viernes. 29.03.2024

Quijotes del Siglo XXI

El espíritu que lleva a estar enfrente del poder, no resta el afán de buscar lo mejor de cada opción política.

Allá por los años 70, un gran amigo, ex oficial de la Royal Navy, me contó cómo nos veían los ingleses, entonces. Dijo que nos consideraban toscos, y a la vez, y paradójicamente, caballeros en el sentido más noble del término. Recuerdo que puntualizó: «Quijotes; los españoles sois quijotes. Vosotros acuñasteis la expresión; creasteis el calificativo».

Lo mismo que un policía o un militar debe hacer ejercicios para mantenerse en forma; los políticos (y quienes manifiesten y sientan una verdadera inquietud política) deberían practicar el mejor ejercicio que existe para dialogar, debatir y discutir con eficacia; un ejercicio simple en el concepto pero difícil en la ejecución: ponerse en el lugar del otro.

Ahora más que nunca, en este tiempo nuevo que tiende al extremismo, al radicalismo y al enfrentamiento, es imprescindible saber asumir el papel del contrario, del distinto, del que piensa de otro modo; vestir su camisa, imbuirse en su yo, tratar, por todos los medios, de sentir lo que siente él.

El otro día, en una tertulia, alguien propuso ponerse en el lugar de un canalla, en el pellejo de un criminal, dentro del cerebro, el corazón y el alma de un asesino; rizar el rizo; si ya es difícil con un semejante; pensar y sentir como un canalla sin escrúpulos, mucho más. La propuesta, dirigida a todos y cada uno de los seis componentes de la tertulia, se hizo para saber qué preferiría un tipo de esa calaña para matar a una o muchas personas: armas o dinero. La respuesta fue inmediata y unánime: dinero. No hubo dudas. Si quieres matar a alguien es infinitamente mejor tener dinero que tener armas. (Me recordó la máxima de los antiguos almacenistas: Comprarás y venderás, pero no fabricarás. Para ganar es mejor no mancharse las manos, y, mucho menos, de sangre.)

El espíritu que lleva a estar enfrente del poder, no resta el afán de buscar lo mejor de cada opción política. En esa búsqueda, lo óptimo, lo deseable, es hallar un “denominador común”; algo en lo que todos los gobiernos de todas las naciones estén de acuerdo, piensen y actúen igual.

Siguiendo esa línea se observa que cualquier ideología política que ostente o haya ostentado el poder ha ejercido el monopolio del uso de la violencia. Todos sostienen lo mismo: Las armas son muy peligrosas y no pueden estar en manos de cualquiera. Incluso en los EE. UU., el país más liberal en ese sentido, la posesión privada de armas está muy limitada. Nadie duda de que la Defensa, los ejércitos, las armadas, lo militar debe ser público, de gestión y propiedad exclusivamente pública.

Si puestos en la piel de un canalla es preferible el dinero a las armas a la hora de querer matar. Si el dinero es el arma más efectiva que existe…, ¿por qué el comercio del dinero no es monopolio de los estados al igual que lo son los ejércitos y el uso de la violencia?

«Creo que las entidades bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que todos los ejércitos permanentes. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos privados, y todas las entidades que florecerán entorno a ellos, privaran a los ciudadanos de lo que les pertenece, primero con la inflación y más tarde con la recesión, hasta que sus hijos se despierten, sin casa y sin techo, en la tierra que sus padres conquistaron». ─Thomas Jefferson

«arrebátese de aquellas manos [de personas y sociedades privadas] ante todo el comercio del dinero». ─Friedrich Nietsche

No estoy pensando en privatizar la banca, ni muchísimo menos; podría ser lo mismo… o peor. La Libertad debe de estar por encima de todo. Sin Libertad no hay vida ni hay esperanza. Quien quiera crear un banco, que lo cree. Estoy pensando en una nueva España donde existan bancos y empresas públicas altamente competitivas que rivalicen con sus homólogos del sector privado y les superen en todos los órdenes.

Veo el entusiasmo de las nuevas generaciones, magníficamente preparadas, moral y éticamente muy por encima de las que hemos visto hasta ahora; hombres y mujeres cuyo baluarte primordial en la vida no es el dinero; personas que aman el trabajo y cuya principal retribución es la honrosa satisfacción de la labor bien hecha; admirables quijotes del siglo XXI; trabajadores y profesionales con vocación de servicio que quieren que su esfuerzo revierta en todos sus conciudadanos, no solo en un determinado grupo de accionistas.

Con esa fuerza humana, los bancos y empresas públicas españolas serían un ejemplo de excelencia para el resto del mundo, como hoy lo es nuestro admirado Sistema Público de Asistencia Sanitaria Universal.

No estoy pidiendo nada extraordinario, estoy pidiendo que vuelva a haber lo que hubo, volver a tener lo que tuvimos: un Banco Hipotecario, un Banco Exterior de España, una Caja Postal de Ahorros, un Correos y Telégrafos, una Compañía Telefónica Nacional de España, una Refinería de Petróleos de Escombreras, una Hidroeléctrica Española, un Instituto Nacional de Industria, una Empresa Nacional Bazán, etc., etc.

No estoy hablando de recomprar nada; sería otro despropósito; se pagaría, con el dinero de todos, un precio muy por encima del valor de lo que se recompre, e infinitamente menor del precio actualizado por el que en su día se vendió. Hablo de crear un sector público nuevo, eficaz y potente, que compita con el privado y ayude a engrosar las arcas de Estado. Si solo se cuenta con los ingresos por impuestos nunca se sacarán los pies del plato y seguiremos sujetos a las imposiciones de nuestros acreedores.

Quijotes del Siglo XXI