viernes. 19.04.2024

¿Y si lo del fin de las ideologías fuera verdad?

El pensamiento y la acción política de las izquierdas, anda revuelta en una gran confusión, que no facilita la toma de decisión del electorado progresista.

El pensamiento y la acción política de las izquierdas, anda revuelta en una gran confusión, que no facilita la toma de decisión del electorado progresista que muy pronto deberá votar en una urna, en el estado español.

La contra-revolución conservadora

La contra-revolución conservadora iniciada en los años ochenta del siglo pasado triunfa finalmente, porqué logra desmantelar las herramientas organizativas de la clase obrera y a esta misma clase, vía deslocalización industrial, cierre de las minas y las industrias pesadas y de bienes de consumo en Europa y las potencias centrales, facilitando la aparición de un capitalismo financiero con la consiguiente desregulación laboral y el debilitamiento sindical. El proletariado –dicen- ha muerto y sin embargo nace el precariado, ósea, lo mismo pero con diferentes palabras, pero escasa conciencia de su situación. Se privatiza el estado y resurge con fuerza cual si estuviéramos en el siglo XIX la dictadura de los mercados. Pero la gran victoria neoliberal es fundamentalmente ideológica y cultural. No solo desmantela la clase, sino liquida sus modos e ideas de liberación.

Desapareciendo la conciencia de clase, aparece lo identitario con fuerza y sustituye a las ideas marxistas, anarcosindicalistas o clasistas de organización y defensa social dejándolas en marginales, al menos en apariencia. Sindicatos laminados y desprestigiados. Partidos obreros renunciando a sus compromisos, sueños e imaginario. Absorción por el sistema y traición de las élites socialdemócratas. Burocracia y sectarismo, del gris que ya no rojo, comunista. Discurso aburrido por no alcanzar el sueño socialista y acabar siempre cediendo al “todavía no es la hora” así como el aburguesamiento de la oligarquías rojas, que pasan a ser posibilistas recalcitrantes. Falta de nuevas ideas. Miedo a los viejos valores, que ceden ante los valores todavía más antiguos y vetustos del liberalismo económico y el conservadurismo político.

La identidad de los equipos de futbol o de baloncesto o de Fórmula 1. La identidad religiosa y racial. La identidad nacional, ya sea estatal o de los pueblos sin estado sustituye a la conciencia de clase, incluso al instinto de clase.

Al final la identidad de clase, ya se sea originaria de donde sea, se practique la religión que practique o se viva en el territorio que viva es paulatina pero inexorablemente olvidada, incluso por aquellas personas y grupos que se consideran de izquierdas. Las ideas de la gran fraternidad de los que trabajan para vivir y no tienen más bien que sus manos y su inteligencia y las deben vender, para poder alimentarse ellas, ellos y sus crías, acaba sepultada por una identidad de origen, color, afición o fanatismo diverso. Por una renuncia a la identidad colectiva, social… Socialista.

Las clases subalternas, las personas pobres, empobrecidas y humildes sufren la gran manipulación de sus mentes, teledirigidas por las televisiones y los medios del poder que les ordenan cuando deben consumir, les inventan viernes negros, días de San Valentín o a quien deben votar. Incluso fabrican a su corriente crítica y su oposición controlada, sus intelectuales opositores, su nihilismo castrador y sus nuevos profetas bajo control.

Por la recuperación de la izquierda y de la política

Marketing en lugar de ideas y discurso. Política espectáculo. Contratación laboral basura sin resistencia generalizada. Las vendedoras semi-esclavas de las cadenas comerciales, los falsos autónomos que se han generalizado de forma escandalosa son las nuevas levas de la clase obrera, pero no lo saben y lo que es peor, pocos, muy pocos hacen porque lo sepan.

