lunes. 07.10.2024

Southern strategy y Donald Trump: La lógica republicana

A partir de la década de los sesenta, el Partido Republicano decidió maniobrar en contra de la comunidad afroamericana allá donde gobernaban.

trump

El establishment conservador centra sus esfuerzos en tachar de cáncer a Donald Trump, cuando la realidad escoge derroteros muy diferentes. El insolente magnate no es sino el culmen del desarrollo ideológico del Partido Republicano en una coyuntura muy particular.

La tesis generalizada concluye que Trump es una especie de radical anomalía cuyo intrusismo en las primarias republicanas marca el comienzo de una nueva era en la forma de hacer política. Nada más lejos de la realidad. El fenómeno del multimillonario es fruto de la estrategia genérica que el modern conservatism ha trazado desde la década de los cincuenta. Quizá sin pretenderlo.

A diferencia de los triunfos de John McCain y Mitt Romney, la tendencia del GOP hacía intuir la nominación de un candidato bien visto entre el electorado evangélico o un ortodoxo simpatizante del Tea Party. De alguna manera, el estilo populista de Donald Trump supera, y con creces, estas previsiones.

La óptica reduccionista y maniquea de la que hace gala desborda la ya de por sí incongruente base programática del republicanismo norteamericano. La introducción del elemento emocional en la batalla política, el uso de un tacticismo casi goebbelsiano, o el arrinconamiento de la política exterior en su retórica habitual constituyen elementos novedosos en el discurso electoralista.

A pesar de sus continuas apelaciones al “conservadurismo del sentido común”, Trump es un pragmático. El encaje de los outputs en su mejunje ideológico solo se puede explicar a través de una espontánea heterogeneidad. A favor de la Seguridad  Social, el Medicare y la Planificación Familiar; en contra de TLCs como el Acuerdo Transpacífico y el NAFTA, así como dispuesto a deportar a 11 millones de inmigrantes e impedir la entrada al país del colectivo musulmán.

¿Cómo se explica entonces el fenómeno Trump? ¿De qué manera se justifica su condición de desenlace de la lógica republicana? Focalizando el análisis en la zona sureña, es necesario sacar a la luz la southern strategy, el filtro ideológico que han seguido los conservadores en los antiguos Estados confederados.

A partir de la década de los sesenta, el Partido Republicano, a través de la corroboración metódica en sus diversas congregaciones anuales, decidió maniobrar en contra de la comunidad afroamericana allá donde gobernaban. El cambio de paradigma en el Deep South tras la Gran Depresión colocaba al GOP como la formación hegemónica en aquellos Estados, por lo que los tejemanejes de la southern strategy surtieron efecto.

Mediante una manifiesta anteposición de la etnicidad blanca, los colectivos negro y latino sufrieron en sus carnes una persecución sistémica que se enmascaraba en la neutralidad de la legalidad. A veces, incluso en la negación del derecho al voto. La firma de la Civil Rights Act en el año 1964 constituye un punto de inflexión para el desarrollo pleno de la estrategia segregacionista. Lee Atwater, uno de los gurús republicanos más mediáticos en la época de Reagan, sintetizó el núcleo de la southern strategy con particular sagacidad:

“You start out in 1954 by saying, ‘N***er, n***er, n***er.’ By 1968 you can’t say ‘n***er’—that hurts you, backfires. So you say stuff like, uh, forced busing, states’ rights, and all that stuff, and you’re getting so abstract. Now, you’re talking about cutting taxes, and all these things you’re talking about are totally economic things and a byproduct of them is, blacks get hurt worse than whites.”

Es necesario entender que el clivaje racial no resulta el elemento definitorio para explicar el trumpismo, cuyo estudio en el total del país muestra su transversalidad. Esto se observa con nitidez al analizar el perfil de su votante medio en el Rust Belt, la zona nordeste de los Estados Unidos que, en el contexto posfordista, sufre más duramente las consecuencias de la desindustrialización y la deslocalización empresarial. En ese conjunto de Estados, el comercio se afianza como la preocupación principal.

Fuera de esa localización geográfica, el discurso de Donald Trump se relaciona con la southern strategy de forma bidireccional. Son dos los factores esenciales que avivan el resurgimiento de esta línea doctrinal. El primero de ellos lo conforma la causa demográfica: el proceso de browning of America o, en otras palabras, el crecimiento mantenido y exponencial de las minorías étnicas.

La lógica islamófoba constituye el segundo elemento clave. El discurso antinegro que se exacerbaba en la segunda mitad del siglo pasado se sustituye por la sistematicidad de la retórica antimusulmán. Al convertir al otro en una unidad negativa inasimilable, el racismo deja de trabajar sobre lo empírico y se eleva a un imaginario colectivo desarraigado.

Las victorias de Trump en Luisiana, Mississippi, Alabama, Georgia, Carolina del Sur o Florida se podrían explicar en esa clave: una southern strategy adaptada a un contexto, y a un personaje, que casan muy bien con esta dialéctica. El populismo reaccionario del multimillonario reformula el originario populismo neoliberal de Reagan introduciendo la “incorrección política” en el escenario de lo público.

El Partido Republicano se empeña en dibujar el fenómeno Trump como un incómodo forastero, pero el mismo estudio del desarrollo histórico del partido desdibuja esta tesis. A grandes rasgos, el magnate es el culmen esperado de la degradación ideológica conservadora y, mientras tanto, el establishment del GOP se afana en terminar con la prometedora proyección de un monstruo que ellos mismos han creado. 

Southern strategy y Donald Trump: La lógica republicana