jueves. 25.04.2024

Guerra de paradigmas

Hay que defender el paradigma neoliberal, aunque ya incluso muchos millones piensan que les beneficia, al estar ya alienados. La alienación es útil, y está es la razón...

Acabo de leer  el extraordinario libro de Susan George El Informe Lugano II. Esta vez vamos a liquidar la democracia. Está basado en que unos Solicitantes anónimos de la elite capitalista, piden a unos Expertos reunidos en Lugano que elaboren un Informe que debe permanecer en total secreto, - el primero se publicó en el 2000-, para seguir liderando el mundo  y así el capitalismo en su versión neoliberal persista y se consolide. Los Solicitantes, los expertos son personajes imaginarios; más esta estrategia le sirve a la autora para reflexionar sobre la actualidad con total libertad.

Una de sus partes es La guerra del paradigma. Un paradigma, es un modelo político, social, económico, y cultural que domina e impregna el espacio intelectual y cultural de una sociedad en una época dada. Un cambio de paradigma implica lucha, resistencia y dolor. Hoy luchan por la supremacía dos paradigmas: el de la Ilustración  y el elitista neoliberal.

Merece la pena detenernos en la Ilustración, un momento clave en la Historia, movimiento iniciado hace 200 años,  en el que el hombre decide por primera vez tomar las riendas de su propio destino y convertir el bienestar de la humanidad en su objetivo último. Como señala Josep Ramoneda en su libro Contra la indiferencia, es una revolución del pensamiento que tendrá sus consecuencias políticas y que jugará un papel fundamental en la construcción de la Modernidad. ¿Qué es la Ilustración? Kant responde así: “La salida del hombre de su minoría de edad de la que él mismo es responsable”. ¿Qué quiere decir minoría de edad? La incapacidad de servirse de su entendimiento sin la dirección de otro. De esta incapacidad, subraya Kant, el hombre es el culpable porque la causa no está en el defecto de su entendimiento sino en la falta de coraje. Sapere aude: atrévete a pensar. Significa su emancipación  y autonomía, ya que es capaz de pensar y decidir por sí mismo. Un hombre en el más amplio sentido de la palabra, ya que no necesita que nadie le diga qué tiene que pensar y qué tiene que hacer. Negándose  a dejarse dictar su comportamiento por una ley externa, ambicionaría salir de la esclavitud mental que sometía antaño a los humanos al pasado,  a la comunidad o una figura trascendente. Supone el valorar la Razón, la libertad de pensamiento, la capacidad crítica y la educación. Coloca en primer término al ser humano, tiene una visión optimista del mundo, ya que al ejercitar sus facultades es capaz de dominar la naturaleza para ponerla a su servicio, y así ir  hacia el progreso y alcanzar la felicidad.

Para Tzvetan Todorov en su libro El espíritu de la Ilustración- subyacen tres ideas: la autonomía, la finalidad humana de nuestros actos y la universalidad. La autonomía significa que lo que debe guiar la vida de los hombres ya no es la autoridad del pasado, sino su proyecto de futuro; en consecuencia, la voluntad libre prevalece sobre la tradición. La finalidad humana de nuestros actos comporta que el objetivo de estas acciones humanas esté en la tierra y ya no remite a Dios; por lo que su existencia terrenal tiene pleno sentido: la búsqueda de la felicidad sustituye a la búsqueda de la redención, razón por la que el Estado no está al servicio del designio divino, sino que su objetivo es el bienestar de los ciudadanos. Y la universalidad implica que todos los seres humanos poseen derechos inalienables por el mero hecho de serlo.

Retornando a Susan George, como muy bien exponen los expertos, los Solicitantes, el paradigma ilustrado, a través de sus valores promete más libertad individual y la emancipación de la humanidad de la tiranía y de la opresión; lucha contra el esclavismo, el racismo, el colonialismo; promociona el Estado del bienestar, el sufragio universal, el aumento de salarios, la mejora de las condiciones laborales o la instauración de servicios públicos. A nivel social, se muestra capaz de proporcionar el mayor bienestar material y psicológico para todos; la igualdad entre sexos, etnias y se preocupa por los más débiles,  los jóvenes, los ancianos, los enfermos o los minusválidos. A nivel político defiende el régimen constitucional, el Estado de derecho, elecciones libres y justas, separación de poderes y un Estado aconfesional; promueve derechos individuales: libertad de religión, expresión y prensa. A nivel cultural e intelectual favorece las artes, respeta las ciencias, fomenta el libre examen, la racionalidad y el debate; insiste en que todos los ciudadanos reciban una educación común hasta un nivel para autogobernarse y, a partir de ahí, hasta el límite de sus capacidades.

