jueves. 28.03.2024

A veces parece que las reivindicaciones sociales importan un pimiento

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Carecemos por completo de una fuerza política que recoja los intereses de la clase trabajadora y sea su instrumento político

Cuando más se incrementan las desigualdades sobre todo en el mundo occidental y capitalista modelo anglosajón, menos parecen importar en ocasiones el combatirlas y superarlas.

En el continente europeo y el hemisferio norte, vivimos una tasa de desigualdad e injusticia que ha hundido en el olvido las conquistas sociales del estado del bienestar, que pasan a ser un estorbo para los poderes reales, es decir el capitalismo.

En España las perspectivas de futuro para las personas jóvenes son peores que para sus padres y sus luchadores abuelos, que son los y las que las conquistaron y que ahora ven con cierta lejanía como sus nietos puede –casi seguro de seguir esta situación de dominio neoliberal- que no tengan pensiones mientras que las suyas se congelan, de inicio. Tengo amigos que se han prejubilado por si en un año o dos su pensión podía empeorar.

A las personas jóvenes se les ha hecho creer que son clase media por que tienen un grado. La frustración crece y busca culpables: los inmigrantes, las personas que viven de un subsidio o pensión, la otra nación que nos invadió, la capital… Pero nunca el capital. Luego los sociólogos de la cuadra de PRISA se extrañan que crezca la extrema derecha.

Si la clase obrera nunca es extranjera, sea cual sea su origen, la burguesía y la élite económica, tampoco. Los poderes reales, es decir el dinero y los que lo poseen, son los tanques de un golpe de estado, no hacen falta ya los carros de combate.

Pero la solución, es la fácil. Siempre es más fácil combatir contra un gobierno que contra quien manda realmente. Siempre es más fácil construir una aldea gala que una sociedad diferente, con reparto y sin clases sociales.

Ese es el triunfo cultural del capitalismo. En Yugoeslavia el capital internacional reconoció inmediatamente cuanto nuevo estado surgió, sin problemas, es más, los potenció. Ahora la mayoría de esos estados están gobernados por derechas nacionalistas y ultra-neoliberales. No hablemos de la extinta URSS o del antiguo bloque del COMECON.

Por tanto olvidar la lucha de clases, olvidar que solo hay una clase obrera y olvidar que la globalización ha unificado casi, (excepto en los casos de Rusia, China e India y tal vez Brasil y Turquía que poseen su propio capitalismo nacionalista) los intereses del capitalismo y que según sus intereses, propicia o prohíbe las aspiraciones políticas de los “pueblos”. Es un suicidio que nos trae a lo que ahora por ejemplo vivimos en el reino de España.

Carecemos por completo de una fuerza política que recoja los intereses de la clase trabajadora y sea su instrumento político. No tenemos vergüenza en apoyar a la burguesía corrupta de nuestro territorio o del estado español en su conjunto (Que para todos hay) y resulta que el partido que sustituye al PP puede ser otro más ultra-liberal e incluso más de derechas como es Ciudadanos.

El principal problema de las personas es que no llegan a fin de mes ni con la subida del salario mínimo. Las eléctricas les estafan y roban con impunidad. Los bancos les fríen a comisiones o los desahucian si llega el caso. Sus hijos no encuentran empleo y si lo obtienen es por medio de una ETT fraudulenta que encima les chupa de su mísero salario o bien es un contratillo precario de tres horas para trabajar diez. Que las mujeres son asesinadas impunemente por terroristas machistas, fruto muchos de ellos de una educación permisiva y sin valores, sin futuro y/o de un  mundo violento y según la ley de la selva que el capitalismo nos ha construido a las clases populares y más pobres. Es nuestro Bronx vital.

Por eso los que niegan la existencia de clases, no son sino unos colaboracionistas con el poder del dinero. Por eso vamos y, ánimo, a trabajar en construir la alternativa de clase y el poder de la clase trabajadora.

Por eso hay esperanza, si sabemos trabajar por nosotros y nosotras.

A veces parece que las reivindicaciones sociales importan un pimiento