Desprestigio incitado y fomentado -con bases reales y ciertas- de la política, pero que al final se ha vuelto en contra de las clases populares y trabajadoras –lo que los postmodernos llaman los de abajo- puesto que la clase obrera, es decir el precariado, los empobrecidos y las pobres y paradas, no tienen más instrumento que la política para defender sus intereses y mejorar sus condiciones de vida y alcanzar la dignidad. Si la acción política ha sido desprestigiada ¿Qué nos queda a los y las pobres para defendernos? Nada, los neo-nihilistas y los comunicadores mercenarios del sistema, la oposición controlada, nos ha echado en manos de nuestros explotadores.

Socialismo, el sueño imprescindible

 Por eso hay que reivindicarla política, de las fuerzas de clase. La acción política en las calles mediante las movilizaciones y los sindicatos de clase. Nuestras ideas fuerza. ¿Por qué vamos a renunciar al socialismo? Y por lo más hermoso, ¡caramba! que al escribir socialismo jamás lo hago pensando en el ex PSOE.

Resulta que al final, la anti-política ha servido objetivamente a los intereses de las derechas, los neoliberales, los conservadores. Porqué las personas más convencidas de la anti-política se encuentran entre las clases populares empobrecidas. Los de derechas siempre votan y si falla el PP… Pues Ciudadanos. Porqué una cosa es condenar la corrupción con dureza y exigir el incremento de penas y controles y otra difundir “el todos son iguales”.

¿Por qué vamos a renunciar a la hermosa palabra, socialismo, que fue capaz de organizar las clases obreras y populares y conquistar las pensiones, la educación pública, la sanidad pública así como nacionalizar y universalizar los servicios e industrias estratégicos y crear bancas públicas?  Al mismo tiempo los poderosos, los ricos, los grandes directivos y gerentes del capitalismo, ni renuncian al liberalismo, ni dejan de clamar por ideas conservadoras con más de trescientos años de antigüedad ni renuncian a ser de derechas. 

La batalla cultural la está ganado el neoliberalismo. Han conseguido paulatinamente que volvamos al siglo XIX –en lo laboral y económico- pero también en lo colonial. Aunque con teléfonos móviles, internet, sobre información basura. Regreso a los siglos XIV, XV o XVI con guerras de religión y el terror del pueblo sencillo al otro desconocido. La identidad, ha sido la apuesta para destruir la clase. Porqué la clase no solo es ser minero, camionero, albañil, tejedora o jornalera, es una idea, un ideal de emancipación e igualdad. Es el orgullo profesional de los y las asalariadas, el saber hacer y la dignidad del autónomo, del artesano, de las creadoras de lo sencillo, imprescindible para vivir. De las y los enseñantes, de quienes tienen por profesión cuidarnos. La clase es el origen de la reconquista de la dignidad y el socialismo el sueño no logrado todavía de las personas que quieren un futuro mejor y justo, en democracia, para ellos y sus hijas e hijos. Sueño imprescindible para construir entre todas y todos un mundo diferente. Sueño imprescindible para construir los sentimientos que nos vuelvan a permitir organizarnos, ser y vencer.

Este mundo que se nos muere asfixiado en carbono, necesita del oxígeno de unas ideas que transformen, pero con libertad y dignidad. No somos supervivientes, somos personas, somos colectivos y solo la organización política y sindical, nos puede dar alas para cambiar el rumbo de las cosas.

¿Y de Europa qué?

Por eso daré mi voto a quien manifiesta el orgullo de ser de izquierdas, reclame la república como bien imprescindible para recuperar la dignidad y se manifieste contra la austeridad que la oligarquía y la Unión Europea nos imponen.

Por cierto, en estas elecciones escucho muy poco hablar de Europa y de enfrentarse a la UE alemana, la burocracia de Bruselas, al Banco Central Europeo y es capital para decidir el voto, pues la UE marca nuestras vidas a hierro. En una Europa que ha declarado ilegales las políticas socialdemócratas, no se fíen de quien no hable de Europa en sentido muy crítico. Palabra de socialista.

¿Y si lo del fin de las ideologías fuera verdad?