jueves. 28.03.2024

Los sin techo de Esperanza Aguirre

Era niño, en los años cincuenta del pasado siglo, cuando mi padre me dijo: "cuando está presente la caridad desaparece la lucha por los derechos".
viridiana
Fotograma del filme 'Viridiana' de Buñuel.

Era niño, en los años cincuenta del pasado siglo, cuando sorprendido porque jamás vi dar a mi padre una limosna, recibí de él una respuesta contundente: "cuando está presente la caridad desaparece la lucha por los derechos" me dijo. Años más tarde, ya de joven, y en plena efervescencia ideológica,  viendo los films proscritos de Sergei Eisenstein "La Huelga" o "Viridiana" de Luis Buñuel, además de otras lecturas mas "densas", comprendí el significado de esas palabras así como el de otras: "lumpemproletariado" por ejemplo. Y no tengo años, ni ganas, para explicar demasiado lo que ya son para mí conclusiones definitivas sobre ciertas formas de comportamiento social. Visto todo ello y desde una reflexión de izquierda, laica y republicana. Lo digo para que nadie se líe.

Sin embargo hay gente en la izquierda más esclava que prisionera de la cultura judeo-cristiana que históricamente nos es común. Y confundiendo el culo con las témporas se apresuran en lo privado y en lo público a manifestar conductas propias de la piedad religiosa, la caridad cristiana y la misericordia con la pobreza social extrema. Valores éticos de cuya buena fe ni niego ni reniego, pero convencido de que según se actúe con respecto a ellos nos conducen al despeñadero del mantenimiento de situaciones injustas ajenas a los derechos humanos. Porque la limosna en dinero o en especie como pago para superar la mala conciencia propia de las injusticias sociales; y la cronificación, mediante el “buenísimo social”, de la indigencia, manteniendo situaciones humanas insoportables por el procedimiento de "lavar los pies del leproso" es, según mi opinión, un despropósito social inaceptable en este siglo de derechos civiles y modernidades tecnológicas varias.

Y esto es y no otra cosa lo que sucede en la Plaza Mayor de Madrid, donde todas las noches grupos de distintas confesiones religiosas y otros bienintencionados alimentan (a veces tras cantar unos salmos) y dan compañía a personas en estado socialmente inasumible cuyo número aumenta de día en día en gran medida por esos servicios misericordiosos. Escena que se repite noche tras noche sin que la situación terrible, el estado calamitoso y las condiciones sanitarias e higiénicas de dichas personas mejoren o vayan a mejorar en absoluto. Eso no está en el guión. Solo la piedad. De manera que nuestra plaza más históricamente emblemática se debate cotidianamente  entre el reclamo olímpico del “relaxing cup of Coffee” y la miseria social extrema para espectáculo y  curiosidad turística de ciudadanos comunitarios,  de mirones nocturnos y de otros esporádicos de  los medios de comunicación, ya que la cosa da para buenos reportajes

Esa imagen de miseria y desorden presenta un irreal espejo social de una crisis que es mucho más brutal y dura que lo allí vídeo-fotografiable. La insoportable presión fiscal y financiera sobre las clases populares y medias de España no están expresadas por las 700 personas que en Madrid duermen al raso ni son su paradigma. Y si hay quien cree que combate la crisis dando limosna se equivoca por completo. La desestructuración social y la marginalidad no son la metáfora principal de nuestros problemas urbanos, aunque sean una parte de un drama humano singular que es inaceptable el mantener en esas condiciones. Por eso cualquier política de progreso pasa por no aceptar que esa situación se mantenga ni un día más. Por dignidad y por una humanidad con derechos. La protección social es una función social irrenunciable del estado y es a él al hay que exigírselo.  O cambiar a sus gestores, si no la cumple en su integridad.

Y llegan las elecciones. Tal vez por su tirón mediático o porque la castiza candidata se pone el mundo por montera, más voluntariamente que fruto de la casualidad, Esperanza Aguirre suelta la prenda de que este asunto tiene que acabar y lo proyecta en un acto público sobre sus planes para el turismo en Madrid. Y aquí es cuando se monta la parda. Vaya.

Conocidas son las reacciones de todo tipo en distintos medios de comunicación, partidos políticos e instituciones y personas varias. Pero tal vez nadie conoce exactamente cuál es la reacción que importa que es la de la ciudadanía. Son esos estados de opinión las que dan y quitan mayorías. Son esas mayorías las que permiten afrontar de una manera u otra los problemas urbanos y sociales concretos. Que no otra cosa es la función de un alcalde. Por ello uno tiene la impresión de que no poca gente de la izquierda social madrileña está aportando votos día a día a la candidata popular; que campa por sus respetos diciendo lo que le place sobre lo que hay que hacer mientras que el respetable en la contienda se contenta con criticar y escandalizarse con lo que dice la candidata Aguirre. Como si esas "meteduras de pata" no fuesen estudiadas. Como si eso no le diera votos... Como si no tuviese techo. Y para que tenga un buen suelo no faltan voluntarios entre la gente progresista que le pone alfombra. Todos los días con sus noches. También las de la Plaza Mayor. 

Los sin techo de Esperanza Aguirre