jueves. 25.04.2024

Un espejo roto

grafiti ciudad

En estos momentos de desconcierto, incertidumbre y angustia, es difícil entender lo que nos está ocurriendo en toda su complejidad, como consecuencia del Covid-19 que nos ataca y atemoriza. Más difícil aún identificar sus causas sanitarias, políticas, geográficas, económicas. Y más aún intuir un futuro posible, una vez superada o, al menos doblegada y acotada, la invasora pandemia. 

En gran medida, ánimo y mente están paralizados. Y cuando intentamos vencer esta parálisis no atisbamos auroras luminosas, sino atardeceres largos y tristes, sin dejarnos contaminar por finales apocalípticos ni paraísos inventados.

Siguiendo la invitación de Pepe Mujica, conviene aprovechar los ratos de soledad, obligados por el encierro decretado, para conversar con el yo que todos ocultamos en nuestro interior, largamente olvidado.

Y obedecer su consigna: ¡¡galopá tierra adentro!!

Así podríamos intuir, idear nuestras pequeñas utopías, salvando nuestro castrante egoísmo, para sumarlas a las de otros millones de personas, empezando por nuestra propia casa, nuestros vecinos y conciudadanos, hasta llegar a los que habitan en mundos lejanos y menos favorecidos que nosotros, europeos. Llegar a los excluidos de nuestros privilegios, que se extienden por continentes enteros o están confinados en dramáticos campos de refugiados. Mundos lejanos y sufrientes en donde con mayor seguridad se esconde el germen de una utopía más profunda y fecunda. Más necesaria.

Soñar y pensar desde hoy mismo este futuro que deseamos, para que el futuro no surja como una sorpresa no deseada, hija de los poderosos de siempre, que intentarán prolongar su imperio bajo nuevos ropajes, con el nuevo liderazgo de un G-20 armado con una executive task force (un equipo con poderes ejecutivos), tal como propone Gordon Brown.

Excitar la imaginación colectiva, rechazando la temerosa tentación de mirar al pasado en busca de una utopía perdida. Peor aún, buscar ese pasado en el reflejo de un espejo ya roto, cuarteado y opaco, incapaz de reflejar la realidad compleja, contradictoria y conflictiva de aquel pasado añorado. Una retro utopía falseada y estéril que se rompió como el espejo en el que queremos reencontrarla.

Tensar la imaginación aspirando a un nuevo mundo, a una nueva forma de vivir y convivir en un planeta, en una pequeña nave, en gran parte desmantelada, expoliada y que hace aguas. Por eso lo primero que debemos hacer es barrer los cristales rotos de ese mentiroso espejo y, con ellos, los viejos materiales que compusieron aquel pasado.

No se puede soñar con un mundo más justo, igualitario y solidario pensando en resucitar el añorado “estado de bienestar” que pudimos gozar los que habitábamos un trozo de la tierra privilegiado llamado Europa o sociedad occidental, durante apenas tres cortas décadas. Unos privilegios que disfrutamos gracias al olvido de una gran mayoría de una humanidad explotada y excluida y de una geografía expoliada.

No cabe este sueño porque el nuevo estado de bienestar que hay que conquistar ha de ser necesariamente global. Y para ello será necesaria una nueva forma de vivir, sintiéndonos unidos y seguros, con nuevos recursos y, sobre todo, con una nueva política impregnada de una nueva ideología obligadamente contrapuesta al capitalismo que hoy impera. Porque “este capitalismo viejo, caduco y acabado, no es capaz de solucionar los problemas que genera” (Eudald Carbonell).

Barridos los cristales rotos y los residuos de un sistema también roto, debemos tirar también al cubo de la basura a los poderosos artífices que construyeron la normalidad de ayer, causa directa de la dramática anormalidad de hoy. Estoy hablando del capitalismo neoliberal depredador imperante, junto a las poderosas instituciones que bajo su dominio han causado tanto dolor a los seres humanos y al planeta.

No sé, no sabemos o no nos atrevemos a dibujar ese otro mundo. Pero sí podemos soñarlo. Y si lo soñamos día a día y compartimos nuestros sueños con millones de seres, aún lejanos y desconocidos, acabaremos descubriendo y conquistando ese mundo ansiado y necesario. Hoy lo nombraremos como una utopía hecha de pequeñas utopías. Mañana puede que lo celebremos como una realidad.

Para poder soñar apartemos las pesadillas de un líder portador de las esencias del capitalismo como el G-20 y rechacemos, al tiempo, a cualquier caudillo, divino o terrenal, que nos ofrezca la seguridad, su seguridad represiva, a cambio de que le entreguemos nuestras ansias inagotables de libertad. Una “alternativa infernal”.

Frente a la incertidumbre inevitable y para superar esta “alternativa infernal se puede salir solo abriendo trayectos de aprendizajes donde nos hacemos capaces de pensar, sentir de otro modo y abrir lo posible. Es lo más difícil” (Amador Savater).

Empecemos desde hoy.

Un espejo roto