viernes. 19.04.2024

Madrid Central y el derecho a la ciudad

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Imagen: Ayuntamiento de Madrid

Madrid Central es una pieza significativa, aunque pequeña, de una nueva y necesaria sensibilidad política, al tiempo que una muestra de solidaridad en la batalla común que afecta a todas las ciudades del mundo

La propuesta de regulación del tráfico en el corazón de la ciudad, denominada Madrid Central, es sin duda una de las iniciativas políticas más importantes formuladas por el gobierno municipal de Ahora Madrid. Importante tanto por la salud de los madrileños como por su incidencia en la calidad del espacio público común, impulsando la necesaria y posible regeneración de nuestras calles y plazas.

Una iniciativa que significa un cambio radical frente a las políticas de movilidad mantenidas durante decenios por los gobiernos del PP, tanto en el Ayuntamiento como en la CAM. Políticas basadas en una tolerancia irresponsable respecto al derecho a utilizar el vehículo privado de forma indiscriminada y abusiva, justificado por la retórica y falsa defensa de una libertad de los ciudadanos. Libertad ajena a la agresión que su ejercicio pueda producir en el conjunto de la ciudadanía.

Una tolerancia que ha ido acompañada por unos continuos, burdos y costosos programas de infraestructuras de transporte (túneles, pasos subterráneos, ensanchamiento de calzadas, indiscriminada siembra de aparcamientos de rotación de gestión privada, etc.) que han incentivado aun más el uso del coche individual, que ha acabado por invadir el espacio público urbano hasta límites insoportables, tanto por sus efectos nocivos para la salud como por la degradación de la calidad paisajística de calles y plazas, inundados por vehículos de todo tipo, cuando circulan o cuando aparcan.

Frente a este escenario desolador, un “Ayuntamiento del cambio” tenía la obligación de proponer y formalizar una alternativa drástica que pusiera freno a los errores del pasado y de adoptar un punto de partida para racionalizar, civilizar y controlar el tráfico en la ciudad. Un punto de partida que no podía ser otro que el de asumir la incompatibilidad del uso indiscriminado del vehículo privado en las áreas centrales de las grandes ciudades, con el mantenimiento de una buena calidad ambiental, un culto paisaje urbano y unas dignas condiciones de vida de sus ciudadanos. Punto de partida hoy asumido por una gran mayoría de los gobernantes, urbanistas, asociaciones ciudadanas de todo tipo, en las metrópolis en el mundo desarrollado y emergente. Objetivo primero hasta llegar a asumir la consigna “coches cero en la ciudad”.

La constante, casi endémica contaminación del aire que respiran los madrileños, causada mayoritariamente por los gases de combustión expulsados por los vehículos de todo tipo, con graves consecuencias para la salud, es razón suficiente para que Madrid Central tenga como objetivo prioritario la defensa de la calidad del aire como un derecho inalienable de los ciudadanos. Un objetivo cierto, pero que necesita ampliarse y completarse con la lucha contra el ruido, la congestión, la intrusión visual, que deteriora de forma progresiva la vida urbana, tanto cuando se pasean plazas y calles, se reposa en un pequeño parque o se camina rápido hacia el trabajo, como cuando al abrir la ventana o balcón se ve igualmente agredida nuestra vida doméstica.

Una lucha contra la contaminación atmosférica a la que se suma la lucha contra el despilfarro energético, contra la degradación del paisaje urbano, que debe obligar a todas y cada una de las ciudades que puntean el planeta, exigiendo a sus gobiernos democráticos la puesta en marcha de medidas correctoras y, más aun, nuevos modos de entender la ciudad y la vida en las ciudades. Obligaciones lógicas por sí mismas, pero que además dan cumplimiento a los mandatos internacionales, a las recomendaciones de los movimientos ecologistas y científicos de todo el mundo, que reclaman la puesta en práctica de medidas drásticas contra el dramático proceso del cambio climático. Cambio climático que, junto con la desigualdad social, ambos consecuencia de la explotación del hombre y la naturaleza consustancial al sistema capitalista hoy imperante, constituyen las amenazas más graves que atañen a la humanidad.

Madrid Central es una pieza significativa, aunque pequeña, de una nueva y necesaria sensibilidad política, al tiempo que una muestra de solidaridad en la batalla común que afecta a todas las ciudades del mundo.

Al firmar estas líneas, me uno a la convocatoria suscrita por un significativo número de asociaciones ciudadanas, ecologistas, culturales o profesionales, que invitan a una concentración ante la sede del Ayuntamiento este próximo sábado para manifestar tanto su apoyo a Madrid Central, como exigir su puesta en práctica sin dilación, en su integridad y sin devaluaciones de última hora.

Madrid Central y el derecho a la ciudad