sábado. 20.04.2024

El Madrid vaciado

plaza mayor de madrid

Se supone que este lunes despertamos en Madrid con una normalidad nueva. A partir del domingo pasado hoy la capital estrena normas de contención dictadas por la Comunidad de Madrid lo que incluye la apertura de los restaurantes. Cuyos aforos podrán acoger en unos días el 75% autorizado y por supuesto las terrazas lo harán al 100 % de su capacidad, lo que nos lleva a una paradoja, porque las distancias recomendables en esas mismas normas difícilmente permitirían su plena ocupación. Pero todo eso a mi juicio es irrelevante porque la verdadera incógnita es conocer cuánto de esas superficies y aforos serán voluntariamente ocupados por los clientes y como se va a comportar el consumo de los servicios hosteleros.

Nuestra tradicional devoción por los milagros parece que llevó a concebir a algunas mentes privilegiadas una explosión de demanda en el uso de terrazas de restauración. Durante las primeras fases de desescalada la presión del sector “institucional” de la hostelería iba en la dirección de exigir medidas de apertura inmediata para no “perjudicar la economía”. Desde ahí se ha pasado casi sin solución de continuidad a exigir las ampliaciones de ERTE del sector hasta el 31 de diciembre, dadas las malas perspectivas previsibles en los próximos meses. Entre tanto los inventores de “abrir cuanto antes” se han lanzado al grito de “las terrazas están llenas” como síntoma de normalización de la vida económica y social española. increíble.

 Parece pues que el perjuicio de la economía no procedía de tener locales abiertos sino de que entre gente en ellos y, sobre todo, que consuma lo suficiente para atender a los gastos de explotación del negocio. No se trataba del cuando sino del cómo. Y en esas incertidumbres estamos en estos momentos. Y la palabra de la que todos los spots institucionales huyen, pero que es la cruda realidad, se llama supervivencia. De manera que ya estamos tardando en coger el toro por la cornamenta

Todos establecimientos que han abierto hasta la fecha, sin excepción, han dirigido su mirada hacia el mercado local, bien para ofrecer su servicio de forma tradicional o para enviarla a domicilio. También ha habido chefs que han reconvertido su modelo de negocio, derivado de los cambios profundos que augura el post Covid 19, y han descubierto la hamburguesa. Una pena que ya lleve en ese negocio varios decenios McDonald’s y otras tantas cadenas similares porque sería de una gran aportación creativa junto a otros grandes descubrimientos gastronómicos de la humanidad como la pizza o la tortilla de patatas o el gazpacho sin contar con el asiático sushi. Todos ellos bien experimentados en el envío a domicilio antes que llegará la octava plaga. De manera que por esa vía se puede pergeñar poco futuro para un sector con una oferta tan amplia como diversa tanto sectorial como territorialmente hablando, sin contar con algo tan importante como el propio modelo de negocio particularizado, que establece distancias abismales entre una pyme familiar y una empresa media de restauración. De las grandes y franquicias para que hablar.

Porque el proceso de supervivencia a corto plazo, por mucho que se empeñen algunos en homogeneizarlo, será completamente asimétrico. Nada que ver centro con periferia. Nada que ver modelos de negocio basados en franquicias con explotaciones familiares o autónomas. Menos aún los locales que soportan rentas altas con los que son propiedad del establecimiento. Tampoco los de reciente apertura cuyas inversiones que están gravados por leasing u otras formas de endeudamiento crediticio. Desde luego poco tendrá que suponer la supervivencia de locales con un fuerte componente residencial de entorno con respecto a los barrios carentes de él. Y ahí está uno de los elementos clave a considerar, porque esa supervivencia irá acompañada de una fuerte reconversión de un sector con extraordinaria fragilidad de recursos propios.

Sin turismo ni población flotante a medio plazo los distritos centrales de la ciudad y especialmente el centro histórico están experimentando un desolador panorama de vacío urbano cuyas consecuencias es necesario considerar como un punto y aparte. En los otrora barrios populares del Madrid castizo densificado, los estragos de una política urbanística e inversora consciente de desertización residencial producen ahora un vacío insoportable para el comercio de proximidad. Cuando solo podemos acudir a la demanda local descubrimos los desastres producidos por esta política socialmente perniciosa y urbanicida. Y es cuando la tormenta arrecia cuando nos acordamos de aquella bárbara santa.

Los apologistas de la regulación de los “apartamentos turísticos” y otros inventos de “economía colaborativa” (si, esa que había venido para quedarse y llevarnos a las ruinas de la convivencia urbana) ¿Repararan ahora de la enorme barbaridad de que de las 83.000 unidades residenciales que componen el patrimonio residencial de distrito Centro de Madrid más de 34,000 se destinaban ya a oferta de alojamiento hostelero encubierto? ¿Revisarán algunos sus proféticas declaraciones políticas al respecto? Y, sobre todo ¿Piensan hacer algo más que lanzar mensajes de publicistas especializados en lanzar brindis al sol? Cuando está en juego la supervivencia de muchos negocios y el empleo de miles de familias ahórrense, por favor, la fanfarria. Hay demasiada gente responsable de la situación de este Madrid Vaciado y su origen no es una pandemia vírica. Con cortinas de humo mediático y algunas “terrazas llenas” no se arregla esto

Para parar los efectos multiplicadores de esta pandemia se nos ha sometido a una necesaria contención. Ahora procede una activación progresiva de los recursos públicos que no deben emplearse exclusivamente en la “patada hacia adelante” basada en las ampliaciones de ERTE aunque ahora resulten imprescindibles a corto plazo.  Se necesitan algo más que eso. Se trata de estructurar urgentemente un paquete de inversiones públicas y de medidas fomento económico privado segmentadas y asimétricas tanto en el ámbito sectorial como territorial. No es un café para todos. Porque no todos están afectados de igual manera. Y las medidas para fomentar la re-residencialización de los centros históricos y crear polos de atracción hacia ellos es capital para su recuperación económica y social. Porque el COVID 19 nos ha mostrado un Madrid Vaciado que necesita de reactivación, sin la menor duda, pero sobre todo necesita que, para ello, exista gente residiendo establemente en ese espacio compartido con el comercio, porque es la única garantía de que eso se produzca. Una vez más, la economía es el equilibrio social… estúpidos.

El Madrid vaciado