viernes. 29.03.2024

Una sociedad desvertebrada y desmoralizada

Todos los acontecimientos relacionados con la corrupción en España en estos últimos años ofrecen material más que suficiente para la elaboración de una novela negra...

Todos los acontecimientos relacionados con la corrupción en España en estos últimos años ofrecen material más que suficiente para la elaboración de una novela negra.  Personajes variopintos no escasean: individuos de sangre azul que amparados en su situación privilegiada emprenden negocios fraudulentos, banqueros sin escrúpulos concediendo créditos sin control a sus amigos delincuentes, constructores con su oficina de trabajo en las concejalías de urbanismo de muchos ayuntamientos, políticos como consejeros de las Cajas de Ahorros con cuantiosas remuneraciones, albañiles convertidos en un plis-plas en potentados constructores y presidentes del club de futbol de su localidad, notarios levantando escrituras de compraventa con precios inferiores a los reales, agentes de propiedad inmobiliaria amasando grandes fortunas, alcaldes corruptos reelegidos con mayorías absolutas en pago a los servicios prestados por recalificaciones de terrenos o puestos de trabajo, concejales de urbanismo con motos BMW, todoterrenos, adosados en la playa y la montaña y con cuentas en Suiza; ministros autonómicos  en lujosos coches oficiales, con chofer, escolta,  gabinetes de prensa y con una retahíla de asesores;  funcionarios en venta al mejor postor, ciudadanos convencidos del enriquecimiento seguro en el negocio inmobiliario, chavales sin titulación básica que abandonaban los estudios atraídos por los sueldos de la construcción  y así comprarse un Golf para alardear ante sus excompañeros del instituto; concesionarios de coches de lujo con listas de espera. Acciones oscuras y fraudulentas: cohechos, corrupción, falsificación documental, evasión fiscal, recalificaciones de terrenos, concesiones a dedo de faraónicas e inservibles obras públicas, destrozos medioambientales irreparables, viajes gratuitos a países exóticos a los jubilados, etc.. Todos estos personajes y todas estas acciones las ha posibilitado la inflación del ladrillo, una máquina de hacer dinero, y donde este extiende sus garras, todo es corrupción, un auténtico cáncer para nuestra sociedad.  Al final ha ocurrido lo que tenía que pasar, algo que todos veíamos, y que casi nadie se atrevía a denunciar: Gürtel, Bárcenas, Eres de Andalucía, Noos, Palau, Palma Arena…

Quiero fijarme ahora en el caso Bárcenas.  Un auténtico paradigma. Todo en el es nauseabundo. La sede de la calle Génova se asemeja a una fosa séptica. Sorprende que en un sistema democrático se hayan podido cometer tantas y tan despiadadas fechorías, santificadas y recogidas en el BOE por élites del mundo de la economía, rufianes de corbata; y de la política, los padres de la patria. Nuestra clase política nos obsequia constantemente con la idea de “la corrupción es la excepción”, ya que la mayoría de su clase está exenta de esta lacra. Puede que sea cierta tal afirmación, mas produce una mezcla de asco y hastío a cualquier ciudadano medianamente preocupado por la cosa pública, el sentarse delante del televisor a ver un telediario o leer un periódico. Las noticias relacionadas con la corrupción ocupan entre el 60 o el 70% de los contenidos: Gürtel, Bárcenas, Eres de Andalucía, Noos, Palau, Palma Arena…Todas ellas acompañadas de los clásicos discursos de los políticos exigiendo responsabilidades a los del partido contrario, omitiéndolas a los del propio. Son manifestaciones intercambiables. De verdad, es algo agobiante. Ya vale. Estamos hasta los cojones. Se ha dicho que nuestra democracia no está suficientemente asentada, de lo que discrepo, si no lo estuviera no hubiera sido capaz de soportar tanta inmundicia y tanta mierda. El que haya tanta corrupción, se explica en parte por la excesiva condescendencia por parte de esta sociedad, que no ha tenido inconveniente en ir a votar con la nariz tapada a auténticos rufianes. Y también son culpables los medios de comunicación, ya que el tratamiento informativo era y es muy dispar según la procedencia del caso de corrupción que se tratase, en lugar de denunciarla y perseguirla, venga de donde venga. Un caso vergonzoso es la actuación de La Razón, con su director a la cabeza. El gobierno de Rajoy y el partido en connivencia con medios de comunicación públicos y privados, podrán construir la estrategia que les parezca oportuna para ocultar tanto expolio. Tratarán de alargar el problema, pensando que el tiempo juega a su favor. No sé si alguno, además de Bárcenas acabará en prisión, o si se producirán dimisiones políticas. Pienso que para el pueblo español estas circunstancias ya resultan irrelevantes. El daño está hecho. Todo español, a no ser aquel que esté aquejado de alguna grave patología, lo tiene muy claro. Que el Partido Popular se ha financiado ilegalmente. Lo ocurrido ha sido más o menos como describo a continuación. Empresarios de las grandes constructoras entregaban dinero al partido, obviamente a cambio de contratas de obras públicas, que recogía el tesorero, parte del cual se quedaba en sus manos, de acuerdo con un principio elemental, quien parte y reparte se queda la mejor parte, y el resto se utilizaba para pagar sobresueldos a los principales dirigentes de su cúpula u otros menesteres mucho más indignos, como los relacionados con el caso Yakolet. No creo sea necesario insistir más. Es tan claro como el agua cristalina. No obstante, cabe hacer algunas observaciones. Para que haya corruptos (los políticos), tiene que haber corruptores (grandes empresarios). Los conocemos. Esta corrupción también  se explica por la legislación vigente de financiación de los partidos políticos. Si durante 30 años de democracia la clase política se ha mostrado incapaz de corregir esta legislación, es porque habrá tenido poderosas razones y ventajosas para sus intereses. Para que la financiación sea transparente, palabra que de tanto repetirla nuestra clase política ya no tiene significado alguno, no hay otra opción que basarla en  presupuestos generales del Estado y las cuotas de los militantes. No tienen sentido, si queremos preservar la cacareada transparencia, las donaciones del mundo empresarial, ni nominales ni anónimas, ya que éstas cuando se producen, es a costa de recibir favores a cambio. Las grandes empresas no son ONG. Lo mismo puede decirse de las entidades financieras cuando condonan a los partidos políticos las deudas que han servido para financiar sus campañas electorales. Así luego se explica el indulto al banquero Alfredo Sáenz. Igualmente debería controlarse el efecto “puertas giratorias” para evitar que los políticos desembarquen al abandonar la actividad política en los consejos de administración de las grandes empresas, en pago por los servicios prestados.

