jueves. 28.03.2024

Siento vergüenza

Está claro, que a la derecha no le gusta la Memoria Histórica, pues ello es tanto como aludir a sus raíces ideológicas y personales...

Es seguro que muchos españoles que alardean de patriotismo, no me atrevo a cuantificarlos, al leer estas líneas y vean que versan sobre el tema, ya sobado mas todavía no resuelto, de la Memoria Histórica, exclamarán que ya vale, otra vez con la misma tabarra, que lo que les preocupa de veras es la crisis económica, y su secuela más importante que es el paro galopante. ¡Toma! ¡Y a mí también! Y a otros muchos como yo.  Lo que no es óbice para que me preocupe por el tema de que más de 100.000 españoles sigan enterrados todavía en las cunetas de cualquier carretera comarcal, en las tapias de cualquier cementerio, o incluso en algún basurero, y que además sus familiares no puedan darles una digna sepultura, como todo ser humano se merece.

También me preocupa que a una parte importante de la sociedad española, esta traumática e injusta circunstancia le importe un comino, ya que por lo que parece hoy se mueve solo por otros valores, estrictamente materiales, totalmente alejados de la ética. Y mi preocupación continúa al constatar que importantes y poderosos medios de comunicación, han trabajado a destajo y a conciencia para que en una gran mayoría de la ciudadanía española haya calado exclusivamente esa escala de valores. Y esto es así, merced a que abundan cada vez más un prototipo de columnistas, que dicen escandalizarse porque en esta sociedad nuestra se está produciendo un vacío de valores morales, y sin embargo, no tienen ningún impedimento moral en colocarse en contra de todo aquello relacionado con la Memoria Histórica, y que les resulte indigerible el que todas esas víctimas sean enterradas. Me resulta difícil entender estos comportamientos tan contradictorios. También me preocupan determinadas actuaciones judiciales, como el haber sido expulsado de la carrera judicial el juez Garzón, entre otras razones, por su iniciativa de abrir una causa penal para investigar los crímenes del franquismo por medio del sumario 53/2008. Igualmente me preocupa la actuación de las jerarquías eclesiásticas que consideran que en la Memoria Histórica no hay más que resentimiento, tal como dijo el cardenal Rouco: "A veces, es necesario saber olvidar" en lo que él denomina, haciendo gala de una doble moral, de "una auténtica y sana purificación de la memoria", mientras canonizan a miles a sus mártires de la Guerra Civil. Por último, no menos me preocupa que el PP, el partido que sustenta al gobierno actual, con 10,8 millones de votantes detrás, se muestre insensible, e incluso se ría de todos aquellos, que quieran enterrar a sus muertos, acusándoles de insensatos y de poner en peligro nuestra democracia que ha costado tantos esfuerzos conseguirla.  Rajoy ha mostrado siempre su desprecio por la Ley de la Memoria Histórica porque "no interesa a nadie". La manera de pensar al respecto de los dirigentes populares puede estar perfectamente representada por las palabras de Miguel Ángel Rodríguez, portavoz que fue del Gobierno de Aznar entre 1996-1998  emitidas en el programa 59 segundos de TVE: "En plena época de Internet y de la play station, es estúpido que a estas alturas estemos recordando lo que pasó hace 70 años".

Está claro, que a la derecha no le gusta la Memoria Histórica, pues ello es tanto como aludir a sus raíces ideológicas y personales. Como señaló Manuel Rivas: ¿Por qué despierta tanta hostilidad la Memoria Histórica en la derecha española? Creo que es una pregunta que concierne a todos, pero especialmente a quienes se sitúan en esa órbita ideológica y política. Esa derecha que gira al centro, que se pretende homologable con los gobernantes franceses y alemanes, que sí asumen la memoria de la resistencia antifascista, esa derecha tan justamente comprometida con la memoria de las víctimas del terrorismo político en el País Vasco, ¿por qué hace una excepción con la dictadura franquista, una de las más crueles y prolongadas de la historia?

En la tramitación parlamentaria de la Ley sobre localización e identificación de personas desaparecidas durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, más conocida como “Ley de Fosas, una ley pionera en España y aprobada con el Gobierno del Tripartito catalán aparecen razones justificativas de la Memoria Histórica. Según Joan Saura,  de carácter democrático, ya que si hoy vivimos en un régimen consolidado de libertades  y de paz, es absolutamente imprescindible reparar esta injusticia, una cuestión de coherencia con nuestros propios principios. Además el afrontar y asumir los horrores y los crímenes del pasado es una característica de las democracias maduras. ¿Qué mejor muestra de reconciliación que ser capaz de asumir el pasado doloroso y tomar medidas para corregir tales errores? Esta Ley contribuye a la reconciliación, así como el refuerzo de la convivencia democrática. Pero además hay una razón de carácter ético, que debía superar cualquier diferencia política. ¿Quién podría aceptar que un ser querido continuase en cualquier margen de un camino?  Esta Ley pretende compensar a los numerosos familiares, que desean ansiosamente dar una cristiana sepultura a sus seres queridos.

