martes. 16.04.2024

Nuestros  modelos rural, urbano y la agricultura no sirven a la mayoría de la población española

La pandemia del covid-19 está poniendo muchos fallos sociales, económicos y urbanísticos al descubierto. Desde el desastre de las políticas de austeridad tomadas a partir de la crisis económica mundial de 2008 que han resultado ser sencillamente criminales y tan solo han beneficiado a los bancos y las grandes fortunas además de incrementar la corrupción del sistema, las instituciones en cabeza la de la Corona y también entre el gran empresariado que vive a costa del estado y las privatizaciones, todo ello vinculado en un pacto cruel contra las clases populares que ha obligado al sistema a sacar el espantajo fascista al objeto de proteger sus intereses.

La crisis económica y política que el coronavirus todavía incrementa más, pone al descubierto las carencias democráticas, sociales y fiscales, en una economía injusta que no solo no redistribuye, sino que basa su recuperación en un precariado cada vez más numeroso y en un empobrecimiento generalizado de la clase trabajadora al objeto de doblegarla y embrutecerla. Menos escuela, menos sanidad pública, vivienda cara y de mala calidad y peor despensa parece ser la consigna de la clase poseedora y pudiente.

Pero además se descubre otra situación muy interesante, el modelo urbano de las grandes concentraciones humanas en áreas metropolitanas atestadas, con hogares pequeños, de pésima construcción y rodeadas de barrios y “mega pueblos” humildes, con centros vaciados dedicados al ya fracasado negocio del turismo toca a su fin de grado o por fuerza. Nuevas pandemias se anuncian ya por parte de los científicos cuando la del covid-19 no solo no ha sido vencida sino que va a más agravado por el cambio climático y la destrucción del medio ambiente.

Para agravar la situación, cerca de un 16% de los habitantes del estado español vive en zonas rurales es decir según datos de 2018 unos 6,4 Millones de habitantes frente a más de 40 millones en aglomeraciones urbanas. Un desequilibrio provocado. La España vaciada no es fruto de la casualidad, sino una decisión política y económica diseñada por los sectores económicos poderosos, los estados y la Unión Europea en nuestro continente que no es el único que sufre esta epidemia.

Las medidas de austeridad y recortes han contado con el concurso de las Comunidades Autónomas, la PAC europea UE y de los bancos, destruyendo el hábitat rural. Fruto de los recortes en sanidad y educación muchas CC.AA en especial las castellanas, si bien no solo ellas, han cerrado escuelas, centros de salud y/o dispensarios médicos y ahora el cierre en masa de sucursales bancarias en todo el estado, fruto de la desaparición forzada de las Cajas de Ahorros y la política de fusiones bancarias que vergonzosamente todos los gobiernos de España, incluido el actual, han forzado o transigido. Sin escuelas, sin médicos, sin cajas y con la agricultura y la ganadería arruinadas al objeto de favorecer los negocios de las multinacionales alimentarias en lo que la UE ha sido matrícula de honor, las zonas rurales han sido vaciadas. De hecho los llamados proyectos o planes de desarrollo rural de la Unión, están orientados al turismo, el descanso placentero de las pequeñas burguesías urbanas o convertir el agro en un parque temático para los niños de las ciudades que no han visto un pollo o una cabra en su vida, pero no ha producir riqueza agro ganadera y a su vez volver a ser un impulso económico.

La pandemia ha demostrado que necesitamos comer; la fruta no se fabrica o el aceite necesita de olivos y los zumos de naranjos o fresas. En España hay 900.000 trabajadoras y trabajadores agrarios. La agricultura es imprescindible y además es el sector que mejor aguanta las crisis económicas.  Esto los gobiernos y los políticos no lo saben, la burguesía urbana española lo desprecia, pero los fondos de inversión internacionales si, actuando en consecuencia con una gran acapararían de tierras compradas a precio de ganga ante el abandono rural.

Por tanto la vuelta a la agricultura volverá a ser un objetivo estratégico imprescindible. Pero ¿Qué modelo agrario? Esa es la cuestión.

Uno sostenible que asiente y haga regresar población al campo, que cuide otra vez nuestros bosques y montes que aspire a la soberanía alimentaria y por tanto garantice en los convulsos momentos que vamos a vivir alimentación sana y suficiente o un modelo basado en grandes fincas agrarias trabajadas por mano de obra esclava o semi-esclava y en productos alimenticios procesados para que comen los pobres y las clases populares, llenos de mierda y faltos de nutrientes naturales, que no son sino  productos de engorde humano sin más, al objeto de que la gente tenga algo de energía para trabajar para ellos y limpiar sus casas y urbanizaciones.  

Ante esto reivindicaciones como la reforma agraria vuelven a cobrar toda su actualidad y ser una reivindicación necesaria puesto que la reforma agraria hoy va más allá de un simple reparto de tierras, que por cierto vuelva a ser muy necesario. Al objeto de buscar soluciones desde abajo y por los afectados, colectivos independientes y sindicatos rurales autónomos y partidarios de la reforma agraria y del sector van a reunirse a finales de Octubre en Mérida, Extremadura.

Se trata de revitalizar y defender las zonas rurales, organizar la defensa del proletariado agrario sea cual sea su origen, frenar la acapararían de tierras por nuevos latifundistas que no necesitan ya de pueblos ni aldeas, pero sobre todo innovar y caminar hacía la soberanía alimentaria, repetimos y buscar formas de comercialización y distribución diferentes al margen de grandes cadenas que explotan miserablemente tanto a las ciudadanas y ciudadanos de las zonas urbanas como a las y los agricultores.  

Nuestros  modelos rural, urbano y la agricultura no sirven a la mayoría de la población...