jueves. 28.03.2024

La vida es desmontable…

Los políticos profesionales harán lo que puedan, en la certeza de que la vida es desmontable… y los sueños, no.

Se supone que un artículo, sea del tipo que sea, debe de ceñirse a la realidad subyacente, acercarse o bordear la actualidad.

La gente lee la prensa para saber qué pasa; aunque cada día son más los que creen que lo que está pasando solo lo saben cuatro; y por eso, a menudo, se lee el periódico por puro entretenimiento, en especial, en verano.

La llamada prosa periodística, escueta, limpia y eficaz, invade a la novela en una fusión disforme, y a veces brillante, que se retroalimenta y fagocita con la buena literatura anunciando un futuro de anarquismo, caos y poesía.

Nos hacen creer que las injusticias son tan viejas como el mundo... y morirán con él; que la muerte levantará el vuelo mañana; que se está desplomando el poder de la palabra; que la música la componen las máquinas; que ser honesto es una virtud. Mientras, olvidamos que el amor vive solo, oculto en el alma, y de todo, puede ser capaz.

Una llama se ahondó en mis entrañas. Desnudo, el sufrimiento se anticipó al milagro. Las máscaras de la locura escapaban de la tempestad. Me temblaban los ojos. Pájaros negros, de plumaje iridiscente, sobrevolaban el pensamiento... De repente, descubrí un valle de sensaciones oníricas entre montañas de gozo y felicidad; el viento me dijo que allí podría caminar durante mil vidas eternas sin encontrar límites, normas o fronteras; el firmamento era blanco, los océanos de pétalos de terciopelo y la tierra de una singular naturaleza ajardinada. Sentí el brillo de los ángulos grises de la paz, la caricia roma de la piedra pulida por un tiempo sin Luna y sin Sol, el eco de los ríos y los lagos, del agua y los espejos, el perfume de un aire con sabor a leche y a miel. Como una sombra sin luz, mi alma se alargó libre e inmensurable... Y entre nubes azules, enjambres de seres etéreos anudaron sus alas en un silencio de seda y marfil. Había despertado en el cielo.

Durante mi vida en la Tierra creí que no era capaz de pensar, que no sabía nada; que sólo gobernaban en mí los instintos. Pero pronto supe que podía distinguir los peligros y la maldad. No tuve una religión a la que abrazarme, ni unos ideales donde sostenerme. No tuve miedo a tener miedo. Nunca pisé las sombras de las farolas encendidas testigos de la soledad. Vi la cara picada de la Luna. Viví en los valles de la locura y en las montañas de la sonrisa. Oí las palabras azules del cariño y el perdón; el cabalgar de los demonios sobre los tejados de las ciudades sin paz; a los pájaros grises dar vueltas y más vueltas a un cielo pequeño. Supe que nunca el placer superará al amor. Sentí como la vida se desplaza avanzando en zigzag. Oí a los ciegos de la cueva; a los mudos de la ciénaga; a los profetas del círculo vicioso de un tornillo sin fin. Vi el círculo vicioso. Me vi a mi mismo; vi cada segundo, cada preciso instante de lo que había vivido. Vi un trozo de mi propio cuerpo, y otro, y otro..., hasta saberme reconstruido y completo. Vi sollozos de hierro y de seda, compactos bloques de pesada belleza como el oro por el que los hombres viven y matan. Vi el polvo y el agua..., y el barro y el viento..., y el alma del dios de los perros que aman al señor.

Moriré sin ver lo que imagino; pero nada ni nadie me puede impedir soñarlo, y llegar a la muerte con la esperanza de que, algún día, dentro de muchísimos años, pueda ser realidad.

El mundo no lo cambia la política. La política impone las ideas que cambian al mundo. Unas ideas que no suelen nacer de la mente de un político profesional, sino, más bien, en los ángulos grises de algún poema disforme.

Estamos cambiando de ciclo, y puede que de paradigma. De la moral hiperrealista del posmodernismo que nos trajo el espanto a la muerte tras la II Guerra Mundial, pasamos a otra razón de ser de la fantasía, de extremos radicales, que algunos (Harlod Bloom, p.e.) ven y apuntan como: caos.

Se vislumbra una nueva era que amenaza desmontar la trama, que parece no querer exponer un planteamiento y urdir un nudo que resolver con un desenlace y un final. Una época de voces poliédricas que quizá algún día alguien denomine del "caosismo" y nos conduzca a la armonía gracias a las nuevas y extravagantes ideas que traiga consigo. Mientras tanto, los políticos profesionales, de los derechos perdurables en un presente continuo, harán lo que puedan, con las viejas ideas de siempre, ciñéndose a lo políticamente correcto que marque la censura de sus respectivos auditorios; en la certeza de que la vida es desmontable… y los sueños, no.

La vida es desmontable…