martes. 19.03.2024

Keynes dixit: el progreso tecnológico liberará al menos parcialmente a la humanidad del trabajo

El paro es uno de los temas que más preocupa a los españoles. Razones hay que lo justifican. No viene mal recordar el discurso Empleo y Bienestar de Olof Palme, pronunciado el 3 de abril de 1984 en la Universidad de Harvard, en el que señaló que el primer objetivo de una política socialdemócrata era alcanzar el pleno empleo, porque el paro significa un terrible despilfarro, sufrimiento humano y una amenaza para la democracia.  ¿Alguien sabe por dónde anda la socialdemocracia?

Como vemos estas advertencias de Palme impregnadas de justicia social han caído en saco roto, ya  que el capitalismo neoliberal no erradica tal lacra ni en España ni en otros países. Esta nueva situación de desempleo supone una ruptura con una tradición cultural del mundo occidental, muy influida por el cristianismo. Ya en la Biblia se indica: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, y San Pablo en la Segunda Carta a los Tesalonicenses: “El que no quiera trabajar que no coma”. O lo que es lo mismo el trabajo es un deber. Pero en esa misma tradición es también un derecho. El artículo 21 de la Constitución francesa de 1793 especifica: “Las ayudas públicas son una deuda sagrada. La sociedad debe la subsistencia a los ciudadanos desgraciados, ya sea procurándoles trabajo, ya sea proporcionando los medios de existencia a lo que no estén en condiciones de trabajar.”  Según Johann Gottlieb Fichte, en su obra Fundamentos del Derecho Natural según los Principios de la Doctrina de la Ciencia, 1797: “Todos deben poder vivir de su trabajo. Poder vivir está, por tanto, condicionado por el trabajo, y no existirá tal derecho, si no se cumple esta condición...” Y sin embargo, a muchos esta sociedad implacable les escupe en la cara «No comerás porque tu sudor es superfluo e invendible».  Quienes no pueden vender su mano de obra son considerados como un excedente y se les manda al vertedero social. Además lo que no deja de ser perverso a todos estos excluidos se les obliga a asumir e interiorizar que son culpables de su situación, acusándoles de tener pretensiones excesivas, de falta de ganas de trabajar y de espíritu emprendedor, o de poca flexibilidad y cualificación. Su destino es el de servir de ejemplo aterrador, para que los que todavía tienen trabajo sigan luchando a muerte por los últimos puestos de trabajo.

Pero además esta desvalorización del factor trabajo supone que en su mayoría todos aquellos que acceden a un puesto de trabajo, tienen que sentirse afortunados, aunque sea muy precario. Este brutal sistema económico ha ganado la batalla. Ejemplos no faltan. Bill Clinton en 1998 dijo: “Cualquier trabajo es mejor que ninguno”. El Lema de una Exposición de carteles de la Oficina Federal de Coordinación de las Iniciativas de parados de Alemania en 1998: “Ningún trabajo es tan duro como ninguno”.  En la legislatura anterior de la popular Luisa Fernanda Rudí, el portavoz de Hacienda del PP en las Cortes de Aragón, Jorge Garasa,  reconocía muy positiva la emigración de nuestros jóvenes a Alemania para disfrutar de un contrato con un máximo de 450 euros, e, incluso el trabajar gratis como hicieron los norteamericanos por el cierre de la Administración en USA.

Esta es la cruel realidad,  mas los gurús de la economía proponen todo tipo de reformas laborales para “crear empleo y además de calidad”, basadas en la flexibilización de las relaciones laborales, reducción salarial y de contribuciones a la Seguridad Social, bajada de impuestos, etc. Sin embargo, la dramática realidad persiste. España ha sufrido y sufre  un gravísimo problema estructural de paro. Nuestros gobernantes argumentan que su gran preocupación es crear empleo. Falso. ¿Se puede combatir el paro retrasando la edad de jubilación, el incremento del horario laboral y las horas extras, o con el despido de 180.000 empleados públicos? ¿Se apaga un incendio con gasolina? No les preocupa el paro, ya que viene muy bien para explotar a la clase obrera y dinamitar toda la legislación socio-laboral de los últimos 100 años. No es novedad, ya en 1944 el economista Kalecki decía en su artículo Aspectos políticos del pleno empleo "En verdad, bajo un régimen de pleno empleo permanente, el despido dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe se minaría y la conciencia de clase de la clase trabajadora aumentaría." 