En su intervención, Joan Saura, citó el prólogo que el historiador Joan Villarroya, escribió para el libro, titulado Els morts clandestins. Les fosses comunes de la Guerra Civil a Catalunya, de Queralt Solé i Barjau: “El septiembre pasado, estando en Dieppe, en la costa de Normandía, visité el cementerio de los soldados canadienses muertos en el desembarco. Cada tumba está perfectamente cuidada, porque los chicos de las escuelas de los alrededores las han apadrinado y son los responsables de limpiarlas y plantarles flores. Esta visita al cementerio de Dieppe se puede extender a los cementerios que se conservan en Francia, donde están enterrados los soldados aliados y alemanes muertos durante la I y la II Guerra Mundial, incluso los restos de los soldados desconocidos reposan en grandes tumbas. Hay respeto y dignidad por todos los combatientes, enfrentados en el campo de batalla. Pasados más de 60 años del final de la última guerra mundial, se conservan intactas las tumbas de los soldados caídos, tanto sean franceses como alemanes.  Finalmente, Joan Saura, se hace la siguiente reflexión: Ni en Cataluña ni en el conjunto del Estado español es posible visitar a cementerio alguno, donde de manera digna e individualizada estén los despojos de los soldados muertos en el frente, mucho menos todavía, el de las víctimas de la represión que la Guerra Civil ocasionó”.

También fue muy interesante la intervención del diputado socialista-ciudadanos por el cambio, Sr. Balcells, cuando recurrió a las palabras de una periodista, que se ha dedicado a investigar aquí y en otros lugares con dramas similares el problema de las fosas. Se refiere a Montse Armengol, que en su libro Les fosses del silenci, partiendo de la experiencia de Nicaragua, se hizo la siguiente reflexión: “En Guatemala hemos visto como nos pasaban la mano por la cara por el esfuerzo institucional para localizar las fosas, para obtener ayudas internacionales, para hacer un banco de ADN, para tener un psicólogo a pie de fosa que atendiera a los familiares de las víctimas en aquel momento, a la vez esperado y doloroso, en que surge el primer hueso, una bota o una chaqueta, que confirma la pérdida violenta de un ser querido. El momento en que una pala abre la tierra y se rompe el silencio; el momento en que, por fin, puede comenzar el duelo, el personal, el del familiar del desaparecido y el colectivo: el de la sociedad que ha padecido la tragedia. Nada de eso”- acaba diciendo Montse Armengol- hemos visto en esta España que presume de dar lecciones de transición o de perseguir a los dictadores criminales”.

Entiendo que si nuestra democracia, como nos dicen, está plenamente asentada, tras un período de Transición, que hemos pretendido presentarlo como modélico y exportable a otras latitudes, no debería tener problema alguno para digerir nuestro pasado por duro y tenebroso que esté haya sido. Como dijo brillantemente Ángel Viñas: ¿Qué tiene el pasado español para que su escrutinio deba permanecer cerrado a cal y canto? ¿Qué debe ocultar una democracia que tanto se enorgullece de serlo? ¿Es que acaso tenemos genes que nos hagan incapaces de afrontar nuestro pasado? Los sudafricanos, los chilenos, los argentinos, los rusos, por poner unos cuantos ejemplos, han dejado ya en pañales a quienes nos enorgullecíamos de una transición presentada como modélica.

En septiembre  de 2013 esta terrible injusticia continúa sin reparar. A esta situación se ha llegado ante el desamparo total de que han sido objeto las víctimas tanto por parte del Gobierno como de la Justicia española. Como señala José Ramón Villanueva,  a pesar de la aprobación de la Ley de la Memoria Histórica en 2007 por el Gobierno de Rodríguez Zapatero y en la actualidad incumplida sistemáticamente por el Gobierno de Rajoy, esta herida de nuestra democracia ha hecho que las asociaciones memorialistas busquen la internacionalización de sus demandas como única vía para hacer justicia y acogiéndose al principio de justicia universal, iniciaron la querella contra los crímenes franquistas ante los tribunales de Argentina, una vía que hoy está resultando esperanzadora no sólo para la reparación moral y jurídica de las víctimas sino para la condena pública y universal de los criminales, hasta ahora impunes gracias a la Ley de Amnistía de 1977.  Las recientes actuaciones de la Justicia argentina, y en particular de la juez María Servini, deberían de hacer enrojecer a la Justicia española, incapaz de adoptar en esta materia los principios de la legislación y justicia universal, para castigar los crímenes del franquismo, que tienen, no lo olvidemos, la calificación jurídica de "crímenes contra la humanidad". Un nuevo rayo de esperanza se ha abierto con la visita a España del Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias de la ONU con la intención de ayudar a resolver los casos de los todavía 130.000 desaparecidos y las 2.800 fosas que salpican la geografía España.  Otras acciones se están llevando a cabo ante el Parlamento Europeo y el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos y, es probable que las conclusiones del informe que elabore Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias de la ONU supongan una amonestación para España por su pasividad en la resolución de este triste episodio de nuestra historia.

Que después de más de 30 años, todavía la sociedad española, incluida en ella tanto la clase política como la ciudadanía, no haya sido capaz de saldar esa deuda histórica con todos aquellos españoles que fueron asesinados, por el único delito de defender el régimen republicano, me hace sentir una profunda vergüenza como español.

Siento vergüenza