viernes. 29.03.2024

Perdedores

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Los norteamericanos tienen una palabra que califica como ninguna otra la primacía del éxito personal sobre cualquier otro valor: Loser (perdedor) es el término que se aplica al paria que, en cualquier segmento social, no alcanza la plenitud del éxito. Ser un Loser en USA es peor que ser un apestado. También en nuestras sociedades, cada vez más individualistas y competitivas, ser un perdedor no es buena cosa. En cualquiera de los ámbitos en que nos movemos sean profesionales, familiares o deportivos se huye del perdedor como de la moderna lepra que es hoy el coronavirus. La frase de Goebels que ilustra esta tribuna es, sin duda, el mayor epitafio de un perdedor, que lo fue, en el más amplio sentido de la palabra. La idolatría de la manipulación llevada al paroxismo no es otra cosa que el más rotundo fracaso en el orden ético, moral y material del ser humano. Quienes cultivan esas técnicas no son otra cosa que unos perdedores.

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Hoy hay en España una legión de perdedores en acción que crean y difunden consignas estructuradas en una propaganda desincentivadora, proyectándola después en redes sociales o medios de comunicación a través de información manipulada y en memes malintencionados, audios, vídeos y opiniones “espontáneas”  que, en muchas ocasiones, no lo son, pero que difunden ira y frustración colectiva. Son los portadores de la mala noticia. La peor que pueda exisistir o puedan inventar. La conocida como mala baba. Intentan con ello capitalizar la profunda angustia rabia y miedo que esta situación genera. Esta enorme sensación de injusticia en nuestras gentes por estar en riesgo la salud y la vida de los suyos, pero también algo tan importante como es la inseguridad sobre el futuro de las siguientes generaciones. Por otra parte los negacionistas, que solo hace unos meses criticaban a una adolescente de 13 años, porque les ponían deberes inasumibles para su forma de entender la industria y el crecimiento económico  del mundo, se encuentran ahora con que algo mucho más invisible y microscópico pone en jaque todo su esquema de valores y su ideología de poder. En ese contexto (al igual que en otras crisis históricas), una parte de la sociedad busca culpables. Y en ese caldo de cultivo los perdedores actúan en el rio revuelto donde  prevén su ganancia.

Los perdedores operan sobre territorio local. Es su ecosistema. Lo vienen haciendo desde la última crisis financiera del 2007, aún sin culminar, y se han manifestado en tendencias localistas y centrípetas de todo tipo. Populismos y nacionalismos han encontrado ahí sus rampas de lanzamiento para poner en cuestión todos los valores y ordenamiento democrático resultante de la 2ª Guerra Mundial del siglo XX y, en el caso español, desde 1978, los mayores logros del periodo de paz civil y progreso económico en democracia de toda su historia. Importa poco a estos nuevos perdedores (como les importó nada a sus ancestros) los daños irreversibles que producen en el orden íntimo de las personas y sus relaciones más directas. Producen rencor, generan desaliento, desmoralizan psicológicamente a los que desean resistir y vislumbrar el final del túnel. Creen que sobre esa base podrán tomar el poder e, incluso, los más radicales, acuden a su ADN golpista, anclado en el siglo XX, para llamar al ejército a otra asonada en esta grave situación. Como si un llamamiento de este tipo no fuese un de rebelión en nuestro ordenamiento penal. No importa eso a los perdedores de la historia. Su misión es odiar y promover odio y confusión. A cualquier precio.

Debemos impedir la dialéctica de la confrontación a que nos quieren someter para promover la ansiedad y el conflicto ideológico o político entre españoles, porque esa dinámica puede producir también daños irreversibles en las relaciones personales

Por ello debemos impedir la dialéctica de la confrontación a que nos quieren someter para promover la ansiedad y el conflicto ideológico o político entre españoles, porque esa dinámica puede producir también daños irreversibles en las relaciones personales que debemos evitar a toda costa. Se ha visto hace bien poco ese proceso en el conflicto territorial catalán. Queda aún mucho tiempo. Queda mucho sufrimiento. Queda mucho arresto domiciliario colectivo. Y queda mucha incertidumbre personal, social y económica (que se prolongará en un periodo largo y debemos de asumirlo). Por todo eso y por todas las convicciones humanitarias y  democráticas que tenemos, debemos y podemos luchar contra el desaliento y la ira. Es imprescindible transformar toda la capacidad de nuestro cerebro en pensamiento positivo. No es una cuestión política. Es una terapia esencial para resistir esta guerra contra la enfermedad que marcará la psicología social y la historia  de este siglo. No hay otra herramienta mejor como seres humanos y eso excluye el rencor, la ira y la frustración. Comunícate positivamente con todas las personas que puedas. Moviliza los recursos de tu imaginación. Evita y anula la difusión de comunicaciones que generen odio. No entres en el discurso destructivo de los perdedores. Recuerda lo fácil que te resultó mensajear Feliz 2020 deseando paz y amor hace solo unos meses. Pues ahora más que nunca es el momento de demostrar que eras sincero. Con los demás y contigo mismo. No lo olvides. Venceremos, Y lo haremos porque tú, mujer u hombre, no eres un loser, eres un ganador.

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