jueves. 25.04.2024

“No me hables más de papá, ya sé que mi padre es un criminal”. ¿Cabe mayor crueldad?

En el reciente artículoEl franquismo restableció el delito de adulterio el “uxoricidio causa honoris” y la abolición del divorcio”, que supuso gravísimos retrocesos de derechos  para las mujeres, instaba a que reflexionasen  a todo el colectivo femenino, votante a un partido que exalta el franquismo o a otro partido que no lo condena tajantemente.

Hoy quiero insistir en el franquismo, para que sigan reflexionando todo ese colectivo  femenino de votantes a esos 2 partidos y también a la sociedad en general, que si hay alguna palabra que lo define es la “crueldad”, según la definición  del diccionario de la RAE:  Inhumanidad, fiereza de ánimo, impiedad. Si prosiguen la lectura hasta el final entenderán que el término “crueldad” es muy apropiado.

Cada vez soy más consciente del desconocimiento del régimen franquista por gran parte de la sociedad española, De tal circunstancia ya he hablado en artículos anteriores. Culpables hay muchos de este hecho. Los medios, la academia, la familia,,, Y uno de ellos es la escuela. Mucho docente pasa de puntillas sobre el régimen franquista. No quiere problemas. Es más cómodo hablar de Fernando VII y de Isabel II. Recientemente en una entrevista Enrique Javier Díez Gutiérrez decía: “Por ejemplo VOX impulsó un veto parental que provocó que una parte del profesorado se empezara a replegar porque se siente amenazado y no quiere problemas. En los claustros se empieza a sentir una autocensura para no tener problemas. Y estas propuestas del fascismo las asume y las blanquea la derecha conservadora del PP y la derecha liberal de Ciudadanos y las difunde la caverna mediática, conservadora, reaccionaria y liberal.

Vamos a recordar algunas páginas siniestras de nuestra historia reciente y en gran parte olvidada. El régimen franquista implantó la Ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidades Políticas. Lo que significaba  que estar afiliado antes del 18 de julio de 1936, por ejemplo,  al PSOE, PCE, Izquierda Republica,  UGT o CNT, te podía suponer cualquier tipo de pena, desde el fusilamiento, cárcel, confiscación de bienes… Además de represalias diferentes a los miembros de tu familia; violaciones a esposas, hijas, hermanas, palizas, cortes de pelo, etc. Esta Ley es  una auténtica aberración jurídica. De lo que se trataba era justificar jurídicamente la persecución a la disidencia. Acusar de subversión a aquéllos que precisamente defienden el régimen democrático vigente, no deja de ser un hecho perverso. Y aquellos que se sublevan son los que dictan la Ley. El mundo al revés. Las víctimas convertidas en verdugos. Se penalizaba así, con carácter retroactivo, conductas que eran totalmente legales cuando se habían producido. Para concienciar de las repercusiones brutales de esta Ley, en clase a mis alumnos les ponía el siguiente ejemplo.  Hoy un golpe de Estado como el del 18 de julio, de acuerdo con la Ley mencionada, mi persona por estar afiliado a un partido de izquierdas podría ser fusilado, encarcelado o que mis bienes sean confiscados… Además de las represalias a miembros de mi familia. O exiliarme. Los chavales me preguntaban atónitos: ¿de verdad?

Crueldad del régimen franquista, legitimada y justificada además por las jerarquías católicas españolas. Católicas, mas no cristianas. Un buen sacerdote el Padre Mindan decía con muy buen criterio “de tan católicos que hemos querido ser nos hemos olvidado de ser cristianos”. El   Boletín Eclesiástico Oficial del Arzobispado de Zaragoza de 15 de junio de 1937, en aquellos momentos el arzobispo era Rigoberto Domenech, señalaba: “España se presentó ante el Pilar bendito, destrozada, sangrante, pecadora y con clamor salido de lo más hondo de su pecho, hizo protestas de su amor, de su fervoroso anhelo de renovarse. La España que nace, la que acaudilla el invicto general Franco, la que quiere recoger la vieja savia de nuestras gloriosas tradiciones para que inspire a los forjadores del nuevo imperio, recordando que es de María, que de entre sus hijos salieron los adalides marianos por excelencia, renovó su consagración a la dispensadora de todas las gracias

 La crueldad del régimen franquista la expresa muy bien Marc Baldó Lacomba en su artículo “Aterrados, desterrados y enterrados: la represión franquista del profesorado universitario': «”La exclusión del disidente se hizo mediante tres procedimientos violentos, relacionados con la palabra tierra. A unos se les enterraba: se les fusilaba, se les mataba a palizas o en penosas condiciones en la cárcel. A otros se les desterraba: se les forzaba al exilio, se les expulsaba del país... Y a otros, se les aterraba, se les echaba a tierra, se les encarcelaba, se les dejaba sin trabajo, se les depuraba, se les confiscaban los bienes, se les humillaba, se les hacía callar, se les imponía el exilio interior y unas condiciones de vida y trabajo durísimas”.

Una breve referencia a los exiliados (desterrados). Son los olvidados, los excluidos. El exiliado lo pierde todo. Rafael Altamira hacía el balance de los daños que le supuso el exilio: había perdido su casa, su familia, sus amigos, su biblioteca, su trabajo, su optimismo y casi, decía, hasta su confianza en el género humano.

Pero también hubo un exilio interior en la propia España. Un maestro depurado Enric Soler lo expresaba: “Lamentando la separación de mi tierra, pensé que tenía que superar este exilio; olvidé la política y, contento con mi carácter introvertido, me convertí en un solitario que iba a lo suyo”. Y este castigo tuvo además el dramático efecto de que cuando el exiliado, cumplida la pena, retorna a su lugar de origen, se siente desarraigado, porque su memoria del pasado no se corresponde con la memoria oficial del presente. Este exilio interior sirvió para olvidar la memoria republicana.