El paro es y seguirá siendo un gran problema en España, quizá más acuciante que en otros lugares, pero no es exclusivo nuestro. Con él vamos a tener que convivir, a no ser que se tomen algunas medidas correctoras, de las hablaré más adelante. Vamos a verlo. Según Alberto Rabilotta y Michel  Afnaïeff, el paro no solo persistirá, sino que se incrementará entre otras razones por la digitalización y automatización de la economía.  El pensamiento económico dominante aduce que la automatización y la informatización eliminarán empleos obsoletos, pero que los reemplazará por nuevos e incluso los incrementará. Tal planteamiento se basa en una comparación con la Revolución Industrial, pero no hay nada que lo sustente. ¿Podemos verdaderamente pretender que ésta ‘era de los robots inteligentes’ puede ser comparada a la que inauguró la máquina de vapor?  Jean-Yves Geoffard, de la Escuela de Economía de París, subraya: “el riesgo sobre numerosas actividades intelectuales, relacionadas con el tratamiento de informaciones, que pueden ser confiadas a ‘maquinas”. Los empleos del sector de servicios, de la administración y del conocimiento están en grave peligro. Un estudio de la Universidad de Oxford  indica que la informatización afectará alrededor del 47% de los empleos existentes en USA en las próximas dos décadas. Vamos de las sociedades del trabajo a las sociedades sin trabajo. Para Andrew Keen, director del Salón de Innovación de Silicon Valley, Internet que fue concebido para la utopía, es una máquina de destrucción de empleos, concentrando poder y riqueza en una tecno-oligarquía bien conectada con algunos gobiernos. Las cinco empresas más capitalizadas del mundo son tecnológicas y acumulan sumas de capital que triplican el de las corporaciones industriales, pero en cambio crean menos y peores empleos que ellas; están acabando con la clase media y crean desigualdad. Kodak tuvo que despedir a 43.000 empleados arruinado por Instagram, que tenía 14. General Motors empleaba a 200.000 personas cuando valía 55.000 millones; Google vale 400.000 y emplea a 46.000. ¿Para qué van a crear empleo? El economista Yann Moulier-Boutang nos dice: "Muchos de mis alumnos sin empleo están todo el día trabajando gratis para las GAFA. Siglas de G-oogle, A-pple, F-acebook y A-mazon. Sin cobrar y algunos hasta pagan por trabajar para ellas". Son los telares mecánicos del capitalismo cognitivo, en el que el empresario digital necesita muy pocos empleos. Ya no en Manchester, sino en Silicon Valley. Muchos dedicamos gran parte de nuestra vida a generar dividendos para las GAFA. Nuestras relaciones humanas son digitalizadas y puestas on line. Se apropian de todos los signos que generamos. Es la economía de la atención: cuanta más atención les prestamos, más datos les damos y más rentables son. Los convierten en dinero, con publicidad viralizada, o en información para venderlos como big data a otras empresas.

Ya lo dijo Keynes en la conferencia impartida en Madrid en 1930 Las posibilidades económicas de nuestros nietos: “Estamos siendo castigados  con una nueva enfermedad, nueva para los que me lean, pero que de la que oirán mucho en el futuro; es decir, paro tecnológico. Esto significa desempleo debido a nuestro descubrimiento de los medios para economizar el uso del factor trabajo sobrepasando el ritmo, con el que podemos encontrar nuevos empleos para el trabajo disponible”.

Si el trabajo no llega para todos, el que hay  habrá que repartirlo. Como señala Serge Latouche, el precursor de la teoría del decrecimiento, hay que trabajar menos horas para que trabajemos todos, pero, sobre todo, trabajar menos para vivir mejor. Esto hoy es subversivo.

Guy Aznar un investigador francés, a fines de la década de 1980, lanzó la idea de una sociedad sin desempleo y en la que se podría “vivir a tres tiempos”, equilibrando producción, actividades sociales y tiempo individual. Cada uno organizaría libremente su proyecto de vida en torno de esos tres polos: el trabajo en la esfera productiva, la actividad en la esfera social, la actividad o no-actividad en el espacio individual. Y a cada tiempo correspondería un ingreso: para el tiempo de trabajo productivo un salario; para el tiempo social un “segundo cheque” relacionado a la productividad de la sociedad, a su crecimiento económico, y del cual podrán beneficiarse solo las personas que hayan aceptado reducir su tiempo de trabajo; para el tiempo libre, un ingreso facultativo y fruto de la autoproducción bajo el signo del valor de uso.

Termino de nuevo recurriendo a Keynes, el cual vinculó el progreso tecnológico a la posibilidad de liberar al menos parcialmente a la humanidad de su carga más antigua y natural, el trabajo. Pero, cuando esta posibilidad está al alcance de la mano, nuestro sistema socioeconómico es incapaz de convertir el crecimiento de la riqueza y el aumento del desempleo tecnológico que lo acompaña en incremento del tiempo de ocio voluntario, y de abordar el trabajo de otra manera distinta a una mercancía.

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