miércoles. 24.04.2024

Madrid es de derechas. Zamora no

almeida carmena
Manuela Carmena entregando el bastón de mando del Ayuntamiento de Madrid a José Luis Martínez Almeida.

Después de que las dos principales candidaturas de izquierda ganaran las elecciones en Madrid y, sin embargo, no tomasen el poder como consecuencia de nuestro sistema general de segundo grado que nadie durante décadas ha querido cambiar, las diversas tribus errantes de los perdedores de este envite van explicándonos a los sufridos mortales sus particulares formas de ver la derrota y, sobre todo, de endosárselas a terceros. Ya he opinado aquí ('Por un puñado de votos') sobre quién, desde mi punto de vista, es el principal responsable del descalabro. Como era previsible, ni está ni se le espera para asumir lo que le toca. El objetivo principal confesado es ahora no distraerse de exigir la presencia en un gobierno de mayor calado que todo lo cura. Dejar los cadáveres de la gobernanza madrileña en el camino son, claro, gajes del oficio. Pablo Iglesias se viene especializando desde 2015 en chafar a otros concienzudamente expectativas de gobierno, en tanto él no consiga objetivos vinculados a sus tácticas personales. Pero siendo el más importante no es el único elemento a considerar del fiasco madrileño. Hay más.

Una extendida justificación es que el Madrid abierto del abrazo, acogedor de todas las Españas y otras naciones del mundo mundial, la ciudad del entierro del machismo, la capital de la tolerancia, del LGTB y de todas las libertades transversales posibles… es de derechas. Ante tamaña conclusión nada puede hacerse puesto que su conceptualizacion es, como las cosas de la fe, un misterio teologal. Sin embargo esa capital castellana de la España profunda que es Zamora, con alcalde comunista confeso y que ha alcanzado mayoría absoluta en estas elecciones, es un  bastión de la izquierda. Otro misterio sin resolver. ¿O sí se puede?

Las realidades de los balances electorales son, como en los financieros, las tesorerías. Por mucha contabilidad creativa que hagas, si no hay caldo en el puchero, ni muere padre ni cenamos, que dice el refrán popular

Las realidades de los balances electorales son, como en los financieros, las tesorerías. Por mucha contabilidad creativa que hagas, si no hay caldo en el puchero, ni muere padre ni cenamos, que dice el refrán popular. Y el puchero de votos (sin necesidad de cocina) es que la izquierda, entre todas sus opciones, ha obtenido en la Ciudad de Madrid 763.140 votos en las autonómicas y 770.427 en las municipales. Además, ojo al dato para los panegeristas de unas candidaturas personales en detrimentro de otras, obtuvo 718.975 en las Europeas con un candidato como José Borrell. Las diferencias entre las tres sumas son poco relevantes, aunque el bloque se haya repartido de manera distinta. Ha sido el electorado de izquierda quién ha decidido cual era el voto más útil y no sus dirigentes. Gabilondo en una urna, Carmena y Borrell en otras, pero el personal era casi el mismo. En los tres casos las sumas de las derechas era superior, por tanto ningún candidato como tal ha roto la barrera del sonido. Lejos de echarle la culpa al electorado habrá que analizar y preguntarse el porqué.

Durante cuatro años todo lo que ha sucedido en el municipio de Madrid ha tenido un común denominador y un nombre propio. Manuela Carmena. Malo o bueno eso era todo. La ausencia del PSOE en la gestión de un gobierno que apoyó con su voto le llevó a la invisibilidad. Esa especie de limbo político del que algunos esperaban sacar rédito por el fracaso previsible de una alcaldesa cuya impronta personal y personalizada carecía de vertebración política con el electorado. Eso que llaman ausencia de organicidad política. Pero la superabundacia de esa organicidad tampoco ha supuesto históricamente un antídoto de fracasos, que los ha habido y palmarios, con mucho «partido» detrás.

Parece mas fundamental el que la necesaria estructura partidaria de apoyo a la Alcaldía (PODEMOS), se consumió en sus crisis internas a velocidad de la luz; y que el resto de la supuesta candidatura de la ciudadanía resultó ser una clásica y archiconocida mezcolanza grupuscular e izquierdista de tigres de papel de toda la vida del señor. La necesaria vertebración territorial del mensaje político de la Alcaldía,a través de la gestión municipal en las Presidencias de las Juntas Municipales de Distrito, resultó un fracaso por activa y por pasiva. Y esencialmente la parte activa protagonizada por unos Concejales de Gobierno a unas horas y pluriempleados como oposición a otras, han sido causa directa de desafecciones de votos en no pocos territorios de mayoría de izquierda. No hay más que ver el mapa abstencionista y el voto desperdiciado. Sí, son dos concejales perdidos. Como mínimo. Y eso cambiaría las opciones de poder pero no la naturaleza de los problemas endémicos de la izquierda madrileña.

