia o la mala fe, desalienta, hace perder la confianza en las posibilidades de cambio social, de reacción colectiva.

Las desgraciadamente célebres fakenews solo son posibles, al menos con este grado de carga destructiva, en un contexto como el que vivimos de vacío absoluto de verdad contrastada, en un espacio en el que se confunden las opiniones con las informaciones, los datos con los bulos… La comunicación social se ha convertido en un puro vocinglerío, en ruido, en una cháchara de fondo con consecuencias nefastas.

Por eso es un chorro de aire fresco escuchar a Fernando Simón, escuchar a los que saben. Eso es comunicar bien, conseguir que nada importe más que lo que dices. Recuperar el discurso con contenido es, también, una de las tareas de la necesaria reconstrucción.

La derecha no cesa de atacarle, de tratar de desacreditarle, creen, imbuidos como están de fascismo posmoderno, que de ese modo, deteriorando su imagen y su credibilidad debilitan al gobierno. Creo que les va a salir mal la jugada y lo creo porque estamos en tiempo de verdades y no de vaciedades.En tiempos difíciles transitar el camino inseguro de la posverdad es peligroso, necesitamos la seguridad de la experticia, el contraste con la realidad. El mundo virtual no existe, lo que llaman así forma parte del mismo mundo que los objetos tangibles. Espero que aprendamos, con Machado, a distinguir las voces de los ecos… nos va mucho en ello.

Sirva de paso esta reflexión de homenaje agradecido a Fernando Simón y en su figura a todos los que trabajan en serio por salvarnos, por frenar la epidemia, para proyectar la prevención y la futura atención sanitaria. La ciencia con mayúsculas no sabe de posmodernidades. La política con mayúsculas también debe empezar a abandonarlas. Gracias por todo Fernando Simón. Por tu sabiduría y por tu ejemplo.

Fernando Simón: La voz útil