Crueldad, Crueldad y Crueldad en  el régimen franquista. Sin paliativos. Pero todavía voy a exponer más crueldad. Muchos de estos españoles represaliados perdieron a sus hijos, se los robaron. En la tesis de Rosa Mª Aragüés “La cárcel de mujeres”. Predicadores: Legislación y represión (1939-1955), hay un capítulo realmente estremecedor y muy oportuno en estos momentos que acaba de aprobarse la Ley de protección de la infancia,  titulado Legislar contra la Infancia, con los siguientes apartados: La “Obra Nacional de Protección a los Huérfanos de la Revolución y la Guerra”. Niños repatriados y abandonados y el cambio de nombre, La Ley de 4 de diciembre de 1941. “Patria, Pan y Justicia”. El Auxilio Social. “Rendez les enfants espagnols à l’Espagne”. El Servicio Exterior de Falange.

El capítulo tiene la siguiente entradilla del libro extraída del libro Los niños perdidos del franquismo de  VINYES, R., ARMENGOU, M. y BELIS, R.

 «Estos niños representan la España futura. Queremos que lleguen a decir un día: «Sin duda la España falangista fusiló a nuestros padres pero fue porque lo merecían. En cambio ha rodeado nuestra infancia de cuidados y comodidades». Los que, pese a todo, a los veinte años nos odien todavía serán los que no valgan nada. Los deshechos de la sociedad» Sobrecoge por el nivel de perversidad. ¿Cabe mayor crueldad?

El régimen franquista consciente  de la importancia de la infancia, tanto por motivos demográficos como políticos, dictó desde el principio una normativa para controlar a la población infantil republicana. Decreto 23 de noviembre de 1940 sobre protección del Estado a los huérfanos de la Revolución y de la Guerra. Ley de 4 de diciembre de 1941 por la que se regulan las inscripciones en el Registro Civil de los niños repatriados y abandonados. Tal normativa no puede salir más que de mentes retorcidas, crueles y perversas. No puede salir de una mente con un mínimo de humanidad. Merece la pena consultarlas.

Como comenta Rosa Mº Aragüés, siguiendo  las directrices del psiquiatra Antonio Vallejo Nájera-vaya individuo- se decidió que el mejor método consistía en separar, robar, a los niños de sus padres para educarlos según los principios del Movimiento Nacional. Además se  extraditó a los niños enviados por el Gobierno de la República a distintos países extranjeros, para apartarlos de los horrores de la guerra. Las  Leyes  citadas  estaban dirigidas a conseguir el Estado la tutela de los hijos de los vencidos y apartarlos de sus familias, aprovechando la situación de desprotección de esos niños al encontrarse en muchas ocasiones con los padres en la cárcel, muertos o exiliados. Asimismo, el régimen aprovechó la corta edad de muchos de ellos para proceder a cambiarles de nombre y facilitar así su adopción y la pérdida definitiva de todo contacto con sus familias. Lo que el régimen planteó como una obra humanitaria para proteger a la infancia de la miseria y el abandono, se convirtió para muchas familias en un método legal que el Estado utilizó para despojarles de sus hijos y, tras ingresarles en instituciones benéficas y religiosas, proceder a una total reeducación. Lo que conllevaba para muchos niños el renunciar y aun repudiar a sus progenitores por considerarles culpables de todo lo que se les acusaba.

Las niñas tuteladas por el Estado significaban el 62,6%. Las hijas de reclusos fueron internadas en colegios religiosos, donde fueron adoctrinadas por las religiosas sobre la condición criminal de los padres, algunas de ellas se negaron a volver a verlos y tomaron los hábitos para “redimir” los pecados paternos. Testimonios hay muchos, pero este quizá es de los más explícitos:

“Y a su niña se la quitaron y se la llevaron a un colegio de monjas. Entonces esta mujer escribía continuamente a la niña desde la cárcel hablándole de su papá. Que su papá es bueno y que recuerde a su papá. Y llega un momento en que la niña le escribe: “Mamá, voy a desengañarte. No me hables más de papá, ya sé que mi padre es un criminal. Voy a tomar los hábitos. He renunciado a padre y madre, no me escribas más. Ya no quiero saber más de mi padre”. GARCÍA, C., Las cárceles de Soledad Real, Barcelona.

Como se sabe, después de ser robados a sus padres o abuelos,  fueron adoptados, entregados estos niños a familias,  a personas de reconocida moralidad, adornadas de garantías que aseguren la educación de los huérfanos en un ambiente familiar irreprochable desde el triple punto de vista religioso, ético y nacional», ambiente, según los vencedores, completamente contrario al que sus padres y madres encarcelados les podían ofrecer. Todavía hay más crueldad.

Como dice Montse Armengou en el prólogo del libro Desenterrar las palabras. Transmisión generacional del trauma de la violencia política del siglo XX en el Estado español de Clara Valverde, en mi trabajo como directora de documentales sobre la represión franquista no deja de sorprenderme que muy frecuentemente las víctimas adquieran conciencia de serlo en el marco de un programa televisivo. Así que esa manía de papá de meterse en política o a aspirar a un mundo mejor acarreó la desgracia a toda la familia, a él el primero, claro, pero de rebote nos salpicó a todos. Mira que mamá se lo tenía dicho: ¡tú no te metas en política! Es decir, que el represaliado por el franquismo llega a sentirse en determinados casos, como culpable. ¿Cabe mayor crueldad?

“No me hables más de papá, ya sé que mi padre es un criminal”. ¿Cabe mayor crueldad?