sábado. 20.04.2024

Igualdad ante la vida

Bandera.

Los colores de la bandera de España (los mismos que los de Cataluña) definen bien a un pueblo distinto y distinguido, variopinto y difícil de entender; y a una nación grande, extraordinariamente hermosa, diferente y difícil de explicar

“Dios creó al hombre y Samuel Colt los hizo iguales”. Una forma trágica de alcanzar la igualdad. No menos que la otra de hacer la paz con el “Peacemaker” de cachas blancas, el famoso revolver de Oeste Americano. Está claro que el señor Colt tenía un modo muy particular de ver las cosas.

Siempre he dicho que sabemos la teoría, pero nadie conoce la forma eficaz de llevarla a la práctica. Quizá en esto consista el hacer político. Quizá deberíamos desmitificar un poco el ejercicio de la política. Quizá la política debería de estudiarse como una ciencia tecnológica más que como una ciencia social.

Maxwell desarrolló la teoría de la radiación electromagnética mucho antes de que Marconi construyera el primer radiotransmisor. Los valores de la Revolución francesa emanan de la Ilustración, y los de esta, de la Antigua Grecia. Pero todavía, aquellos, no ha sido posible implantarlos.

Hemos alcanzado considerables cotas de libertad, la libertad beneficia a todos (a unos más que otros); la fraternidad se desarrolla tímidamente en los movimientos de voluntariado, crowdfundig y en las oenegés; pero la ‘igualdad’ parece resistirse, no conseguimos implantarla. A los políticos y a los voceros a sueldo de los políticos se les llena la boca con la frase: En España todos somos iguales ante la Ley; o la que se oye últimamente: La ley nos hace iguales; frase que parece sacada del viejo slogan publicitario que mencionaba al principio.

Un autónomo, ante Hacienda, no es igual que una gran compañía; esta tiene servicios jurídicos para recurrir y pleitear, respaldo financiero y el poder chantajista de los puestos de trabajo que aporta a la economía del país. El autónomo no tiene nada, solo su trabajo si le sonríe la suerte y la buena salud. Un ciudadano cualquiera, ante una gran empresa, es un “cliente de particulares”; mientras que una empresa (y sus dueños o principales accionistas) es un “cliente de empresa” con determinados privilegios, y si esta empresa es más o menos grande, puede ser considerada como “cliente de grandes cuentas” con multitud de prebendas. Una anciana viuda que cobra la pensión mínima, obligadamente a través de una cuenta bancaria, paga 15€ cada tres meses para el “mantenimiento de la cuenta”; casi el 10% de sus ingresos. Mientras que un millonario cobra réditos por tener su dinero en el banco, y, además, es descaradamente catalogado como “cliente preferente”. El sistema financiero le da más al que más tiene y le quita más al que menos tiene. Puede que técnicamente seamos iguales ante la Ley; pero no lo somos ante la vida.

Escribo este artículo a unos días del 1-O, después de haber recibido por las redes sociales un audio que comienza con: “Españoles:..”, y continua despotricando contra los independentistas catalanes, animándome a ir a la puerta de mi ayuntamiento el próximo sábado, víspera de 1-O, con una bandera de España. La locución termina con el habitual: “pásalo”. Dicen que se está haciendo viral, y recibe réplicas de todos los colores. Transcribo una (también de un audio) que me ha hecho mucha gracia: La ‘Alejandro Farnesio’, 4ª Bandera de la Legión con sede en Ronda, desfila por la Diagonal el próximo uno de octubre. Son dos mil seiscientos legionarios más la cabra.

Conocida la noticia, un portavoz de los independentistas dice que van hacer una ristra de salchichas con la cabra para merendarlas con monchetas, después del desfile, y bailar una sardana.

El coronel del Tercio no ha tardado en salir al paso: Me parece muy bien la iniciativa: la cabra está vieja y, además, es atea. La Legión se sumará a la fiesta, aportará cien litros de leche pantera y bailará la sardana a paso legionario.

Los colores de la bandera de España (los mismos que los de Cataluña) definen bien a un pueblo distinto y distinguido, variopinto y difícil de entender; y a una nación grande, extraordinariamente hermosa, diferente y difícil de explicar. (No hace mucho, en una comida con tres estudiantes de la UMU, una china, otra argentina y otra francesa, la china dijo: “España es un país importante. Lo que no entiendo es cómo los españoles no lo saben”). Sí, las banderas de España y Cataluña son luminosas y muy bonitas. Pero puede que ya vaya siendo hora de que la poética concepción de las banderas empiece a estar relegada en las vitrinas de los museos. Y que algún día, en todos los mástiles de la tierra, solo ondeé la no menos luminosa bandera azul de la ONU. (El azul es el color del planeta, el único hogar de los seres humanos).

Ya lo expuse hace un par de años: “El nacionalismo es una enfermedad infantil”. (No lo digo yo, lo dijo Einstein). Y las enfermedades se han de tratar de la forma menos agresiva posible. Aunque lo ideal es la medicina preventiva; vivir una vida saludable; mantenerse activo mental e intelectualmente; alejarse de los violentos y estar alerta ante los codiciosos sin escrúpulos que compran voluntades; esos que hacen que no creamos en nosotros mismos como especie, que guardan el gusano dentro, que terminan pudriendo el cesto de las manzanas. Ellos: los egoístas patológicos, los cínicos de sonrisa y verborrea encantadora; son el gran problema. No son pocos, pero son minoría. Carismáticos e inteligentes, conocen la teoría como todo el mundo, si quisieran, reflexionarían y saldrían de su sinrazón. Pero quizá no puedan; parecen tener el alma helada; no conocen la técnica; son incapaces de tratar de amar al prójimo, la vieja y única forma de llegar a instaurar la igualdad ante la vida.         

Igualdad ante la vida