viernes. 29.03.2024

Podemos, el despertar de las ensoñaciones populistas

Las elecciones andaluzas han sido el primer toque de realismo al que Podemos ha tenido que enfrentarse.

Si la crítica teórica a los postulados populistas basados en la teoría de Laclau [1] no han servido de mucho, como suele ocurrir en toda polémica doctrinaria, los hechos, tan tozudos como clarificadores, deberían servir a modo de despertador para que los dirigentes de Podemos, principalmente Iñigo Errejón, Monedero y, en menor medida, Pablo Iglesias, despierten de sus ensoñaciones populistas.

Las premisas del populismo, tal como lo entiende Laclau: significante vacío y flotante [2], cadena equivalencial, frontera dicotómica, constitución del pueblo, etc. pueden tener algún sentido político-practico en países poco estructurados socialmente y subdesarrollados económicamente, donde una gran parte de la población, fundamentalmente indígena o mestiza, se encuentra secularmente excluida y marginada. Nadie puede negar el logro que ha significado sacar de esa exclusión y marginalidad a millones de personas. Pero carece de sentido, tanto teórico como practico, tratar de aplicar los postulados de Laclau en la Europa desarrollada, aunque se encuentre inmersa en una grave crisis sistémica, capaz de producir el espejismo populista de la ruptura radical entre “los de arriba” y los de “abajo”. Adiós a la regla de oro de todo político serio y consecuente: análisis concreto de la situación concreta. Lo que no es posible sin instrumentos científicos de análisis de la sociedad. Instrumentos que no pueden obviar la realidad del sistema productivo y las relaciones sociales en que se constituyen, así como la capacidad de los seres humanos de actuar y pensar.

Las elecciones andaluzas han sido el primer toque de realismo al que Podemos ha tenido que enfrentarse. No es de extrañar el desconcierto inicial y las contradicciones tácticas posteriores, parece que finalmente superadas. Las próximas elecciones municipales y autonómicas, de acuerdo con las proyecciones estadísticas de voto disponibles -en general bastante coincidentes- parecen confirmar que en nuestro país, con una cultura de izquierdas, una larga tradición de lucha, y una reestructuración de las fuerzas políticas en pugna, resulta descabellada la propuesta populista, que presupone una clara ruptura dicotómica (arriba-abajo) aunque tenga un carácter progresista. El rechazo generalizado a la corrupción y a las políticas de austeridad no se articula en una respuesta común, en un constituirse como pueblo, de la gran mayoría de la ciudadanía frente a la minoría elitista (casta), sino que se articula en diferentes propuestas o demandas que responden a los diferentes intereses y percepciones de la salida de la crisis y lucha contra la corrupción de las distintas clases y grupos sociales de nuestro país. El espejismo ha podido mantenerse mientras solo aparecía como propuesta de cambio Podemos debido a la inoperancia de Izquierda Unida, el desprestigio del bipartidismo, y lo testimonial de UPyD. Si nos atenemos a la primera experiencia electoral en Andalucía, donde las fuerzas en pugna están bastante diferenciadas, venos como la configuración política se van agrupando en los cuatro polos referenciales de PP, Ciudadanos, PSOE y Podemos, con la presencia de Izquierda Unida muy reducida pero no desaparecida. Los electores terminan poniendo a cada uno en su sitio. Y, por mucho que se pretendan más allá del bien y del mal (izquierda-derecha) la realidad es que el electorado ubica a Podemos, como una opción de izquierdas, eso sí, confusa y difusa. Su atractivo, gracias a su calculada ambigüedad, aunque cada vez más “centrada”, se desvanece cuando Ciudadanos actúa como un polo de atracción de una parte del descontento de centro-derecha. Y si Izquierda Unida es capaz de reaccionar con inteligencia, evitando disparates como la candidatura a la municipales de Madrid, también lograran recuperar parte de su anterior electorado. Paralelamente debería realizar una profunda y exhaustiva reflexión critica, que culmine en un congreso de renovación y refundación. Proceso en el que debe jugar un papel destacado, por no decir determinante, el movimiento obrero, y particularmente CC.OO.

El resultado final es un más que digno, yo diría que sobresaliente, papel de Podemos como una opción de izquierdas capaz de movilizar a esa parte del electorado progresista decepcionado, harto e indignado, abocado a la abstención, y ofrecer un cauce político nuevo a los movimientos sociales, que inexplicablemente no ha conseguido aglutinar Izquierda Unida, para sorpresa de muchos de sus militantes. De ahí la inocultable decepción de los dirigentes de Podemos ante el muy bueno, pero insuficiente desde la perspectiva populista, resultado electoral en Andalucía.

Salvo que la próximas elecciones municipales y autonómicas supongan un autentico cataclismo, lo que no parece muy probable, lo más fácil es que Podemos se convierta en una fuerza determinante, si juega bien sus bazas políticas, para la alternancia de izquierdas. Pero tendrá que definirse y actuar como una fuerza netamente de izquierda radical, sin intentar ocupar el papel reformista de la socialdemocracia, aunque sea escandinava, reduciendo al al PSOE a un partido minoritario. Lo contario les llevará a encasillarse en la inoperancia política, como le ha ocurrido el movimiento italiano 5 Stelle. Y eso significa, entre otras cosas, que es necesario plantearse seriamente construir una unión amplia de izquierdas, al estilo de Syriza (Izquierda Radical) principalmente con Izquierda Unida, pero también con el resto de movimientos progresistas, ecologistas, feministas, etc.

Despierto del sueño gratificador de “asaltar los cielos”, o lo que es lo mismo, conseguir una amplia mayoría absoluta en las elecciones generales, conviene poner los pies en la tierra, reconocer y reconocerse como lo que son para la ciudadanía, e impulsar un movimiento unitario, sin sectarismos, que conforme un nuevo bloque de izquierdas, con imaginación, sin dogmatismo, con una valoración operativa y no solo utilitaria de los movimientos sociales. Un precedente pueden ser plataformas electorales como Ahora Madrid, o Barcelona en Comú. Porque es evidente que en España, como en todo país desarrollado, inmerso, con mayor o menor intensidad, en el proceso de la mayor trasformación del sistema productivo de la historia, la Revolución Digital, la izquierda solo logrará la tan cacareada hegemonía, necesaria para conquistar democráticamente el gobierno, cambiar el sistema de poder y trasformar la base económica en sentido socialista, con propuestas acordes con las exigencias de nuestro tiempo. Una izquierda que, sin complejos, proponga la salida socialista a los problemas generados por el capitalismo financiero y la utilización del Estado como aparato de dominación. Propuesta que no significa, bien al contario, que el socialismo sea una realidad que emana por si sola del sistema capitalista, sino un horizonte estratégico hacia el que orientar la acción política dentro de las conquistas irrenunciables de la Democracia (ampliada) y el Estado de Derecho y del Bienestar. Porque de nada le sirven a un navegante los vientos favorables si no se sabe donde ir.


[1] La razón populista. Ernesto Laclau. Fondo de Cultura Económica. 2005

[2] Dice Laclau: … por lo tanto, significantes vacíos y flotantes deben ser concebidos como dimensiones parciales –y por lo tanto analíticamente delimitables– en cualquier proceso de construcción hegemónica del “pueblo”.

Podemos, el despertar de las ensoñaciones populistas