viernes. 29.03.2024

De la caída del Muro de Berlín a las vallas

Una de las características del mundo que surgió de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial fue la división.
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Hace veinticinco años cayó el muro de Berlín. En pocos meses el modelo soviético que había caracterizado el régimen comunista se vino abajo. Este hecho va a cambiar la historia de Europa y el mundo. El gran historiador Hobsbawm caracteriza el siglo XX, en términos de análisis en relación a la duración de las diferentes fases, como corto, pues lo sitúa entre dos fechas 1914, comienzo de la Primera Guerra Mundial, y 1989 con la caída del muro. La fecha de 1914, de la que ahora se cumplen los cien años, fue el inicio de una de las grandes catástrofes que iban a asolar Europa en el siglo XX, y con ello se ponía punto final a una época.

Un periodo anterior que da comienzo aproximadamente en 1870 y acaba en ese año fatídico a partir del cual se desencadena una gran barbarie. Una fase de relativa paz mundial, aunque se daban importantes conflictos sociales en el interior de los países industrializados, que vino acompañado de expansión y crecimiento del capitalismo, que estuvo sujeto a grandes cambios y transformaciones. El capitalismo competitivo estaba dando paso a otro distinto en el que se producía una creciente concentración y centralización de capital que se traducía en la aparición de grandes corporaciones y oligopolios. Se daba también la creciente fusión del capital bancario e industrial, que Hilferding analizó en profundidad y que bautizó con el nombre del capital financiero, en el que la banca desempeñaba un papel hegemónico sobre la industria. Fue también la época de la importante expansión imperialista, que fue objeto de estudio de autores no marxistas como Hobson y Schumpeter, y de marxistas como Bujarin, Rosa Luxemburgo y Lenin.

Tras el final de la guerra el panorama del mundo cambió significativamente. Las fronteras de muchos países europeos se modificaron, Estados Unidos emerge como una gran potencia económica mundial sustituyendo al Reino Unido en este liderazgo y se produjo la primera revolución socialista que se hizo en el mundo en nombre de Marx. Todos estos fenómenos van a influir en los acontecimientos posteriores. La economía se adentra en un camino inseguro e inestable que conducirá a la Gran Depresión de los treinta, surge el fascismo y el nazismo y la barbarie hace acto de presencia en la Guerra Civil española, como consecuencia de un golpe militar contra una república legal y democrática, y posteriormente la Segunda Guerra Mundial. Años de dictaduras y de supervivencia de democracias, de crisis económica, de guerras y de destrucción.

Una de las características del mundo que surgió de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial fue la división. Un mundo dividido entre comunismo y capitalismo, entre desarrollo y subdesarrollo. El Muro de Berlín fue el símbolo de la separación entre sistemas económicos distintos. El Muro de Berlín cayó y con ello se derrumbó el comunismo, pero hoy otros muros visibles e invisibles se alzan a lo largo y ancho del mundo.

La caída de dictaduras, aunque se revistan como socialistas y comunistas, son siempre una buena noticia, pero de ahí no se deriva que lo que suceda a esos sistemas va a suponer un avance del progreso de las libertades, la supresión de las privaciones y mejoras del bienestar material. En estos veinticinco años se han dado algunos progresos pero la regresión que se está sufriendo es realmente alarmante y eso afecta a las sociedades poscomunistas y a las occidentales desarrolladas, y no digamos a las grandes masas de población mundial, que siguen padeciendo la pobreza y el hambre.

Mientras que se predican las ventajas de la globalización y se propone por gran parte de economistas y políticos la libre circulación de capitales y mercancías se niega la libertad de circulación de las personas. Es la libertad del mercado, pero no de las personas que son tratadas peor que los objetos materiales y el dinero. El mundo actual refleja las dos caras de la opulencia y la miseria. Las grandes desigualdades no solamente lo son en el nivel de renta y riqueza sino que también son de género, derechos humanos e igualdad de oportunidades.

Las vallas de Ceuta y Melilla son un símbolo de las diferencias de los niveles de desarrollo, derechos y oportunidades. Las vallas son el reflejo de estas desigualdades y son el elemento más significativo de cómo los países ricos tratan de impedir la llegada de los emigrantes y refugiados para que no compartan la prosperidad de estos países, se les niega incluso que recojan las migajas que caen de la mesa de la abundancia. Las vallas atentan contra los derechos humanos que se dice defender, al tiempo que se llenan de concertinas para desmotivar a saltarla dañando y causando heridas a los que pretenden superar esta gran barrera.

La tragedia se vive diariamente sin que se den respuestas políticas, sociales y económicas a este drama que afecta a tantas personas. La insensibilidad crece entre los ciudadanos del mundo rico al tiempo que determinados medios de comunicación pretenden justificar las medidas represivas ante el peligro, que por lo general se exagera, de que estamos sufriendo la invasión de los parias de la tierra. Aquí no caben todos se dice y no se puede resolver el problema de tantas gentes que sufren privaciones o que huyen por motivos políticos, violencia de género o de territorios en guerra. Es una manera de calmar la mala conciencia que esto genera. Pero el compromiso como ciudadanos nos debe llevar a denunciar tanta violencia contra las personas y actuar en consecuencia.

De la caída del Muro de Berlín a las vallas