jueves. 18.04.2024

La gobernabilidad en España

La crisis económica y las respuestas que se han arbitrado para combatirla desde planteamientos neoliberales y de máxima austeridad han puesto de manifiesto las deficiencias de nuestra democracia, provocando una profunda crisis política. De forma paralela, la forma de tratar la cuestión catalana también está contribuyendo a ahondar esta crisis. En este artículo queremos acercarnos a una de las claves de esta crisis, la relativa a la gobernabilidad.

Por gobernabilidad se entiende la capacidad de un gobierno para ejercer su función. En una democracia se refiere a la capacidad para definir y establecer políticas y resolver conflictos de modo pacífico dentro de las reglas establecidas en el Estado de Derecho. La gobernabilidad tiene que ver con una sociedad civil fuerte y una cultura política desarrollada, con la orientación que se da a la economía, además del comportamiento de la misma, y con la incorporación de la sociedad al sistema productivo. Estos factores permiten conseguir estabilidad política e institucional, y un funcionamiento armonioso de la sociedad. El gobierno tendría la misión de ser eficaz en el manejo de los asuntos públicos y en la política económica, manteniendo el orden, pero sobre todo fortaleciendo el Estado de Derecho.

Pues bien, en este país hay una crisis de gobernabilidad. Intentemos dar algunas claves. En primer lugar, nos preguntamos, ¿nuestro gobierno establece políticas para resolver conflictos de modo pacífico, y gestiona de modo eficaz los asuntos públicos? La cuestión catalana es un ejemplo de que esto no se está haciendo. El conflicto ha estallado por una evidente carencia de cintura política, de diálogo y de falta de previsión sobre algo que se estaba fraguando desde que el Tribunal Constitucional rebajó sustancialmente el Estatut, que intentaba un nuevo encaje territorial ante una situación que ya no era la misma del pasado, cuando se aprobó la Autonomía catalana. La derecha española en la oposición, y luego en el gobierno sigue sin entender la realidad de Cataluña, y se conforma con poner en marcha los mecanismos judiciales y policiales contra los culpables de no cumplir las reglas establecidas. Seguir negando esa realidad puede llevarnos a derroteros difícilmente reconducibles o que tardarán años en conseguir que sean armoniosos. Pero no se trata de dar la razón automáticamente a la otra parte, ya que el nacionalismo catalán manipula sus graves carencias como gestor político, enfangado en corrupción y revestido del eterno agravio, bajo otra bandera, sin olvidar cómo ha abierto la puerta a los fundamentalistas, además de forzar la legalidad en el Parlament, sino de comprobar que el gobierno central no sabe o no quiere gestionar de forma dialogada un conflicto que existe.

El segundo problema de la gobernabilidad en España es igualmente grave porque está afectando a muchos ciudadanos y ciudadanas, que han visto peligrar sus proyectos de vida. La orientación que se ha dado a la economía, la opción por la austeridad y el recorte drástico del Estado del Bienestar no eran inevitables porque existía la alternativa de aumentar los ingresos a través de una profunda reforma fiscal en un sentido netamente progresivo, incidiendo, además, en el ahorro en otras materias que no tuvieran que ver con la garantía de los derechos sociales. Esos recortes inciden sobre un altísimo porcentaje de la población española que se ha descolgado del sistema productivo o que no ha llegado ni tan siquiera a incorporarse, es decir que se ha quedado en paro o que no ha podido acceder al mercado laboral. La supuesta recuperación económica, que con una alegría un tanto indecente se nos vende, no ha llegado a amplias capas sociales.

Estas son poderosas razones que explican las razones por las que no hay estabilidad política en España, y no porque ya no haya mayorías absolutas en casi ninguna institución representativa estatal, autonómica y hasta municipal. Por eso no hay un funcionamiento armonioso de nuestra sociedad. Por eso ha habido y hay tantas manifestaciones, tensiones, reivindicaciones y movilizaciones de todo tipo y condición. Y sobre esta situación cae como una losa el fenómeno de la corrupción, que todo lo gangrena y pudre.

La gobernabilidad en España