viernes. 26.04.2024

El arte de engañar sin decir mentiras

Lo que caracteriza a los políticos, en lo que coinciden plenamente, es en el ansia obsesiva por alcanzar el poder.

No me gusta la política y estoy un poco harto de ella, se ha profesionalizado y tecnificado deplorablemente.

Dicen que se puede conocer a una persona según sus gustos. Puede ser. Pero también puede ser una fórmula para equivocarse. Porque por más que la psicología diga lo contrario, no es fácil conocer a una persona que no se conoce a sí misma; que no sabe, a ciencia cierta, cómo actuaría o cómo reaccionaría ante según qué circunstancias.

Una de mis películas preferidas es, o fue, Doctor Zhivago.

Hace poco vi La habitación. Durante la primera parte estuve a punto de salir de la sala, no resistía el claustrofóbico horror de la historia. Y en la secuencia que da comienzo a la segunda parte, estuve tenso un par de minutos y noté en el pecho el corazón acelerado. Una película extraordinariamente dura. No leí la sinopsis, si la hubiese leído antes, posiblemente, no la habría visto. Pero no me arrepiento. Ahora, una vez bien digerida, aprecio el poso que deja: hay gente muy mala que parece normal, y el horror comienza utilizando la seducción y el engaño.

En la mentira está el origen de todos los males.

Durante mucho tiempo me he estado preguntando por qué habrá gente de “izquierdas” y gente de “derechas”. Cuál es la razón intrínseca que les hace decantarse por una u otra opción.

Dejando a un lado circunstancias e intereses personales, ¿hay un “componente biológico” en la persona que la decante hacia una opción u otra? (Hace unos años escribí un artículo en el que defendía esa posibilidad). Y suponiendo que así fuese, ¿qué piensan los unos y los otros; en qué realidades se basan; cómo justifican y con qué respaldan sus criterios? (Antes de seguir, creo que no es preciso que subraye que hay infinidad de personas que se alinearán a uno u otro bando por razones de lo más arbitrario y peregrino). Me refiero, exclusivamente, a los que se dicen o se sienten de “izquierdas” o de “derechas” con absoluta convicción. Estos, ¿qué concepto tienen del ser humano, cómo creen que somos? Y, en su caso, ¿en qué podrían coincidir?

Basándome solo en lo que he percibido a lo largo de una vida que ya empieza a ser muy larga, me atrevo a afirmar, jocosa y exageradamente, que “los de derechas” creen más en el individuo y “los de izquierdas” en la colectividad; “los de derechas” se sienten generosos y “los de izquierdas” solidarios; “los de derechas” preferirían morir de hambre antes que perder la Libertad y “los de izquierdas” se consideran moralmente superiores porque la suya es la única y verdadera Verdad; “los de derechas” sueñan con el cielo de la vida eterna y “los de izquierdas” sueñan con un cielo en la Tierra; “los de derechas”  piensan que “el órgano más sensible del cuerpo humano es la cartera”; y “los de izquierdas” igual, pero no tanto. “Los de izquierdas” quieren repartir mejor la riqueza; favorecer a los más necesitados. “Los de derechas” quieren generar más riqueza; que todos vivamos mejor, incluso los que ya viven estupendamente. Tanto unos como otros dan por seguro que se vive mejor con más dinero. Y ninguno se para a pensar que “no solo de pan vive el hombre”.

Lo que caracteriza a los políticos de ambos grupos, en lo que coinciden plenamente, es en el ansia obsesiva por alcanzar el poder. Y para ello emplean la misma herramienta: la política como metáfora de engaño y seducción, de verdades a medias, de “mano derecha” o “mano izquierda”, de perversas calumnias y estudiados silencios.

Este año que se conmemora el IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes , todos los políticos, los nuevos y los viejo, darán por supuesto haberlo leído, pero muy pocos recordaran, y ninguno tendrá presente, lo que Don Quijote dijo a Sancho: «Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén». ─Miguel de Cervantes Saavedra. “Don Quijote de La Mancha”.

Los políticos de hoy, los de un bando y los de otro y los que dicen estar en el medio, hacen más caso a las Matemáticas que a las Humanidades.

Estoy harto de la política porque ha copiado las técnicas del marketing; y el marketing es el arte de engañar sin decir mentiras. 

El arte de engañar sin decir mentiras