viernes. 29.03.2024

La dimisión de Aguirre

Sería absurdo negar el impacto y sorpresa que ha causado en la opinión pública la rueda de prensa de Esperanza Aguirre, anunciando su dimisión como presidenta de la Comunidad de Madrid así como de diputada regional; es incuestionable que al margen de cualquier discrepancia, Aguirre ha sido una personalidad política de gran importancia en nuestro país.

Sería absurdo negar el impacto y sorpresa que ha causado en la opinión pública la rueda de prensa de Esperanza Aguirre, anunciando su dimisión como presidenta de la Comunidad de Madrid así como de diputada regional; es incuestionable que al margen de cualquier discrepancia, Aguirre ha sido una personalidad política de gran importancia en nuestro país. Dicho esto y una vez producido el hecho de su dimisión, se abren numerosas interrogantes y preguntas que a buen seguro irán haciéndose visibles los próximos días desde diferentes ámbitos.

Para empezar diré que después de haber criticado con dureza la política de la Presidenta Aguirre en repetidas ocasiones, sería hipócrita por mi parte, dijese hoy que lamento su marcha; creo que al igual que muchos madrileños (creo que una mayoría) no será la tristeza la sensación que su marcha política nos produzca.

En sus más de nueve años de Presidencia, Aguirre ha practicado una política neoliberal  muy dura que ha agredido permanentemente a los servicios públicos (sanidad, educación, dependencia y servicios sociales) provocando su desmantelamiento progresivo y su privatización. Ella misma y su Gobierno han puesto reiteradamente en tela de juicio la labor y actuación de los empleados públicos a los que ha menospreciado e incluso insultado, ha cercenado de forma brutal el desarrollo y potenciación de la educación pública a favor de la educación privada que ha sido subvencionada de forma muy generosa incluso en los casos de centros educativos que segregan en función del sexo en contra del espíritu de la Constitución. Aguirre, su grupo parlamentario y su partido han ninguneado y despreciado a la oposición política, consiguiendo que la Asamblea de Madrid sea una institución de escasa relevancia para los madrileños, en ella el debate político ha sido imposible por la prepotencia de Aguirre y su Gobierno. La presidenta Aguirre ha atacado con enorme virulencia a los sindicatos, ignorando el papel importante que la Constitución les confiere; su política hacia ellos podríamos calificarla de política de aniquilación; Aguirre con nula sensibilidad social ha sido quién ha ejecutado con mayor celeridad los recortes de derechos que el Gobierno Rajoy ha promulgado (negación de derecho a la asistencia sanitaria a los inmigrantes irregulares) no siguiendo el ejemplo incluso de comunidades gobernadas por el PP que se han negado a hacerlo; como colofón la crisis ha dejado al descubierto la debilidad de la política del Gobierno Aguirre en la consecución de una región próspera y sostenible; frente a las reiteradas afirmaciones de Madrid como región motor y con una economía boyante, la crisis nos deja una Comunidad con un paro que aumenta día a día, una economía que no crece y un déficit mayor del declarado por haber ocultado deudas existentes (esperemos no haya más). Por todo lo dicho parece razonable pensar que muchos sectores de la sociedad madrileña no estarán tristes por su marcha y no la echarán de menos, aún sabiendo que si el PP sigue gobernando en Madrid, su política neoliberal seguirá generando una sociedad cada vez con mayores niveles de desigualdad.

Volvamos ahora al escenario que la dimisión de Aguirre establece en la Comunidad de Madrid:

Como primera cuestión manifestar respeto absoluto a la decisión de Esperanza Aguirre, más aún si se hubiera debido fundamentalmente a problemas de salud, en ese sentido desear lo mejor para ella en el plano personal.

La dimisión de Esperanza Aguirre establece una situación política en la Comunidad de Madrid que en mi opinión y salvo error es inédita en nuestros años de democracia; me explicaré: hace dieciséis meses que se celebraron elecciones municipales y autonómicas y en Madrid, Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre se presentan como candidatos a la Alcaldía de la capital y a la Presidencia de la Comunidad respectivamente; a nadie se le oculta el tirón electoral que ambos tenían en aquel momento y que sin duda determinó en buena medida el gran éxito electoral en los dos casos y los madrileños les votaron confiando en su compromiso manifestado en campaña para desarrollar su labor en la legislatura que se iniciaba. Pues bien, sólo dieciséis meses después los madrileños hace más de medio año que no tienen el alcalde que eligieron mayoritariamente y ahora pueden tener una presidencia que tampoco eligieron mayoritariamente; soy conocedor que los relevos pueden hacerse en el marco de la legalidad vigente siguiendo los procedimientos establecidos, pero a pesar de ello podríamos convenir que los ciudadanos pueden tener la legítima sensación de haber sufrido un cierto engaño, pues muchos votaron por la confianza que el cabeza de lista les merecía y hoy pueden preguntarse: ¿donde está el compromiso que ambos manifestaron reiteradamente en campaña electoral?

Hoy la Comunidad de Madrid tiene un presidente en funciones que sólo lo puede ser por un período transitorio, existen sólo dos posibilidades en el marco legislativo actual para resolver el problema que la dimisión de Aguirre ha planteado: que el PP presente un candidato que se someta a la investidura y que sea votado mayoritariamente por la Asamblea, dado la aplastante mayoría que este partido posee su investidura no peligra aritméticamente; otra posibilidad es la convocatoria de elecciones en la Comunidad de Madrid que permitan que en estos momentos los madrileños en libertad, validen o no, las acciones políticas de unos y otros. Conviene recordar al respecto que la llegada de Esperanza Aguirre a la Presidencia se produjo en unas elecciones repetidas tras el escándalo de los tránsfugas Tamayo y Sáez (episodio nunca aclarado), dichas elecciones dieron un resultado diferente a las anteriores muy recientes; pues bien siendo los dos procedimientos legales, en mi opinión los madrileños deberían tener la posibilidad de ejercer el derecho democrático a elegir su nuevo presidente. Soy consciente que habrá muchos, que apelando a la responsabilidad, consideren que el país no está para elecciones (por cierto las gallegas se han adelantado sólo por intereses partidistas), que ahora no toca, se decantarán por el cambio de cara en la presidencia mediante un trámite parlamentario, más en mi opinión y teniendo en cuenta la anomalía antes reseñada (relevo de los dos cabezas de lista votados hace escasos meses) sería deseable los madrileños pudieran ejercer su derecho a elegir en unas elecciones autonómicas ahora.

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