Carmena ha dejado su acta de concejal, deberían de acompañarla, por decencia política, algunos de los que no solo no sumaron ni un voto adicional sino que produjeron bastantes menos

Tampoco los procesos de participación y referendos varios han resistido la prueba de esfuerzo; y las herramientas digitales que se presuponían, ingenuamente, como un patrimonio monopolizado por la izquierda de la nueva política, resultaron ser manipulables por los propietarios de las principales aplicaciones y por la ultraderecha. De manera que la candidatura presentada por Carmena bajo el eslogan de Más Madrid era en realidad un Más Manuela. Una candidata que, en las condiciones descritas, haya conseguido mantener su voto de 2015 hay que considerarlo casi como una heroicidad. Desde los anteriores comicios, el eslogan Ahora Madrid se ha consolidado en Ahora Manuela, pero no ha habido Más. Y cuando en política no hay más, hay menos. El lunes Manuela Carmena dejó su acta de concejal, deberían de acompañarla, por decencia política, algunos de los que no solo no sumaron ni un voto adicional sino que produjeron bastantes menos. Y no hablo únicamente de los que, puestos en pie, ya han tenido su castigo en las urnas.  

Luego la participación política es otra cosa más compleja que las herramientas de comunicación social por muy innovadoras que estas sean. Sabemos por las primarias recientes del PSOE que los militantes activos en Madrid Ciudad alcanzan una cifra superior a 5.000 miembros. Se supone que estar dado de alta y pagar una cuota establece derechos políticos internos, pero no obligaciones de activismo social y, por ello, no se puede considerar ese contingente, en su totalidad, como un vehículo transmisor de liderazgo social que conecte eficazmente con su propio electorado. En los tres comicios recientes de ámbito madrileño, el voto al PSOE ha oscilado desde 223.582 para su candidato en el Ayuntamiento hasta 418.616 y 505.814 para la Comunidad y Europa respectivamente. Pero esas diferencias de votos no han variado, como hemos visto antes, el ¨techo¨de la izquierda, en Madrid, solo lo han recompuesto de forma diferente.

Achacar al candidato novel al Ayuntamiento la pérdida del poder para la izquierda es otro de los dislates de estas horas. El ratio entre inscrito al PSOE y sus electores es tan abrumadamente descompensador que alguien en el PSOE deberá repensarse el modelo organizativo actual muy seriamente. Seguro que hay fórmulas diversas, pero todas pasan por un cambio radical de ese modelo. Sí o sí. No es problema de márketing en candidaturas electorales, es una cuestión de fondo de la relación entre un partido, sus electores y la sociedad. Y eso no se improvisa. Se analiza; se piensa (pensar es gratis); se establecen las debilidades y los puntos fuertes; se procesa una estrategia y se organiza. Pero lleva tiempo resolver lo que viene desde tiempo atrás. Aunque siempre será bueno tener a mano a alguien nuevo para echarle la culpa. Con los niños también pasa.

Lo cierto es que una organización emergente como PODEMOS ha envejecido políticamente acelerada e inversamente proporcional a la edad media de sus inscritos o dirigentes. Paradójicamente en el PSOE, como organización histórica y consolidada de la izquierda española, su dirigencia renovada es inversamente proporcional a la edad media de su militancia. Ambas partes de ese proceso interactúan con saldo negativo a la hora de romper las barreras subjetivas del voto moderado y el nuevo voto generacional que son los que permiten la obtención del poder. Ahora y en el futuro.

La política de bloques no suma para la izquierda y eso tiene relación directa con su insuficiente vertebración en la sociedad civil

La política de bloques no suma para la izquierda y eso tiene relación directa con su insuficiente vertebración en la sociedad civil, que es, desde mi perspectiva, el principal problema para obtener las mayorías necesarias y solventes de un cambio institucional que produzca verdaderas transformaciones sociales. La organicidad política que algunos reclaman no debe sustanciarse principalmente entre las estructuras militantes y los representantes públicos o sus dirigentes, sino entre los partidos y/o las opciones de izquierda y la sociedad. Lo primero solo vale para suministrar candidatos al poder; lo segundo es esencial para obtenerlo vinculándolo a transformaciones sociales. Ello obliga a un nuevo modelo de contrato y de relación con la sociedad civil. Un pacto necesario frente a la lealtad a los aparatos partidarios que degeneran en obtención de privilegios personales a los que el electorado de izquierda y progresista está críticamente atento. Y se abstiene de participar o votar.

O dicho todo lo anterior de otra manera. Denle una vueltecita a lo que ha producido una mayoría absoluta en Zamora, al igual que en Vigo o Cádiz y otras muchas ciudades españolas. Muy resumidamente, esos alcaldes se han aprendido bien lo que es luchar cada día durante cuatro años por la hegemonía social. Se han currado el voto a pie de calle y, lo más importante, han tenido detrás a una organización política sobre el terreno unívocamente apoyándoles. Han roto las barreras autoimpuestas por estrategias inadecuadas o por conflictos cainitas que hacen desistir de apoyos a propios y extraños. Porque parece que la población de Zamora ha elegido lo que le interesa inependientemente de su tradición conservadora. Tendrán que darle una pensadita en las alturas y en las medianerías del poder de la izquierda… Que hay mucha gente en nómina.

Madrid es de derechas. Zamora no