jueves. 28.03.2024

No pienses en lo que dice Díaz Ayuso

El libro publicado por vez primera en 2004 “No pienses en un elefante” de Georges Lakoff parece más famoso por el uso indiscriminado de su título que por el esmero de sus lectores en asumir su contenido. No soy nada partidario de extensas citas textuales pero creo que esta vez es más que necesario. Resulta imprescindible.  Ya en su introducción se nos señala que “El gran logro de la estrategia de los conservadores ha sido el de estructurar todos los asuntos políticos en torno a unos valores básicos y profundamente asentados en la mentalidad de gran parte de los ciudadanos. Profundizando ese sistema de conceptos y valores, los intelectuales al servicio de los republicanos estadounidenses han sido capaces de elaborar un discurso articulado y un lenguaje eficaz”.

Pero lo que me parece esencial para este momento español se puede conectar con lo que Lakoff escribió hace 17 años casi milimétricamente “En el mundo progresista hay mucha gente que piensa que lo bueno es lo que hace uno. Es muy poco hábil. Es una autoderrota. Y lo peor es la serie de mitos en los que creen liberales y progresistas. El origen de estos mitos es bueno, pero acaban perjudicándonos una barbaridad. Estos mitos datan de la Ilustración, y el primero de ellos dice así: La verdad nos hará libres. Si nosotros le contamos a la gente los hechos, como la gente es básicamente racional, todos sacarán las conclusiones acertadas. Pero gracias a la ciencia cognitiva sabemos que la gente no piensa de esa manera”.

Por ello Lakoff concluye que: “La neurociencia nos dice que cada uno de nuestros conceptos —los conceptos que estructuran nuestro modo de pensar a largo plazo— están incrustados en las sinapsis de nuestro cerebro. Los conceptos no son cosas que pueden cambiarse simplemente porque alguien nos cuente un hecho. Los hechos se nos pueden mostrar, pero, para que nosotros podamos darles sentido, tienen que encajar con lo que está ya en las sinapsis del cerebro. De lo contrario, los hechos entran y salen inmediatamente. No se los oye, o no se los acepta como hechos, o nos confunden. ¿Por qué habrán dicho eso? Entonces calificamos el hecho de irracional, de enloquecido o de estúpido(lo marcado en negrita es autoría de quien escribe esta tribuna).

Cuesta comprender el que no se haya detenido apenas en las enseñanzas de uno de los grandes maestros de la estrategia en ese campo. Porque es más que fácil de identificar los errores cometidos por los progresistas madrileños desde hace demasiado tiempo y, particularmente, en este últimos año de estrés pandémico y de crisis política sin precedentes en Madrid. Precedido de errores sistemáticos durante veintiséis años de control político por la derecha de la Comunidad de Madrid.

El mensaje oportunista de la derecha obvia de tal manera la realidad que ha creado un mundo político paralelo en la mentalidad de los electores en un amplio espectro y no solo en sus caladeros más reaccionarios

Así las cosas, un momento decisivo como este puede servir para cambiar una dinámica y reorientar el camino. Al menos debe intentarse. Confrontar con los hechos no basta. Porque el mensaje oportunista de la derecha obvia de tal manera la realidad, que ha creado un mundo político paralelo en la mentalidad de los electores en un amplio espectro y no solo en sus caladeros más reaccionarios. Ha ido introduciendo un mensaje en el subconsciente colectivo como lluvia fina durante un año desde que comenzaron las famosas manifestaciones “liberales” de Núñez de Balboa. Porque el deseo, casi visceral, de finalizar con los confinamientos en una sociedad tan gregaria como la española y particularmente la madrileña, se ha cristalizado en la contraposición con las medidas de control sanitario exigidas por los expertos y la comunidad científica. Porque el ataque despiadado y consciente a Fernando Simón era parte de esa estrategia.

También porque el enfrentamiento con el gobierno de la nación y su presidente Pedro Sánchez era medido y calibrado en esa dirección y para ello se ha contado con un abuso permanente de las redes sociales y de la manipulación mediática. Pero también cada boutade, cada “hecho irracional, enloquecido o estúpido” de Díaz Ayuso ha sido incomprensiblemente viralizado durante un año por la oposición y las gentes progresistas, contribuyendo a multiplicar la proyección geométrica de su difusión. Cada día, durante meses, su equipo de estrategia ha marcado la agenda del discurso político propagandístico mediático, obviando por completo la gestión de la cosa pública, que es para lo que fue elegida, aunque parece que su destino personal ya es otro. No, Los hechos no importan en ese mundo de la virtualidad política paralela en que nos encontramos. Y no se ha sabido salir ni bien ni mal de esa trampa saducea.

