martes. 16.04.2024

Solidaridad civil frente a la caridad estatal

La UE prosigue con su subasta de refugiados en unos países que, a regañadientes, cumplen con pírricas cuotas de acogida.

"A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba hacia abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder: en el mejor de los casos, alguna vez habrá justicia, pero en el alto cielo. Aquí en la tierra, la caridad no perturba la injusticia. Sólo se propone disimularla".

Así se expresaba Eduardo Galeano acerca de las distinciones conceptuales entre caridad y solidaridad. Este último es un término de moda debido a la rabiosa actualidad de la problemática siria. Si bien la caridad evoca el rol de un simple parche común en un sistema miope, la solidaridad contiene de forma intrínseca la noción de cambio tangible. Cambio real. Mientras que la solidaridad redistribuye y pone en cuestión al poder, la caridad lo eterniza.

La Unión Europea prosigue con su subasta de refugiados en unos países que, a regañadientes, cumplen con pírricas cuotas de acogida. Occidente, convencido en su papel de representante de la más vulgar hipocresía, continúa con la venta de armas a los agentes involucrados en las contiendas bélicas que el viejo continente ha ayudado en avivar, para después dar la voz de alarma ante la “masiva” llegada de hombres, mujeres y niños que huyen de los horrores de la guerra. En paralelo a este proceso de supuesta caridad estatal, se dan miles de pequeñas acciones ciudadanas de carácter colectivo con un manifiesto contenido solidario.

A la vez que muchos reducen la complejidad de este conflicto a la dicotomía fronteras abiertas – cerradas, otros optan por meter en el mismo saco a refugiados e inmigrantes económicos. Se ha escrito mucho sobre la necesidad de acentuar esta distinción, pero lo cierto es que los vínculos son notablemente mayores que las disparidades.

La conveniencia de esta clasificación no es arbitraria, ya que responde a criterios que alivian la responsabilidad de amparo al colectivo extranjero no cualificado. Lo realmente esencial reside en establecer una retórica clara que, rehuyendo de la altisonancia y la brevedad del eslogan, cale entre la gente para rechazar a los emergentes discursos xenófobos. Para ello, por triste que resulte, la fría estadística constituye el método más eficaz para contrastar realidades.

¿Vienen a “quitarnos lo nuestro”? Mientras que el expolio occidental en África se cifra en  144.000 millones anuales, las abusivas acciones extractivas en Oriente Medio rondan esta cifra. Siguiendo esta desfachatez, la Unión Europea invirtió alrededor de 2.000 millones de euros en cinco años en proteger sus fronteras, mientras que la partida destinada a la ayuda de refugiados se quedó en 700 millones.

En el caso concreto de España, que recibe tan sólo el 6% del total de inmigrantes llegados a Europa, se puede observar cómo el volumen migratorio disminuye progresivamente desde el 2010. El colectivo migrante recibe un 5,4% del gasto público total, cuando ellos mismos aportan hasta un 6,6% de ingresos a las arcas del Estado. Otro dato especialmente significativo valora en un 5,6% el consumo de servicios públicos por parte de los extranjeros, lo que anula cualquier intentona xenófoba de infamar a este grupo, teniendo en cuenta que son el 12% de la población total.

Es de sobra sabido que el bagaje intelectual de la ultraderecha se torna ridículo, pero es incluso más peligroso que las aseveraciones del conservadurismo reaccionario, mucho más asentado en las estructuras sociológicas y de poder, sean compartidas por un volumen de gente notable (superior al 14% de la sociedad española, según el CIS).

La contradictoria línea retórica de la derecha a nivel europeo, exceptuando algunas corrientes democristianas, no tiene pudor en asociar al foráneo con delincuencia, desorden, vandalismo e incluso yihadismo, mientras que no presentan problemas a la entrada de sin papeles cuando es necesaria más mano de obra barata. La hipocresía se refuerza cuando se selecciona sistémicamente las nacionalidades que sí son aceptadas y cuales no son bienvenidas en terreno patrio.

La figura del inmigrante, sin la intermitencia de la del refugiado, ha jugado un doble papel histórico: fuerza de trabajo sin derechos laborales o generador de conflictos y amenaza para la cohesión social e identitaria. En este eje opuesto se dirime la posibilidad de que el susodicho acceda al país solicitado pero en ambos casos su fortuna está limitada por la fuerte estigmatización social y el marginamiento institucional.

El primer ministro británico no duda en tildar de “plaga” a los miles de inmigrantes que buscan entrar desesperadamente en el país a través del Eurotúnel, el polémico Viktor Orbán blinda la frontera húngara y detiene a refugiados y Eslovaquia sólo acepta acoger a solicitantes de asilo cristianos. Entre esta atmósfera de inmoralidad y obscenidad, Alemania permite la entrada de la gran mayoría de sirios. Se trata de una inteligente estratagema de Angela Merkel y la coalición conservadora, que desde su papel de locomotora económica y con una imagen dañada por el despotismo del austericidio en el seno de la UE, son conscientes de los numerosos beneficios que puede traer al país en diversos campos.

Inmersos en este ambiente de marketing sociopolítico de las maquinarias estatales, la sociedad civil organizada adquiere un papel fundamental a pesar de poseer unos medios limitados. La organización de campamentos base, repartición de comida y bebida, acogida en domicilios particulares, u ofrecimiento de empleos son solo algunos ejemplos de la acción ciudadana, además del apoyo mediático promovido por periódicos, oenegés y hasta formaciones deportivas.

Si bien es evidente que la burocracia no entiende de empatía, la sociedad civil ha dado una lección magistral de solidaridad auto-organizada. La frivolidad de los meros trámites administrativos encuentra su contraposición en la desinteresada actividad colaborativa a pie de calle (con notable presencia de la juventud). Mientras tanto, unos tejen el rudimentario discurso del miedo, otros fabrican concertinas, algunos se cargan la viabilidad del espacio de Schengen y, en definitiva, demasiados ofrecen un deshumanizado panorama de hipocresía, apatía y cretinismo.

#REFUGEESWELCOME

Solidaridad civil frente a la caridad estatal