viernes. 29.03.2024

Crisis y ecología

Los intereses económicos son el impedimento principal para poner freno a este proceso de deterioro del medio ambiente en el que se vive.

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(Foto: ONU)

Los intereses económicos son el impedimento principal para poner freno a este proceso de deterioro del medio ambiente en el que se vive

Recientemente se ha celebrado en Nueva York la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, que ha sido a su vez el estreno de Felipe VI en un foro internacional. La Cumbre que ha durado poco tiempo y con escasos resultados, vino precedida de una importante manifestación en la que participaron líderes mundiales, entre otros el Secretario General de las Naciones Unidas. La conciencia sobre los efectos negativos del cambio climático es cada vez mayor entre parte de la ciudadanía, pero también se da en analistas, estudiosos, docentes e investigadores y hasta de determinados líderes políticos. 

De hecho, el consenso acerca del cambio climático es bastante amplio entre los científicos. Por lo general se admite que se están produciendo modificaciones de gran amplitud y que por primera vez en la historia todo es consecuencia de la acción de los hombres, de modo que no responde actualmente a un ciclo de los muchos que ha habido a lo largo de la evolución histórica en el comportamiento del clima que han estado provocados por causas naturales.

La gravedad del problema, sin embargo, no se encuentra correspondida con acciones eficaces para atenuar las consecuencias y para ir resolviendo la situación creada. En este sentido, las diferentes cumbres que ha habido han resultado ser un tanto frustrantes por las conclusiones a las que se llega sobre las acciones a tomar por los gobiernos y empresas, pues son bastante limitadas pero que, por si fuera poco, en bastantes casos ni siquiera se cumplen.

Los intereses económicos son el impedimento principal para llevar a cabo cambios fundamentales, que pongan freno a este proceso de deterioro del medio ambiente en el que se vive. Las consecuencias negativas ya se están dando, pero se irán agravando en el futuro si no se toman las medidas correspondientes. Aparte de los intereses económicos en juego existe también, influidos por los medios de comunicación, una menor conciencia de la que debería haber, debido a que se produce lo que en economía se conoce como la subestimación de las necesidades futuras en la falsa creencia de que eso no nos afecta en el momento actual, sobre todo cuando hay otros problemas inmediatos que preocupan más. 

Es cierto que en los países desarrollados, como consecuencia de la crisis, existe una inquietud ante el paro, la precariedad en el empleo, la creciente desigualdad, el aumento de la pobreza, y la pérdida de derechos. Estas cuestiones son graves, sobre todo para los que las padecen con mayor intensidad, pero no por ello debemos olvidar las cuestiones que ya se revelan de un modo inquietante, como es el cambio climático, pero también el agotamiento de recursos no renovables y la dificultad de los renovables para satisfacer el aumento del consumo, la creciente contaminación y la ruptura del equilibrio ecológico. Los desafíos son muchos, pues aparte de los mencionados, se encuentran la lucha contra la pobreza, el hambre, y el suministro de energía.

Hasta ahora no se han cumplido las pesimistas predicciones malthusianas, pues aunque hay hambre y pobreza, la existencia de éstas no se debe a la falta de recursos, sino a una injusta distribución a escala mundial de la riqueza y la renta. De momento, hay recursos para todos, pero esto no quiere decir que los habría si todo el mundo alcanzase el nivel de vida que se da en los países desarrollados. El problema, no obstante, se agravará en el futuro. No se trata, en ningún caso, de impedir el crecimiento de los países con bajo nivel de renta para frenar la crisis ecológica, sino de sentar unas bases diferentes en el modelo de desarrollo actual. Se consigue poco, por tanto, si solo se toman medidas parciales y de poner parches. Lo que hay que conseguir es lograr un desarrollo más justo, igualitario y sostenible a escala global, que es factible debido a la riqueza y conocimiento científico disponible. En la fase presente del capitalismo globalizado, auge de las finanzas, y fundamentalismo de mercado, todo esto parece una clara utopía, pero de no producirse cambios a lo que se está condenado es  a la propia destrucción de la economía y sociedad, aunque sea lenta.

Los hechos se encuentran interrelacionados y son interdependientes. El sistema actual capitalista es incapaz de resolver tanto la crisis ecológica, que es consecuencia de un modo de acumulación concreto, como la pobreza, el hambre, y las crisis económicas. Un sistema que se rige por el lucro puede alcanzar cotas de progreso, como ha sido así en un grupo de países reducidos, aunque consecuencia también de la acción de las fuerzas sociales. Pero a su vez genera costes ecológicos y de privaciones sociales muy considerables. El problema principal reside en que el sistema no tiene recambio y, por tanto, hay que hacer propuestas de reforma más ambiciosas que las que se proponen en las cumbres para ir combatiendo tantas lacras como las que se dan.

El hecho de que es imposible crecer de una manera ilimitada en un mundo finito, por mucho que avance la ciencia y tecnología, requiere que se preste atención a los problemas que a medio plazo se agudizarán, y ello hay que hacerlo compatible con la necesidad de crecimiento para salir de la situación presente de crisis. En el contexto actual si no hay crecimiento no se alivian los problemas del empleo y de tanta exclusión social, por eso hay que llevar a cabo determinadas medidas, muy diferentes a las actuales, que no tengan solamente una visión a corto plazo, sino con miras más amplias para ir sentando las bases de un nuevo modelo de desarrollo. Pero tanto la crisis económica actual, así como los graves problemas del hambre y la miseria, al igual que la ecología, requieren transformaciones profundas en el Orden Económico Mundial para hacerlo más equitativo y políticas económicas y sociales que pongan unos pilares más sólidos que los que hay para lograr un desarrollo humano y no solamente un crecimiento economicista.

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