miércoles. 24.04.2024

¿Abrir para quién? Esta es la cuestión

Es la hora de ensayar otras políticas y otros remedios distinto a la mera publicidad institucional de corte voluntarista y a una acción gremial que debe salirse del lodazal del conflicto partidario en que está sumida.
plaza mayor de madrid

En la tragedia Hamlet, de William Shakespeare, hay dos Cortesanos daneses, llamados Rosencrantz y Guildenstern tratan de ganarse la confianza de Hamlet por orden del Rey Claudio. Claudio hace que escolten a Hamlet hasta Inglaterra, con una carta secreta en la que se pide al Rey de Inglaterra que mate al príncipe danés. Hamlet descubre el complot y reescribe la nota para que sean Rosencrantz y Guildenstern los ejecutados. A su retorno secreto de Inglaterra Hamlet es preguntado por el destino trágico de sus acompañantes y éste sentencia lacónico: “Se pusieron en medio de los poderosos”.

Algo parecido sucede con no pocos dirigentes de las patronales de la hostelería y del ocio en estos meses no menos trágicos para nuestra sociedad que el drama shakesperiano. Han conseguido, sin apenas fundamento y menos reflexión, ponerse en medio del enorme debate dicotómico de poderosos conflictos políticos entre economía y salud. Desde el mismo momento del inicio de la desescalada ahí aparecieron los espacios de uso de terrazas en la vía pública como el termómetro de la recuperación económica y social. Y durante meses las apariciones en medios de comunicación con multiplicidad de imágenes y declaraciones abundaron en ello.

Pero por si fuera poco están situándose de nuevo en el eje del debate de la supuesta segunda oleada, cuando todos los especialistas, virólogos y científicos consultados nos indican que esta no ha llegado aún a España, sino que estamos pagando el precio de una desescalada apresurada de la primera. Una decisión política efectuada a lomos de la demanda de la reactivación urgente de un sector con potente participación en el PIB nacional. Todo hasta que llegó el Covid-19 y mandó parar. La primera oleada dañó muy gravemente a las empresas vinculadas al consumo del ocio; pero las consecuencias de una segunda prolongada en el tiempo hasta el cierre del ejercicio de 2020 y sin salidas claras en el 2021 serían directamente desastrosas y suicidas. Es la hora de ensayar otras políticas y otros remedios distinto a la mera publicidad institucional de corte voluntarista y a una acción gremial que debe salirse del lodazal del conflicto partidario en que está sumida.

Por ello la primera cuestión a plantearse en este “ser o no ser” hamletiano es el “para quién” abre el cierre un local de negocio de este sector. Es una obviedad que para la clientela. Bien, pues la demanda de productos y servicios en el mismo ha hecho que desaparezcan en combate, por los efectos del COVID-19, los más de 80 millones de turistas externos junto a la demanda de población flotante en grandes ciudades por negocios y ferias, también el flujo de ventas por actividad laboral por los efectos del teletrabajo o la modificación de consumos de los que todavía acceden a sus puestos de trabajo portando un tupper para continuar la jornada. Remata ese panorama la escasa presencia en locales cerrados de la llamada población de riesgo como consumidores cualitativos del sector clásico de la restauración y en miedo psicológico general de la población cuyos efectos es imposible que se reduzcan a corto y medio plazo

Con esas condiciones objetivas del mercado la reducción de la demanda es previsible como mínimo en un 60% con carácter general y que, difícilmente, esta situación vaya a cambiar en el primer semestre de 2021. Sobre estas bases ¿hay quien pretende en serio que se abra la tramoya de apertura en como si de un teatro de oferta se tratase? ¿Alguien cree de verdad que las empresas de este sector acogidas al ERTE van a poder soportar los costes de funcionamiento durante 6 meses posteriores a partir de 31 de enero sin que la situación epidemiológica se modifique radicalmente? Los ERTE sin duda han representado un alivio transitorio pero van consolidando un paro estructural encubierto que dura ya nueve meses y una desactivación productiva para un sector donde su fondo de comercio es la vida cotidiana y, por ello, de difícil recuperación a corto y medio plazo.

