viernes. 29.03.2024

La crisis económica que se avecina

La crisis de la pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la fragilidad de las sociedades actuales.

Ya se puso en evidencia  en La Gran Recesión de 2008. Antes de 2008 se vivía dentro de una burbuja de euforia económica en la que la mayor parte de los economistas consideraron el fin de los ciclos económicos.  Los hechos tan tozudos como siempre hicieron caer muchos mitos, como las excelencias de la globalización, el fundamentalismo de mercado y el crecimiento indefinido. No se sacaron, por parte de los gobernantes y el pensamiento económico dominante, las lecciones necesarias, tanto de las causas de la crisis como de los remedios aplicados para resolverla.

El desencadenamiento de una pandemia de esta naturaleza nadie se lo esperaba.  De hecho el filósofo coreano Byung-Chul Han en su obra La sociedad del cansancio (Herder, 2017) dice: “Toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así existe una época bacterial que, sin embargo, toca su fin con el descubrimiento de los antibióticos. A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica. El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal”. Por desgracia no ha sido así. No estamos tan inmunizados como se suponía. No es que no se esperasen epidemias, pero se consideraba, por lo general, que sus efectos no serían tan graves como los que se están dando.

La recuperación ha sido débil tras la crisis de 2008 y en los últimos meses se estaba dando una desaceleración económica  internacional

Las epidemias últimas  que se han producido no tuvieron la expansión global que el coronavirus está teniendo, ni la cantidad de muertes que está provocando, ni dieron lugar a tomar las medidas tan estrictas que se están llevando a cabo para acabar con los contagios. De modo que se suponía que en el caso de darse  no provocaría tantos daños.

Como siempre sucede hubo algunas voces que sí que alertaron de que se podía dar  una gran epidemia con unas consecuencias catastróficas. Un ejemplo es Bill Gates, que en una charla TED que ofreció en 2015, advertía de que la mayor amenaza  a la que se enfrentaba la humanidad no era un misil ni una bomba nuclear, sino un microbio que pudiera provocar una gran infección. Fue realmente premonitorio, aunque, sin embargo, no exponía con claridad cuáles eran las razones en las que se sustentaba para llegar a una conclusión así.

Resulta, no obstante, de interés lo que manifestaba que ante este posible peligro no se financiaban proyectos de investigación que fomentasen la prevención, así como que tampoco había una cooperación internacional en este terreno. Este es uno de los puntos clave que muestran con claridad la fragilidad de las sociedades actuales, como se está demostrando, ante una epidemia de esta envergadura. 

La falta de fondos para la investigación que no ofrece resultados prácticos inmediatos es una característica de nuestro tiempo en lo que se busca es una rápida rentabilidad. Esperemos que una realidad tan cruda haga variar las preferencias a la hora de invertir en investigación.

Una de las debilidades, que está muy relacionada con lo que Bill Gates denuncia, es el modelo económico global que se ha impuesto basado en el neoliberalismo y en la hegemonía de las finanzas. La obtención de ganancias cómodas y rápidas es lo que se ha impuesto frente a las inversiones en investigación y dentro de las cuales se da prioridad a las que pueden ofrecer rentabilidades a corto plazo en la lucha competitiva que se produce dentro del contexto internacional.  Esto es lo que se encuentra detrás del abandono de la investigación que Biil Gates considera prioritaria y de la falta de cooperación internacional.

Este modelo que fue el causante principal de la crisis de 2008 no ha sido sustituido por otro sustentado  en una  economía en la que Estado y la ciudadanía deban jugar un papel primordial. Esta es una lección no aprendida de la crisis por parte de la mayor parte de los gobiernos. El capitalismo neoliberal continúa. Las políticas de austeridad aplicadas han tenido unos costes sociales muy elevados y la salida de la crisis ha conducido a mayores  niveles de desigualdad, a recortes sociales y a la precarización del mercado de trabajo. Varios países, entre los que está España,  tienen una deuda pública elevada, pero también existe una deuda privada alta a escala mundial.

La recuperación ha sido débil tras la crisis de 2008 y en los últimos meses se estaba dando una desaceleración económica  internacional. En este contexto la pandemia ha atacado a una economía en alto riesgo con lo que la amenaza de una crisis de gran envergadura se puede producir.  Hay bastantes economistas que, sin embargo, consideran que al ser un fenómeno pasajero se producirá una rápida recuperación. El problema reside en que la economía sufre las consecuencias de no gozar de una buena salud, antes de la aparición de la pandemia, para su pronto restablecimiento. Muchos factores dependerán de la duración del parón económico.

El parón económico puede ser mortal para muchas empresas, sobre todo para las medianas, pequeñas y los autónomos.  En economías como la española en la que hay tantas empresas de este tipo y en la que juega un papel tan importante el turismo todo ello puede traer resultados catastróficos.   Las medidas del gobierno son acertadas pero pueden resultar insuficientes, no porque lo sean las medidas tomadas, sino ante la gravedad de la situación. La política económica acertada que se está llevando a cabo, paliará sin duda muchos efectos negativos, pero no puede resolver  toda la problemática que una situación de esta naturaleza está provocando. Hace falta una política de la Unión Europea (UE) y esto es lo que está fallando.

Algunas cosas se han aprendido por parte de la UE de la crisis pasada, como la flexibilización del déficit público y la liquidez que ha inyectado el Banco Central Europeo. Pero lo más grave es que no se ha llegado a un acuerdo, y dudo que se llegue, para la emisión de los eurobonos y la puesta en marcha de un Plan Marshall como solicita el presidente del gobierno español.

Una vez más la EU vuelve a fallar y esto puede tener consecuencias muy graves para la economía en general, y para la española en particular.

La crisis económica que se avecina