viernes. 29.03.2024

Las jirafas de los cuellos largos

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John Keynes

En 1926 John Keynes en el ensayo El final del laissez-faire exponía una parábola, aplicable a la situación política, social y económica de hoy. Resumía la naturaleza y las implicaciones del dogma del liberalismo económico incuestionables antes  y ahora: la irrealidad de sus presupuestos, lo destructivo de sus consecuencias, su insostenibilidad social y económica de un método basado en encumbrar a los buscadores de beneficios que tienen más éxito en una lucha sin tregua por la supervivencia, que selecciona al más eficiente eliminando al menos eficiente, y que considera los resultados así alcanzados-al margen de los costes - un bien permanente para toda la sociedad. Nos decía: “Si la finalidad de la vida es coger las hojas de los árboles a la mayor altura posible, la mejor manera de alcanzar esta finalidad es dejar que las jirafas del cuello más alto hagan morirse de hambre a las del cuello más corto”.

Hoy, el nuevo dogma neoliberal trata de edulcorar la trágica parábola, con la estrategia de un final feliz mediante la teoría, en una especie de cínica coartada moral, del trickle-down, o goteo hacia abajo., o del derrame. Su origen proviene de George Simmel, que en 1904 la aplicó al mundo de la moda, al considerar que la forma de vestir de las clases más altas llega a las más bajas-de “goteo”, de arriba hacia abajo, por imitación. Setenta años después, este fenómeno se transfirió a la economía para denominar la tesis de que los beneficios  de políticas económicas favorables a los más ricos, como desgravaciones fiscales, acabarían goteando hasta las clases más desfavorecidas y beneficiando a todo el mundo. Para apuntalar y justificar esta teoría con fines persuasivos se han servido de unos diagramas gráficos: la “curva de Laffer” y la “curva de Kuznets”. La primera en forma de campana inclinada lateralmente, relaciona la evolución de los tipos de impuesto sobre la renta-en el eje vertical- con la cuota de ingresos fiscales-en el eje horizontal- conforme a una secuencia, que refleja un aumento de los ingresos proporcionalmente al aumento de los tipos hasta un máximo, a partir del cual los ingresos empiezan a decrecer, hasta llegar a cero en correspondencia con una carga fiscal del 100 por cien. La idea que trata de visualizar la curva es la existencia de un nivel de imposición más allá del cual, todo aumento ulterior funciona a la vez como desincentivo para la actividad económica, especialmente en la inversión, y como incentivo para la evasión y elusión fiscales. Esta teoría tuvo un éxito clamoroso hasta el punto que Reagan recortó drásticamente los impuestos a los más ricos.  Igualmente Trump,  al hacer su gran regalo de Navidad a los grandes empresarios y mega-ricos de este país, al aprobar una reforma tributaria que otorga la mayor reducción de impuestos a corporaciones en la historia moderna del país. Un ejemplo el impuesto de sociedades pasa del 35% al 21%. Lo que supondrá un extraordinario déficit público.

La curva de Kutnets tiene también forma de campana y representa la correlación entre dos variables: en el eje horizontal, el desarrollo económico, sintetizado por el PIB per cápita, y en el vertical, la tasa de desigualdad. Lo que nos dice es que un desarrollo acelerado produce, en una primera fase, desigualdades crecientes, hasta un punto de inflexión a partir del cual empieza, por el contrario, a generar igualdad. Esta curva de Kutnets tiene una variante medioambiental, donde se sustituye la variable social de desigualdad por el indicador de contaminación o degradación medioambiental. El objetivo era el combatir y contrarrestar los críticos al desarrollo por la insostenibilidad medioambiental.

Vista la situación actual de injusticia y desigualdades crecientes así como la degradación del planeta, la teoría del goteo hacia abajo es un auténtico fraude. El mismo Papa Francisco lo ha señalado en su Exhortación pontifical Evangelii Gaudium “Algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo.  Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.  Mientras tanto, los excluidos siguen esperando.  Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia.”

Por ello, siguen siendo válidas las palabras de Keynes y hoy más todavía “si nos preocupa el bienestar de “todas” las jirafas”, no deberíamos olvidar “el sufrimiento de las que tienen el cuello más corto y que acaban muriendo de hambre, ni las tiernas hojas que caen al suelo y que son pisoteadas en la lucha, ni la sobrealimentación de las jirafas con el cuello más largo, ni la perversa mirada de ansiedad o de beligerante codicia que ensombrece los apacibles rostros de la manada”. El capitalismo actual no ha frenado esta situación, sino que ha justificado e incentivado la “bulimia” de los cuellos largos, acentuando la ansiedad de los cuellos cortos. Y lo que es más grave, la financiarización del capitalismo actual, que detrae recursos de la economía real para transferirlos al circuito financiero globalizado, ha podado sistemáticamente los árboles de los “niveles inferiores” e “intermedios”, para concentrarlos en lo más alto, donde una nueva especie puede seguir ramoneando: las jirafas de cuellos largos, los tiburones de las finanzas, para los cuales las tiernas hojas caídas al suelo, sirven de abono para las ramas más altas del árbol. Son identificables, los  multimillonarios del mundo, ese 1% de los habitantes del planeta, que poseen una riqueza de 110 billones de dólares. Forman parte del sector financiero, que controla los ámbitos de decisión, empezando por el político. Este proceso de enriquecimiento y desigualdad se han intensificado en los últimos 30 años, lo que significa el terrible impacto negativo de la concentración de la riqueza sobre una representación política equitativa. En definitiva, el poder del dinero ha pervertido la democracia. O lo que es lo mismo: la incompatibilidad del capitalismo con la democracia.

Las jirafas de los cuellos largos