viernes. 19.04.2024

"Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros"

Los europeos nos creernos el ombligo del mundo, la cuna de la civilización. En Europa apareció la cultura griega, el cristianismo y el derecho romano. El románico y el gótico. El Renacimiento, Humanismo, y la Reforma Protestante. Así como  la Ilustración basada en el culto a razón humana-  reflejada en  la frase de Kant sapere aude-  que nos serviría para combatir y superar la ignorancia, la superstición y la tiranía, y así construir un mundo mejor. La Revolución Francesa, con los principios de la división de poderes de Montesquieu y la soberanía nacional de Rousseau, plasmados en unos textos constitucionales, así como en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. La Revolución Industrial que permitió un extraordinario crecimiento de la economía. En principio, nada que objetar a la existencia de estos hechos históricos. Mas también los europeos somos igualmente responsables de otros, el imperialismo, el fascismo, las dos guerras mundiales, genocidios de Hitler sobre los judíos o el holodomor ucraniano de Stalin.. .

Hemos llegado a interiorizar que tenemos el derecho de controlar, dominar y explotar territorios con sus respectivas poblaciones allende de nuestras fronteras. La conquista de América por España fue un ejemplo. Por ello, el domingo anterior a la Navidad, en 1511, el dominico Antonio de Montesinos pronunció en la isla de Hispaniola (Haití), en una iglesia con techo de cañas, un sermón "revolucionario". Hizo la primera protesta pública contra el trato que sus compatriotas infligían a los indios. El sermón, pronunciado ante la minoría dirigente de la primera ciudad española fundada en el Nuevo Mundo, escandalizó e indignó a sus oyentes. Clamaba con voz llena de ira: ¿Con qué derecho habéis declarado una guerra tan atroz contra esta gente que vivía pacíficamente en su país? ¿No tienen una razón, un alma? ¿No tenéis el deber de amarlos como a vosotros mismos? Estad seguros de que, en estas condiciones, no tenéis más posibilidades de salvación que un moro o un turco". La denuncia la continuaría el padre Bartolomé de las Casas en su Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias. Reflejar estos hechos, para no pocos es una falta de patriotismo, los cuales aducen que también hicieron lo mismo en América, los portugueses, los ingleses, y una vez desplazados los europeos, los Estados Unidos, de acuerdo con la doctrina Monroe “América para los americanos”. Justificar una monstruosidad con otra, no deja de ser monstruoso.  Al respecto resulta muy interesante la lectura del libro de Eduardo Galeano Las heridas abiertas de América Latina” escrito en 1971, del que extraigo este fragmento de su prólogo: Describe la historia del saqueo  y cómo funcionan los mecanismos actuales del despojo, aparecen los conquistadores en las carabelas y, cerca, los tecnócratas en los jets, Hernán Cortés y los infantes de marina, los corregidores del reino y las misiones del FMI., los dividendos de los traficantes de esclavos y las ganancias de la General Motors.”

Es cierto que el conquistador de América para tratar de justificar su empresa, que siempre fue un acto de fuerza y de rapiña, recurre a una misión evangelizadora y civilizadora: humanizar, sacar de su estado feral a los amerindios gracias al cristianismo y la civilización. Un claro ejemplo de tal justificación lo representa en su libro De la justa causa, de la guerra contra los indios Ginés de Sepúlveda: “ La primera razón de la justicia de esta guerra y conquista es que siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros (indios), incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades, siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor para bien de todos”.  Sin embargo, en el siglo XIX, el imperialismo europeo en el África y el Asia olvida casi completamente cualquier tipo  de justificación religiosa y moral e invade, ocupa y explota territorios, sin otra explicación que la de proveerse de materias primas, ampliar sus mercados o contrarrestar el crecimiento y poderío de los imperios rivales. Mario Vargas Llosa nos cuenta en un artículo  La aventura colonial, la actuación de  Leopoldo II de Bélgica en el Congo. Con una mezcla de astucia y  diplomacia fue capaz  de convertir a su país en una gran potencia colonial. Supo forjarse una  imagen de monarca humanitario, altruista, hondamente preocupado  por los salvajes. Y así en 1885, las naciones en el Congreso de Berlín, le regalaron, a través de la Asociación que él había creado, todo el Congo, un inmenso territorio, unas 80 veces el tamaño de Bélgica, para que "abriera ese territorio al comercio, aboliera la esclavitud y cristianizara a los salvajes".  Los congoleses se vieron sometidos a una explotación brutal, hasta su extinción. Los castigos, para los que no podían entregar suficiente látex, fueron  inhumanos. Las mutilaciones de manos y pies,  hasta el exterminio de aldeas enteras, fueron lo normal. Allí hubo un auténtico Holocausto, que llegó al exterminio de 10 millones de seres humanos, y los  belgas recuerdan a Leopoldo II como  un gran estadista.