Mas existen otros daños colaterales en relación a la corrupción. El quebranto a nuestra economía ha sido inmenso. No sólo por el dinero público que ha sido necesario para financiar los sobrecostos añadidos a las obras públicas concedidas a las grandes constructoras, sino que también por el daño hecho a la Marca España, ya que la expansión generalizada de la corrupción ahuyenta unas posibles inversiones y expulsa las ya existentes. Según señala Roberto Velasco en Las Cloacas de la economía, determinados estudios han analizado empíricamente la relación entre corrupción y cuentas fiscales públicas, llegando a la conclusión de que los países con un alto nivel de corrupción tienden a tener una menor proporción de recaudación de ingresos tributarios en porcentaje del PIB, llegando a establecerse que un aumento del 1% en el indicador de corrupción está asociado a una disminución del 1,5% del PIB en el coeficiente de ingresos totales del Estado. También la corrupción tiene unos efectos demoledores sobre la equidad y la pobreza, ya que cuando la corrupción orienta decisiones, el tamaño y complejidad de los proyectos de inversión tienden a inclinarse por los más grandes y difíciles, que muy pocas veces se orientan hacia los pobres.

Con ser ya graves los efectos comentados de la corrupción, me parecen todavía mucho más negativos los que afectan a la ética pública, como consecuencia de los ejemplos negativos de nuestra clase política. Esta cuestión la trata Javier Gomá en su libro Ejemplaridad pública.  Toda vida humana es un ejemplo y, por ello, sobre ella recae un imperativo de ejemplaridad que dice: obra de tal manera  que tu comportamiento sea imitable y generalizable en tu ámbito de influencia, generando en él un impacto civilizatorio.  Este imperativo es muy importante en la actividad política, ya que el ejemplo de sus dirigentes sirve si es positivo para cohesionar la sociedad, y si es negativo para disgregarla y atomizarla. El espacio público está cimentado en la ejemplaridad. Podría decirse que la política es el arte de ejemplificar. Las instituciones públicas han sido conscientes o deberían serlo del efecto multiplicador para potenciar la convivencia de determinados modelos públicos. Los políticos, sus mismas personas y vidas, son, lo quieran o no, ejemplos de una gran influencia social. Como autores de las fuentes escritas de Derecho-a través de las leyes- tienen el monopolio  estatal de la violencia legítima  y ejercen un dominio muy amplio sobre nuestras libertades, derechos y patrimonio. Y como son muy importantes para nuestras vidas, atraen sobre ellos la atención de los gobernados y se convierten en personajes públicos. Sus actos no quedan reducidos al ámbito de su vida privada. Merced a los medios de comunicación de masas se propicia el conocimiento de sus modos de vida y, por ende, la trascendencia de su ejemplo, que puede servir de paradigma moral para los ciudadanos. Los políticos dan el tono a la sociedad, crean pautas de comportamiento y suscitan hábitos colectivos. Por ello, pesa sobre ellos un plus de responsabilidad.  A diferencia de los demás ciudadanos, que pueden hacer lícitamente todo aquello que no esté prohibido por las leyes, a ellos se les exige que observen, respeten y que no contradigan un conjunto de valores estimados por la sociedad a la que dicen servir. No es suficiente con que cumplan las leyes, han de ser ejemplares. Si los políticos lo fueran, serían necesarias muy pocas leyes, porque las mores cívicas que provendrían de su ejemplo, haría innecesaria la imposición por la fuerza de aquello que la mayoría de  ciudadanos estarían haciendo ya con agrado. Saint-Just ante la Convención revolucionaria denunció “Se promulgan demasiadas leyes, se dan pocos ejemplos”, Circunstancia que no ha cambiado en la actualidad. La inmoralidad de los gobernantes transmite un ejemplo negativo que luego ellos mismos  se ocupan de reprimir con las leyes.

Con la democracia liberal, se acrecienta todavía más la necesidad de la ejemplaridad del profesional de la política. Los políticos tienen dos maneras de influir sobre la sociedad: lo que ellos hacen y lo que ellos son. Lo que ellos hacen son leyes coactivas capaces de transformar la realidad, pero lo que ellos son es a menudo mucho más importante, porque son ejemplos que tienen mucha influencia en nuestra vida, nuestra hacienda y nuestra libertad y se convierten en una fuente de moralidad social. El ejemplo de las personas que ocupan posiciones de poder puede ser extremadamente vertebradora o desvertebradora de la sociedad, y cuando los políticos son ejemplos de un estilo de vida vulgar y no ejemplar, se produce un efecto desmoralizador sobre la sociedad. Lo peor es que los políticos sólo encuentran cómo solución aprobar más y más leyes, es decir, más coacción, con lo cual la falta de ejemplaridad de sus conductas acaba produciendo un exceso de legislación para remediar la corrupción que ellos mismos han generado. 

Una sociedad desvertebrada y desmoralizada