Pero en ese bochornoso y manipulado espacio especulativo en que se mueven los datos sobre la pandemia y los orígenes de los rebrotes que padecemos en la actualidad convienen atenerse a las estadísticas más fiables. Un solo dato, procedente del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias del Mº de Sanidad, nos indica que la distribución por origen de los brotes en su informe de 15 de octubre y los porcentajes de nuevos casos en el ámbito familiar, laboral o social entre otros. Por el número de casos reflejados en el informe la restauración y el ocio nocturno no llega al 4% ,sobre el total general, de los afectados por la pandemia en los datos acumulados de los últimos 15 días. Bien es cierto que esos datos a escala nacional podrían variar en las grandes ciudades que es parte del problema.

No se trata de minimizar pues el dato. Hablamos de miles de seres humanos en todo caso. Pero si los afectados por brotes en el sector de la hostelería y el ocio representan eso, ¿a qué viene la sobreactuación desde hace meses y la omnipresencia del mismo en los medios políticos y de comunicación como si constituyera el eje del problema? ¿Tal vez porque erróneamente se ha pretendido presentar por razones políticas como el eje de la reactivación o resulta una excelente cortina de humo intencionada para tapar asuntos de mayor calado? Con la flota aérea y el transporte bajo mínimos, con la educación y la cultura en crisis profunda, con los sistemas sanitarios soportando inasumibles pruebas de esfuerzo, con unos ingresos por turismo desastrosos y, finalmente, con unas previsiones escalofriantes para la economía nacional en 2021, es de juzgado de guardia el presentar el cierre temporal por una quincena de la restauración como eje de la crisis económica sobrevenida por el Covid-19 y su apertura como su solución para su reactivación.

autonomos madrid

Parece que nadie ha reparado que el actual toque de queda en París y otras ciudades francesas que afecta a bares y restaurantes va acompañado de un aportación del estado francés de 10.000 euros bajo la fácil demostración de una reducción del 50% de la facturación de un establecimiento y con una asignación presupuestaria ya comprometida para ello. O que en el programa de inversiones denominado FRANCE RELANCE los ERTE van vinculados a políticas de reciclaje y formación para los trabajadores afectados. Parece increíble que un país que se ha jugado su economía a la oferta de sol, playas y construcción lleve nueve meses con parte de su empleo en ese sector sentado en la puerta de su casa con una pérdida salvaje de actividad productiva sin que el “escudo social” se presente como otra cosa que una latencia esperando tiempos mejores o que pase la tormenta. Un escudo sin otro futuro que su obsolescencia programada.

De manera que llevamos todo un periodo de gestación perdido, con una patronal pidiendo árnica para que esa situación se prolongue sin afrontar, si fuese preciso, un cierre temporal pactado que haga del sector parte eficiente de la solución sanitaria y no la pantomima del problema o de su falsa solución. Un cierre temporal organizado asimétricamente no es un final sino el principio de una reconversión imprescindible de un sector llamado sí o sí a transformarse en profundidad. La negociación de eso exige también, entre otras cosas, un acción de gobierno que le dedique más de dos líneas a este asunto en su Plan “ESPAÑA PUEDE” y que su asignación genérica presupuestaria se encuentre y se especifique independientemente del “totus revolutum” del 17,6% de unas inversiones previsibles en sectores diversos sin especificar o al menos enunciar qué, quién y cómo se va a afrontar este grave problema.

No queda otra opción solvente que afrontar desde ya las soluciones estructurales inevitables de un sector en crisis profunda que el Covid-19 ha hecho más que reventar. Y eso exige pensar, ejercicio gratuito pero poco frecuente, olvidándose de las ocurrencias político publicitarias del momento. Nada hay más perjudicial que las falsas expectativas de desenlaces felices cuando la realidad aparece por la ventana a los que se empeñan en echarla por la puerta. Y para no seguir el destino de los cortesanos daneses creados por Shakespeare, lo más sensato para los empresarios es quitarse de en medio de los debates de los poderosos y dedicarse a las cosas del gremio y de la verdadera responsabilidad para garantizar la actividad humana. La principal es la salud de los clientes, porque sin eso poca economía va a lucir a los restauradores. Y esta sí que es la cuestión.

¿Abrir para quién? Esta es la cuestión