Por ende, no sorprende la publicación en 1961 del libro Los condenados de la tierra de Franz Fanón, nacido en la isla de Martinica, siendo colonia francesa y con un prólogo extraordinario de denuncia de la explotación colonial de Jean Paul Sartre, el cual nos escupe a la cara con palabras de Fanon: Escuchen: "No perdamos el tiempo en estériles letanías ni en mimetismos nauseabundos. Abandonemos a esa Europa que no deja de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina por dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus propias calles, en todos los rincones del mundo. Hace siglos....que en nombre de una pretendida aventura espiritual' ahoga a casi toda la humanidad.":

Dinámica histórica que sigue plenamente vigente hoy, cambian las estrategias, pero los objetivos son idénticos. Existe un gran desconocimiento sobre los refugiados: quiénes son, su procedencia y las causas de la salida de sus países. Para subsanarlo debemos hacernos la pregunta qué y quién son los verdaderos responsables de estas avalanchas humanas. La causa fundamental es la dinámica del capitalismo global y las incontables intervenciones militares. Para Zizek, el actual desorden es la auténtica realidad del Nuevo Orden Mundial. Abandonados a su suerte, los africanos o los del Próximo Oriente ellos solos no podrán cambiar sus sociedades. Y eso es así, porque nosotros los europeos se lo impedimos. Fue la intervención militar en Libia la que provocó el caos en el país. Al respecto, resultaron proféticas las palabras del coronel Gadafi poco antes de su muerte: "Ahora escuchad, gentes de la OTAN. Estáis bombardeando un muro que ha impedido la emigración africana a Europa y la entrada de los terroristas de Al-Qaeda. Ese muro era Libia, y lo estáis rompiendo. Sois idiotas, y arderéis en infierno por los miles de emigrantes que se irán de África". Fue el ataque a Irak lo que generó las condiciones para la aparición de ISIS.

No debería pasarnos desapercibido que casi todos los refugiados proceden de estados fracasados, donde la autoridad pública es prácticamente inoperante en gran parte del territorio (Siria, Irak, Libia, Somalia, Congo, Eritrea...). En todos estos casos, la desintegración estatal, es el resultado de la política y la economía internacionales, y en algunos casos, consecuencia directa de la intervención occidental, como en Libia e Irak. Este incremento de los estados fracasados no es algo fortuito, sino uno de los mecanismos mediante los cuales las multinacionales de los grandes estados ejercen su colonialismo económico. Esta realidad la explicó Alain Badiou en un seminario del 23 de noviembre de 2015 tras las matanzas de París del mismo mes, que se publicó en el libro Nuestro mal viene de más lejos. Pensar las matanzas del 13 de noviembre y las nuevas formas del fascismo. El imperialismo del siglo XIX, era ejercido directamente por los Estados-nación. Se llevó a cabo un reparto del mundo entre los estados más poderosos, como se hizo en la Conferencia de Berlín de 1885, donde se troceó África arbitrariamente como una tarta sin contar con las poblaciones autóctonas. Luego llegaron las guerras mundiales, las guerras de liberación nacional apoyadas por el bloque socialista, que desembocaron en la "independencia" entre los años 40 y 60 del siglo XX. Mas las grandes potencias para defender a sus empresas interesadas en materias primas o fuentes de energía siguieron interviniendo militarmente. En los últimos 40 años, hubo más de 50 intervenciones militares de Francia en África. En la última en Malí en 2013, un periódico serio señaló que había sido un éxito, porque se había logrado "proteger los intereses de Occidente". Por supuesto, no a los malienses. ¡Qué cinismo!

Por ello, si las modalidades cambian, las intervenciones imperiales siguen, conocidos los grandes intereses capitalistas en juego: uranio, petróleo, diamantes, maderas preciosas, carbón, aluminio, alimentos, gas... En el Congo hay minerales clave: el coitan, diamantes, cobre, cobalto y oro. Algunos de ellos son básicos en nuestros ordenadores y teléfonos móviles.

Hoy a las grandes potencias, en lugar de mantener estados bajo su tutela, es preferible destruirlos, dentro del proceso de desestatización del capitalismo mundial. En ciertos territorios llenos de recursos se pueden crear zonas francas, anárquicas, sin Estado, donde las grandes firmas operan sin control. Habrá una semianarquía, bandas armadas, controladas o semicontroladas, donde abundan chicos-soldados drogados, pero los negocios pueden hacerse, incluso mejor que antes, al ser más fácil el negociar con estas bandas armadas que con estados constituidos, que pueden preferir otros clientes. A estas nuevas prácticas imperiales, a saber, destruir a los estados en lugar de corromperlos o sustituirlos, Badiou propuso el término "zonificación". El imperialismo que fabricaba pseudopaíses en África, Medio Oriente o Asia, podía ser sustituido por zonas infraestatales, que son, en realidad, zonas de saqueo no estatizadas.

La actuación de los dirigentes de la Unión Europea ha sido y lo sigue siendo vergonzosa sobre los refugiados. No han sido capaces de llevar a cabo una política común ante un problema de tal gravedad. La UE que nació como paradigma de solidaridad, de defensa de la democracia y de los derechos humanos, se ha visto desbordada, «sorprendida» y avergonzada por esta crisis migratoria. Tampoco debería extrañarnos tal actuación con los llegados de fuera, ya que las políticas de austeridad por parte de los gobiernos de la UE nos muestran las terribles secuelas  con muchos de aquí: pobreza junto con exclusión social, palpable en que cada vez más personas piden en los atrios de las iglesias y rebuscan en los contenedores de basuras; cifras insoportables de desempleo junto con trabajos precarios; pensiones públicas cada vez más reducidas para justificar planes privados; ataques brutales al Estado de bienestar, e incremento de los suicidios-

Termino citando las palabras recientes relacionadas con el tema de los refugiados del ínclito Juncker: "Falta más Europa y más Unión". ¡Qué desfachatez se requiere para emitir tales palabras! Yo, sin embargo, quiero acabar con otras del presidente de la I República española, Estanislao Figueras: "Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros".

"Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros"