viernes. 19.04.2024

Sólo el resorte reaccionario funciona en nuestra máquina social con alguna precisión y energía

santiago abascal

La gran fuerza de la derecha es la desunión pasada, presente y futura de las izquierdas

Eric Fassin habla de “la depresión militante” en la izquierda. No es fácil ser de izquierdas actualmente; y menos todavía de militar, ya que puede tenerse el sentimiento de ir de derrota en derrota. Se ha impuesto la TINA, de Margaret Thatcher: “There is no alternative”. Estas palabras referidas a las izquierdas en general son aplicables a las izquierdas españolas, las cuales en el fondo están convencidas de su propia derrota. Y lo están porque no son capaces de imaginar opciones alternativas ilusionantes para amplios sectores de la sociedad española, que mayoritariamente son de izquierdas. Un programa socialdemócrata está ahí, sólo hace falta coraje para defenderlo.

En el blog Otros Cuadernos de Saramago, se inserta un artículo del 2008 del Premio Nobel portugués titulado ¿Dónde está la izquierda? No ha perdido actualidad. Hay una frase que es una auténtica bofetada a las cúpulas de los partidos de izquierdas, con toda su crudeza, sin escamotear su propia obscenidad: «La izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive». Sigue diciéndonos Saramago: esperaba alguna respuesta de comunistas y socialistas. Nada de nada, silencio total, como si en los túmulos ideológicos donde se refugian no hubiese nada más que polvo y telarañas, como mucho un hueso arcaico que ya ni para reliquia serviría. Ya tengo la explicación: la izquierda no piensa, no actúa, no arriesga ni una pizca. Pasó lo que pasó después, hasta lo que está ocurriendo hoy, y la izquierda, cobardemente, sigue no pensando, no actuando, no arriesgando ni una pizca. Por eso no es de extrañar la insolente pregunta: ¿Dónde está la izquierda? La respuesta en esta España nuestra es clara, en una lucha cainita.

Además, si las izquierdas españolas estuvieran convencidas de su victoria, es seguro que no se estarían matando entre ellas. Mira que no aprenden. Ponen en marcha su propio suicidio político. La gran fuerza de la derecha es la desunión pasada, presente y futura de las izquierdas. Esto no es decir nada nuevo. Ha sido una constante histórica. Cabe recordar las luchas a muerte entre los partidarios de Prieto y Largo caballero. O los acontecimientos de mayo en 1937 en Barcelona. Sin embargo, si algo caracteriza a la derecha es la unidad. Vox, PP y Cs representan lo mismo. ¡Que poco les ha costado pactar el Gobierno en Andalucía! Eso sí mucho postureo cara la galería. Pero a la hora de la verdad votan juntas las derechas. ¿Y por qué? Pues, porque no existe gente más disciplinada, organizada y fundida. Es monolítica por instinto. Sabe muy bien, está muy acostumbrada, para qué sirve el poder. Con él puede acumular el dinero. Su olfato por el dinero está muy desarrollado. Es argamasa de unidad inquebrantable.

Por el contrario, como señala con crudeza y verdad insultantes, el escritor, filósofo y periodista colombiano Arturo Guerrero en su artículo Extrema derecha, aquí, allá, acullá, en el periódico de Bogotá El Espectador, no hay gente más dividida, canibalizada y dispersa que la de izquierda. La izquierda cree en la deliberación interna, pues el objetivo de gobierno y de repartición está muy lejos. Le sucede como al Nadaísmo, corriente literaria colombiana integrada por cuatro poetas que estaba dividida en cinco tendencias. Para unir a las izquierdas es menester someterlos a régimen militar, al Gulag, a la KGB, a los escuadrones que tiemblan ante comandantes todopoderosos. De otro modo, las izquierdas funcionan en plural.

Y no menos contundentes son las palabras del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos en un documento breve pero muy explícito, titulado Tercera Carta a las Izquierdas al señalar que cuando están en el poder, las izquierdas no tienen tiempo para reflexionar sobre las transformaciones que ocurren en la sociedad y, cuando lo hacen, siempre es como reacción a cualquier acontecimiento que perturbe el ejercicio del poder. La respuesta siempre es defensiva. Cuando no están en el poder, se dividen internamente para definir quién será el líder en las próximas elecciones, de modo que las reflexiones y los análisis están relacionados con este objetivo. Esta indisponibilidad para la reflexión, que siempre ha sido perniciosa, hoy es suicida. Por dos razones.

La primera, la derecha tiene a su disposición a todos los intelectuales orgánicos del capital financiero, de las asociaciones empresariales, de las instituciones multilaterales, de los think tanks y de los grupos de presión, que le proporcionan a diario datos e interpretaciones que no son siempre faltos de rigor y siempre interpretan la realidad llevando el agua a su molino. ¡Qué bien trabajan las derechas! Como afirma en este mismo medio Juan Antonio Molina en su artículo La responsabilidad de la izquierda en el ascenso de la ultraderecha, en alguna otra ocasión he recordado que alguien tan poco sospechoso de afiliación izquierdista como Emilio Romero, ínclito falangista director del diario “Pueblo”, afirmó que la derecha, para ganar unas elecciones tenía que mentir y la izquierda, sin embargo, no. Simplemente porque la derecha defendía los intereses de doscientas familias y eso no daba votos suficientes. Dice bien Molina. O lo que es lo mismo la derecha impone sus ideas, su hegemonía, al resto de la sociedad, y esta las asume sumisamente, incluso con gusto, sin apercibirse que le están perjudicando. Resulta difícil de entender que un trabajador esté en contra de la subida del salario mínimo profesional o del impuesto de sucesiones. Mas, la realidad es la que es: muchos besan la mano de sus propios verdugos. Pero esta circunstancia no es una novedad. Carlos Marx en La Ideología alemana afirmó ya: “En efecto, cada nueva clase dominante se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta.

 Y la segunda razón, es que las izquierdas no disponen de instrumentos de reflexión abiertos a los no militantes e, internamente, la reflexión sigue la línea estéril de las facciones. Hoy en día, circula por el mundo una ola de informaciones y análisis que podrían tener una importancia decisiva para repensar y refundar las izquierdas tras el doble el colapso de la socialdemocracia y el socialismo real. El desequilibrio entre las izquierdas y la derecha en relación con el conocimiento estratégico del mundo es hoy mayor que nunca.

Sería un iluso se llegase a pensar que estas palabras de un simple profesor de instituto los Sánchez, Iglesias, Errejón, Carmena, Garzón, Llamazares las iban a tener en cuenta. Allá ellos con su irresponsabilidad. No obstante, mi obligación moral es advertirles de nuevo. Para ello recurro a Antonio Machado, un paradigma de la lucidez y la sensatez. Además de un hombre bueno. Una de sus obras, que todo español deberíamos leer es Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo) publicada, por primera vez, en el año 1936. El protagonista de la misma, ficticio poeta y docente, heterónimo-pseudónimo- del poeta sevillano, reflexiona de una manera un tanto desordenada con sus alumnos sobre temas diversos: la sociedad, el arte, la cultura, la literatura, la política y la filosofía, temas que son planteados con una encomiable variedad formal y una insobornable originalidad esencial. Entre las numerosas reflexiones extraídas del Juan de Mairena, me ha impresionado una, que demuestra además de un extraordinario conocimiento de nuestra historia, una sorprendente visión profética de nuestro futuro. ¡Qué bien conocía la idiosincrasia española! Consecuencia de su profundo amor hacia España. Dice así, es para leerla despacio, con calma y para rumiarla: «En España —no lo olvidemos— la acción política de tendencia progresista suele ser débil porque carece de originalidad; es puro mimetismo que no pasa de simple excitante de la reacción. Se diría que sólo el resorte reaccionario funciona en nuestra máquina social con alguna precisión y energía. Los políticos que deben gobernar hacia el porvenir deben tener en cuenta la reacción a fondo que sigue en España a todo avance de superficie. Nuestros políticos llamados de izquierda —digámoslo de pasada— rara vez calculan, cuando disparan sus fusiles de retórica futurista, el retroceso de las culatas, que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el tiro».

En sus manos, Sánchez, Iglesias, Errejón, Carmena, Garzón, Llamazares está el evitar ese retroceso violento de las culatas, muchísimo más violento que los tiros progresistas. Retroceso violento que ha sido constante en nuestra historia. ¿Aprenderán alguna vez las lecciones de la historia?

Sólo el resorte reaccionario funciona en nuestra máquina social con alguna precisión y...