sábado. 20.04.2024

La fe del dinero

Una de las muchas diferencias entre la religión entendida como credo y doctrina y la espiritualidad que comporta una manera de existir en armonía...

Una de las muchas diferencias entre la religión entendida como credo y doctrina y la espiritualidad que comporta una manera de existir en armonía y respeto con la naturaleza y con los demás, consiste en que la primera necesita, para sobrevivir, tener y mantener una propiedad terrenal registrada y por supuesto, representar lo que se aspira a alcanzar: si se quiere alcanzar la salvación, esto es, la felicidad eterna, hay que bautizarse, comulgar, besar el anillo a San Pedro, corromper la conciencia a través de una declaración privada (que, en teoría nadie registra y que puede ser oportunamente utilizada en cualquier momento y circunstancia), flagelarse o cargar con esculturas que se entienden como imágenes, y, en último lugar, aparecer en una Iglesia sin vida, en una caja de madera con un crucifijo, e incluso, después, durante  el momento de la resurrección, por lo visto ahora que estamos en el siglo XXI,  montarse en medios electrónicos...  Y, entre medias, incienso, mirra, oro, laurel, y todo tipo de especies: el cordero, el buey, la mula, el niño, el pescado, la carne etc. Y todo ello, en solfa, acompañado de la música de órgano a ritmo constante de nota sobre nota.

En la espiritualidad, no hay más que manifestaciones de creencias que, en ocasiones, son consuetudinarias y casi todas tienen un fin ético y racional: darse la mano, cenar en familia en Navidad, acudir a una manifestación, estar en una asociación humanitaria, etc.; pero en la mayoría de las ocasiones estas manifestaciones están basadas en conocimiento empírico porque en la vida real hay más aplicaciones de ciencia que de las costumbres; estas aplicaciones científicas son, por ejemplo,  beber agua, leer y escribir, alimentarse bien, hacer ejercicio, cuidarse mentalmente y físicamente. Espiritualidad supone, ante todo, cultivar frente a esgrimir, esto es, todo lo que lleva a una situación de la conciencia basada en la experiencia.

La espiritualidad es previa a la religión, puesto que la religión funda un sistema de dominación que conecta directamente con un poder político establecido. La espiritualidad tiene su origen, por supuesto, en las primeras formas de socialización de la humanidad; hay espiritualidad en el hombre que descubre el fuego, caza animales, o en el que aprende a pintar, pero también en la civilización China occidental, en África o en los pueblos precolombinos. Europa, también tiene su propio acervo espiritual que sin duda comienza en la Grecia antigua y que se prolonga, por decirlo en palabras de Allan Bullock, como una tradición humanista. Nuestra costumbre espiritual alberga las primeras reflexiones sobre los sentidos y las percepciones, esto es, las estructuras cognitivas primarias: Los presocráticos como Parménides o Heráclito no cesaban de proponer un orden natural del Universo, es decir, configuraban lo permanente de la existencia universal del ser humano: los números, las letras, el agua, el fuego, la tierra, etc. Lo importante, no era con todo, las propiedades permanentes sino la fundación de un tipo de introspección a través de la búsqueda interior de la conciencia reflexiva. Y, así, desde Platón a Aristóteles, pasando por Galileo, Newton y Beveridge, por poner algunos ejemplos aleatorios, hemos ido conformando una relación entre todas las personas y una estructuración política, social y económica que es el Estado del bienestar.  El problema está en que el mundo terrenal de lo dogmático no lo puede tolerar. Y así, hay una guerra entre fe, entendida como búsqueda del beneficio individual y razón que tiene un componente espiritual y ético.

Desgraciadamente para nuestro tiempo, el futuro de la fe se basa en concebir cuestiones tan extrañas como otorgar que el origen y el final de la vida lo da un ente superior que los hombres llaman dios y que, toda acción humana es designio divino, es decir, elimina en realidad la libertad de decidir, de definirse y de auto-determinarse. Desafortunadamente, la sinrazón está también instalada en la política en toda Europa, especialmente en la Comunidad de Madrid, gobernada por Ignacio González, donde hay más recursos en proporción, para centros concertados que para públicos, hay corrupción en los sistemas de acceso a la función pública, no hay asistencia sanitaria a una persona inmigrante, se cobra un euro por receta para recaudar más y a continuación, se bajan los impuestos, los parados pagan medicinas… Esto es lo contrario de lo que todo el mundo sabe como comportamiento ético o lo que es lo mismo, políticas que vayan contra los problemas de los ciudadanos más débiles dentro del sistema capitalista y que se basa en la capacidad de anticipar y tratar de solucionar la dificultad. Son políticas que van contra lo espiritual de nuestra sociedad en nombre del gobierno del más fuerte. La fe del dinero.

La fe del dinero