jueves. 28.03.2024

El socialismo francés hasta el final del Frente Popular

En este artículo expondremos unas pinceladas que permitan aproximarnos a la historia del socialismo francés hasta el final del Frente Popular.

Sin lugar a dudas, la experiencia de la Comuna de París influyó claramente en todo el universo de la izquierda francesa en el último tercio del siglo XIX. En 1876 se celebró en París el primer Congreso Obrero, aunque sin decantarse hacia ninguna orientación ideológica específica. En 1879 Guesde creó el Partido Obrero Francés, aunque muy pronto se produjeron divisiones entre izquierdistas y revisionistas. Guesde, a pesar de declararse marxista, había hecho una lectura muy superficial del pensamiento de Marx. Por otro lado, estaría la rama de Jaurès, personaje de muchísima más valía intelectual que el primero. En su proyecto de alcanzar la sociedad socialista intentó aunar la participación en la vida política y parlamentaria en la III República con las huelgas, aunque es evidente que primaba más su reformismo.

Estas dos grandes vías terminarían por unirse en la SFIO, o Section Française de l’Internationale Ouvrière en el año 1905.

El nuevo partido tuvo un evidente éxito electoral en 1914. Los socialistas franceses terminarían por apoyar la entrada del país en la guerra, unos días después de que Jaurès, intenso pacifista y uno de los más fieles defensores del espíritu y la letra de la II Internacional, fuera asesinado por un fanático nacionalista. Guesde fue ministro de Estado entre 1914 y 1916.

El socialismo francés no participó en los gobiernos de los años veinte, aunque influyó decisivamente en la política francesa desde su fuerza parlamentaria. Se pueden citar algunos ejemplos. En el Cartel de las Izquierdas (1924-1926) los socialistas apoyaron al gobierno radical de Edouard Herriot, que tomó una serie de medidas laicas, que provocaron la inquina de los católicos y de la derecha. Los socialistas sostendrían parlamentariamente al siguiente gobierno de Herriot en 1932.

En el año 1920 un grupo muy numeroso abandonó el partido en el Congreso de Tours para formar el PCF. Guesde y Blum se negaron a subordinarse a las directrices de la URSS. Para hacer frente a las consecuencias de la división en la izquierda los socialistas contaban con la fuerza de su líder León Blum, además de mantener la mayoría de los cargos locales, como los alcaldes. El socialismo francés se reafirmó en su defensa de ser un partido de clases, manteniendo su fe en la revolución, pero, como hemos visto, terminó aceptando claramente el juego parlamentario y fue quitando al Partido Radical su protagonismo en la defensa del laicismo, cuestión fundamental en la Francia de entreguerras.

Los socialistas terminaron por acceder al poder gracias al Frente Popular, iniciativa de los comunistas para frenar la tentación fascista y reaccionaria en Francia. El 6 de febrero de 1934 la democracia francesa corrió un grave peligro con una fuerte movilización fascista, que aprovechando la crisis económica, intentó tomar el poder en un asalto que, con diferencias, podría recordar al del fascismo italiano. Pero la movilización de los partidos democráticos y la fortaleza de la izquierda política y sindical frenaron en seco esta iniciativa. Este clima fue favorable para el entendimiento entre comunistas, socialistas y radicales. En junio de 1934 Thorez desde el Partido Comunista lanzaba una llamada a la unidad de la izquierda. A finales del mes siguiente, los socialistas y comunistas firmaron el pacto de unión y nacía el Frente Popular. En las elecciones municipales de mayo de 1935 se planteó la primera prueba electoral, concurriendo juntos no sólo los dos partidos del Frente Popular sino también con los radicales. La izquierda subió en las ciudades, aunque el campo siguió en manos de la derecha. El relativo éxito electoral animó a los radicales a oficializar su entrada en el Frente Popular: la izquierda liberal pactaba con la obrera.

Las tres fuerzas de la izquierda elaboran un programa común, que fue publicado en enero de 1936. No era un programa de profundas reformas estructurales, salvo en el caso de la nacionalización de la industria del armamento y el cambio del estatuto legal del Banco de Francia. Los objetivos principales eran más a corto plazo: creación de un fondo para pensiones de guerra, elaboración de un baremo para regular los impuestos según la renta y lucha contra el fraude fiscal, sin olvidar cambios en la legislación laboral. Tenemos que tener en cuenta que cada partido tenía sus propias ideas y objetivos. Los socialistas sí deseaban cambios estructurales importantes frente a los comunistas, más preocupados porque el partido no se estancara y creciera. Los radicales, por su parte, solamente deseaban cambios propios de su ideología más liberal. En realidad, en lo único que estaban de acuerdo era en su firme oposición a las agresiones del fascismo exterior e interior.

El Frente Popular venció en las elecciones de la primavera de 1936, siendo de destacar el ascenso de socialistas y comunistas frente a un claro retroceso de los radicales. El socialista Léon Blum se hizo con la presidencia de un gabinete formado con radicales; los comunistas no entraron en el ejecutivo, apoyándolo parlamentariamente. Un aspecto muy destacable del cambio político fue la entrada de mujeres en el gobierno. Blum intentó contener la crisis con un paquete de medidas inspiradas en el New Deal, con el fin de aumentar la capacidad adquisitiva de los obreros. Tenemos que tener en cuenta que, nada más vencer el Frente Popular, el movimiento obrero francés se lanzó a una serie de huelgas con ocupación de fábricas, en un sentimiento ambivalente de euforia por la victoria y de temor a que sus demandas no fueran atendidas. Al final, el 7 de junio se firmaron los Acuerdos Matignon, en los que los empresarios y los sindicatos pactaron un importante aumento salarial.

El gobierno aprobó una legislación laboral que establecía la semana de cuarenta horas, los convenios colectivos y vacaciones pagadas de doce días por año de antigüedad. Se creó la Oficina del Trigo a favor de los campesinos, con fijación de precios anuales y reducción de cultivos. Nacionalizó la industria armamentística, impulsándola al aprobar el rearme y la construcción ferroviaria. Se emprendió una política de obras públicas.

En relación con el fascismo interior, el gobierno disolvió las Ligas fascistas: Jeunesses Patriotes, Solidarité Française, Francistes y la Croix de Feu.

A pesar de los acuerdos, la derecha, los empresarios y parte de las clases medias terminaron por enfrentarse al gobierno del Frente Popular. La crisis económica no terminaba de encauzarse. El franco debió devaluarse y aumentaron las fugas de capitales. Blum dimitió. Chautemps se encargó de formar un nuevo gobierno, pero los problemas económicos seguían sin encauzarse. A finales de 1937 estalló una nueva crisis gubernamental cuando comunistas y radicales rompieron definitivamente; Chautemps tuvo que dimitir en 1938.

Uno de los puntos más polémicos de la gestión del gobierno del Frente Popular tuvo que ver con la guerra civil española. Aunque la izquierda francesa era, lógicamente, proclive a la causa del Frente Popular español y de la Segunda República, primaron más los intereses diplomáticos en relación con las presiones del Reino Unido y las complejas relaciones con las potencias fascistas, para terminar por no implicarse en sostener el esfuerzo de la causa de la República española.

El socialismo francés hasta el final del Frente Popular