Solo a modo de ejemplo. La izquierda española en general lleva décadas sin asumir los cambios en los comportamientos políticos de algunas de las estructuras socioeconómicas que forman parte de nuestro tejido productivo y el empleo. Abandonar la influencia política en los autónomos y pymes, creyendo que los acuerdos con sus representantes patronales influyen en las respuestas políticas de sus integrantes, es propio de uno de los grandes déficits de los progresistas: su escasa y progresiva reducción de influencia en esos sectores y, por tanto, su desconocimiento de ellos, de su problemática interna y de sus flujos de opinión.

Con unos sindicatos esencialmente organizados en la administración pública o en grandes conglomerados de la industria y los servicios poca relación se tiene con un sector como el de la hostelería, el comercio minorista y otros sectores de consumo. Precisamente los que comportan una menor `patrimonialización y capitalización. Singularmente los más afectados por las consecuencias económicas del COVID 19. Y los que, como en Madrid, general el 85% del empleo en esos sectores. Que las ayudas reales hayan provenido del gobierno y no hayan tenido efecto político en ellos arroja una pregunta que hoy no deseo hacer. Pero alguno debe de pensar la respuesta.

Por otra parte el discurso a la izquierda genera a veces planteamientos cuasi programáticos que no son precisamente una buena mochila para recuperar oxígeno electoral. Sabemos por experiencia que hasta la derecha en periodo electoral parece casi un programa socialdemócrata. Aunque también se sabe lo que pasa después pero lo neutralizan en precampaña. ¿Alguien a la escucha? Hay propuestas que parecen elaboradas para sucumbir. Patria o muerte. Perderemos. Confrontar los hechos no basta. Hay, como dice Slovan Zizek, que restituir la confianza de la seguridad nacional en la base de la sociedad. Y la magnificación del conflicto es todo lo contrario a eso. Competir para perder es lo último deseable.

Queda sobre todo combatir la soberbia de la derecha, que es un gran pecado católico por cierto. Porque el principal déficit actual de la derecha madrileña no es por desgracia la corrupción ni la mentira ampliamente comprobada. Tan execrable conducta es más que aceptable por los conservadores y amplios sectores del electorado de centroderecha,  porque prefieren ese “mal menor” a ver comprometidos sus intereses patrimoniales y económicos. A su conceptos previos instalados en su sinapsis cerebral. Y la libre disposición de sus intereses económicos ha operado en esa dirección y han sabido capitalizarlos este año. Si o si. Nos guste o no. Aunque los hechos demuestren que tiene un coste de vidas humanas, Porque, en este caso, la vida tiene un precio. E Isabel Díaz Ayuso se lo ha puesto, con el nombre de Libertad.

Esa soberbia prepotente de la derecha puede ser su talón de Aquiles si la izquierda se comporta en dirección opuesta. A prepotencia y soberbia, gana ella. A demagogia, gana ella. A desparpajo, gana ella. A bulos y datos imposibles de verificar, arrasa. A confrontación ideológica extrema también, porque se sabe que la derecha está especializada en la negación de la política en su propio beneficio. Para que la izquierda gane no basta el mostrar hechos, y menos nuestro eterno y supuesto supremacismo intelectual. No entrar en el juego perverso del conflicto ideológico es capital. No basta con besarse el escudo y convencer a los propios. No podemos oponer sus mensajes populistas sin un relato propio. Otro relato. Y le toca hacerlo a quien corresponde. No nos enfrentamos a tontos, ni a ignorantes, ni a locos. Ya basta. Es el centroderecha, que precipitadamente se ha dado por muerto y dividido, acompañado de su derechita mamporrera que vuelve al vagón de enganche. Ha empezado la campaña. La cosa va en serio. La cuestión es soberbia monopolista del poder o democracia en Madrid. No pienses ni por un segundo en lo que dice Díaz Ayuso. Menos lo repitas. Habla de Madrid. Por favor.

No pienses en lo que dice Díaz Ayuso