viernes. 19.04.2024

¿Por qué no ser antisistema?

La palabra antisistema se ha transformado en una muletilla para descalificar a toda persona o, más aún, a toda...

Otro mundo, otra forma de convivir, es posible y necesaria si queremos reconquistar nuestra condición de seres civilizados

La palabra antisistema se ha transformado en una muletilla para descalificar a toda persona o, más aún, a toda iniciativa política que no se acomode al pensamiento único dominante, en el que el poder de los mercados ha colonizado la acción de la política y contaminado las mentes de los ciudadanos, que se someten resignados a las reglas, a la opresión del capital, asumiendo el despojo de sus derechos y el desmantelamiento de los servicios públicos como algo inevitable. Es lo que hay que hacer, lo que hay que sufrir, esperando que los bancos y los gobiernos sumisos a sus intereses nos regalen un futuro luminoso y sonriente. Sin contabilizar las víctimas que han quedado en el camino.

Ya lo dijo alguien, hace muchos años: hay que hacer la tarta antes de repartirla. Ocultando, que no ignorando, que si la tarta se amasa y hornea en los despachos de los altos ejecutivos financieros e institucionales, sin contar con las manos obreras de la ciudadanía, será entre esos exquisitos pasteleros entre quienes se repartirá la tarta, aunque dejen caer algunas migajas para el resto de los mortales, felices al fin por llevarse algo dulce a la boca.

Pero la descalificación que se adjudica a la palabra antisistema se transforma en insulto cuando se usa con fruición y ceguera intelectual y política por personajes de la derecha neoconservadora o de una sedicente izquierda. Insulto que se refuerza cuando se suma de forma acrítica a la palabra antisistema la palabra populismo.

Frente a una organización social que prima el economicismo sobre el pensamiento político, que acrecienta y tolera la desigualdad lacerante como condición necesaria para la acumulación de capital por los poderes financieros que, fuera de cualquier control democrático, gobiernan el mundo, cabe plantearse por coherencia intelectual, cultura política y decencia el declararse antisistema, anti este concreto sistema que agobia al 99% de la humanidad. Porque otro mundo, otra forma de convivir, es posible y necesaria si queremos reconquistar nuestra condición de seres civilizados y convencidos militantes demócratas. Una democracia que tiene como alma la igualdad.

Es una obligación de los moderados que aun defendemos el estado del bienestar, la distribución de la riqueza creada por todos, desde Mali a Wall Street, la igualdad no solo de oportunidades sino la igualdad en la calidad de una vida digna, sea cual sea su oficio, raza, sexo u origen, exigir a los voceros políticos y económicos, cualquiera que sea la sigla que los ampare, que dejen caer de sus labios este grosero discurso descalificador e insultante. Con mayor exigencia si quienes lo pronuncian o escriben pretenden representar una cultura de izquierdas.

Antisistema. Anti este sistema. ¿Por qué no?

¿Por qué no ser antisistema?