viernes. 29.03.2024

Los cuatro damnificados de la Moción de Censura

rivera

La izquierda se juega demasiado en este envite como para que el problema sean dinámicas de reparto de poder

Como era de esperar ya ha comenzado el proceso especulativo de lo que ha sucedido esta semana pasada para prejuzgar que sucederá en las próximas. La impresión es que hay varios damnificados por esta moción en términos políticos y personales. Se llaman Rajoy, Rivera y Puigdemont, sin olvidar una “abstención” de todos conocida. Empezando por el líder naranja, parece que le ha salido el tiro por la culata la táctica de su creciente "españolidad" para laminar las bases más conservadoras del PP, perdiendo de paso una centralidad imprescindible para gobernar de la que al principio gozaba. Ahora y apresuradamente pretenden poner tasa y fecha a unas elecciones anticipadas cuando hace solo días/horas despreció esa posibilidad si no la protagonizaba Ciudadanos. De manera que esa reivindicación procede ahora solo del interés partidista apoyado de momento por un nutrido y variopinto grupo de personajes y grupos de presiones varias.

Sería pues la tercera convocatoria de elecciones en poco más de dos años y medio, en el contexto de un descredito enorme de la clase política e institucional más que evidente y en un marco de inestabilidad profundamente negativo. ¿Es razonable pensar que otra contienda electoral entre partidos ante la ciudadanía sería una suerte de solución para el país? ¿Es posible imaginar la abstención previsible en una situación como la que vivimos? ¿O es eso precisamente lo que se pretendía con el viento demoscópico de cola y una izquierda dividida, frustrada y desmovilizada antes del resultado de la moción? Continuar con ese mantra como parece ser la apuesta de Rivera le puede resultar en esta nueva etapa todavía más nocivo que el fracaso de su táctica desplegada en la moción de censura. Hoy todo ha cambiado. Y quien piense que el PSOE se va a situar fuera de la Constitución (como asegura Rivera, ora socialdemócrata ora liberal ¿ora que tocará a ritmo de Sánchez Marta?) cometerá un serio error. No sería el primero.

El otro y aparentemente principal damnificado es sin duda Mariano Rajoy. Toda una obviedad. Pero el PP no está muerto en absoluto ni es el “pasado” como algunos líderes insuflados de un optimismo irreflexivo proclaman. ¿Cómo se puede mantener en serio eso de un partido que cuenta con 135 diputados y es la minoría parlamentaria más numerosa en el Congreso y con mayoría absoluta en el Senado? A los que lo dan ya por liquidado habrá que recordarles que solo hace una año y medio años casi eran los mismos que calificaban como cadáver al PSOE, al bipartidismo, a la Constitución del 78 y al sursuncorda. No pocos (también en sus propias filas) hablaban de su imprescindible « refundación ». De manera que sosiéguense pues sus señorías que estos son partidos de doble vuelta, no hemos llegado a octavos y queda mucho trecho por recorrer para todos.

El siguiente damnificado es el voto de abstención que tanta sangre política costó al PSOE. Los que en nombre de una sacrosanta “estabilidad” dieron el gobierno a Rajoy  supuestamente para con ello poder recomponerse a largo plazo, prometiendo un periodo feliz de consenso parlamentario lejos de crispaciones y “aventuras” varias deberían revisar sus notas de trabajo y reflexión. Es buena la unidad alrededor del nuevo poder (va de suyo y es ya un clásico) pero resultan cuando menos impúdicas algunas manifestaciones y cambios de chaqueta sin un mínimo de autocrítica y contrición, laica eso sí. Hoy todo eso parece prehistoria. Pero la opción de otorgar la gobernabilidad al Partido Popular para garantizar un marco político y democrático estable ha resultado otro rotundo y descomunal fracaso.  Y nada dicen de ello gentes provectas, medios de comunicación y otros padres de la patria que deberían tomarse algunas vacaciones como preceptores de futuros. Hagamos punto y aparte pero que constancia quede.

De manera que ahora hay un gobierno minoritario de 84 diputados que tendrá que concitar el apoyo del resto de la cámara y convivir con el Senado de mayoría absoluta popular si quiere estabilizar la situación territorial crispada que vivimos estos últimos años. Y ese es el reto nada menos. Eso implica mantener a rajatabla el mandato constitucional que prometió guardar el sábado el Presidente Sánchez. Pero eso no puede ser obstáculo para abrir caminos ganando Catalunya para esa causa y presentando una batería de reformas y soluciones políticas que encajen constitucionalmente sus aspiraciones democráticas. Las de todos los catalanes. La pomposa ¿es sacrilegio llamarle casposa? ceremonia de nombramientos independentistas  catalanes de este pasado sábado, parece más la entronización cuasi religiosa de unos juramentos de cargos propios de solemne tedeum al que solo faltó el palio, dando la sensación de que  preparan con mucha música y poca letra un nuevo relato para justificar las renuncias que no les quedará más remedio que asumir para buscar la salida del fondo de saco en que están instalados.

Por ello parecen razonables los recelos de Puigdemont al respecto desde la perspectiva de su situación personal. Porque después de estos acontecimientos… ¿Cómo pueden sostener el ex presidente y sus acólitos que en España no hay un régimen democrático? ¿Qué gobierno o país puede atender sus inventivas sobre la nula independencia del poder judicial español y su sometimiento al anterior gobierno conservador? ¿Ese poder judicial que precisamente lo ha tumbado? ¿Cómo va a continuar su “internacionalización” del “conflicto” más allá de Berlín?  Puigdemont es sin duda  la otra víctima colateral de la moción de censura. Y lo sabe.

Por último conviene recordar también para algunas pérdidas de memoria que la propuesta de la moción socialista está escrita y es la que es. La apoyas o no la apoyas. Se votó una censura constructiva y un cambio de gobierno. No una mera censura “instrumental”. La izquierda se juega demasiado en este envite como para que el problema sean dinámicas de reparto de poder. Y un poco de serenidad democrática vendría bien después de tanto ajetreo. Un debate de ese tipo, lo que representaría ante el pueblo, es que esto es un mero juego de ambiciones y ambiciosos. Que ya es parte indisoluble del argumentario propagandístico de las derechas españolas. Solo con equilibrios muy amplios se podrá devolver a la política a cierta normalidad y mejorar el prestigio de sus instituciones que debería ser un objetivo prioritario de toda la izquierda y no solo del nuevo gobierno. Nos jugamos demasiado como país. Porque lo que se barrunta, como en Blade Runner, es una enorme galaxia de confrontación durísima desconocida hasta ahora para mucha gente. Y a evitar eso y no a otras cosas deberían de dedicarse los mejores empeños. A fin de que no haya más damnificados que los que hayan hecho merecimiento de ello. Cuatro de momento.

Los cuatro damnificados de la Moción de Censura