En contraposición, siguen los expertos, el neoliberal reposa sobre unos principios diferentes y difíciles de defender en público. Si lo confrontamos con los valores ilustrados, lo tiene muy difícil ya que no puede dar satisfacción a los objetivos moralmente elevados y socialmente avanzados del ilustrado, ya que el bien común no le preocupa. Liberté, egalité, fraternité y otros eslóganes no son el fuerte del modelo neoliberal. Por ello, para promoverlo solo puede hacerse con técnicas como la aserción, la repetición, el aplomo y con el disimulo. Dado que los valores ilustrados les resultan atractivos a la mayoría y que su ausencia es el punto débil del neoliberal, hay que definir, difundir y defender otros valores. Esto es crucial. Hay que imponer la convicción en lugar de intentar aportar pruebas que no tenemos. Entre los principios que debemos repetir y reafirmar incansablemente son como mínimo: los mercados son sabios, por lo que siempre es preferible  a la intervención del Estado; la empresa privada supera al sector público en eficacia, calidad, disponibilidad y precios; el libre cambio sirve al conjunto de la sociedad mejor que el proteccionismo; el capital es la sangre del organismo y debe circular libremente; no hay sociedad libre sin un mercado libre, de ahí que el capitalismo es el hábitat natural de la democracia; es normal que actividades como la sanidad y la educación sean lucrativas y que los consumidores decidan quiénes son sus proveedores; las personas deben considerarse en primer lugar, consumidores, en lugar de ciudadanos con derechos, de ahí que se preocupen por sus necesidades individuales; la primera obligación de cada persona es hacia sí misma y su familia; debe obedecer las leyes y ser patriota para apoyar las políticas del país, sobre todo las militares y las de seguridad; no tiene ninguna responsabilidad particular hacia nadie (pobres, parados, disminuidos psíquicos) ni tampoco hacia los burócratas del Estado; la reducción de impuestos a los ricos, potencia la inversión, el empleo y la prosperidad; la desigualdad es insoluble, al ser intrínseca a la sociedad, además de genética y racial; la cultura occidental es superior; si las personas están insatisfechas es culpa suya, ya que el trabajo y la perseverancia siempre se ven recompensados: quienes tienen una fortuna se la han ganado y pueden disponer de ella como quieran; la ciencia es cuestionable; a cambio de su libertad, la gente debe ocuparse de sí misma y no esperar ni caridad ni regalos del Estado; este modelo no es cruel y las críticas son infundadas; a los indigentes, sin haber cometido falta alguna, el Estado minimalista no les dejará morir de hambre o frío.

Hay que defender el paradigma neoliberal, aunque ya incluso muchos millones piensan que les beneficia, al estar ya alienados. La alienación es útil, y está es la razón por la que hay que permitir a la gente votar si lo desea. Será una democracia formal. Tampoco nos debería preocupar el voto, porque podemos confiar en que muchos electores votarán contra sus propios intereses, gracias al uso de la pedagogía y la retórica. Hay que cuidar el vocabulario y la manera  de enfocar los problemas. En lugar de sindicalistas es mejor “los matones de los sindicatos”. Estos epítetos arraigan en las mentes y por ello hay que ser los primeros en usarlos. Hay que eliminar el espíritu crítico, de ahí mucho mejor los estudios científicos que los humanísticos, que además estos preparan mal para el empleo. En definitiva, para hacer avanzar nuestro paradigma hay que provocar reflejos, no la reflexión. Hay que construir creencias. De momento la cuestión va muy bien para nuestros intereses, aunque debemos estar precavidos, señalan los Expertos. Así concluye Susan George.

No andan descabellados en sus apreciaciones. El paradigma neoliberal se ha impuesto claramente. Mientras estoy escribiendo estas líneas veo al ínclito Cristóbal Montoro  afirmar que la única manera de llegar al crecimiento económico para crear empleo, es el control del déficit público, lo que requiere inevitablemente disminución del sector público con los consiguientes recortes. Poco antes, acabo de leer en El Diari de Tarragona la noticia de que en esta provincia ha crecido el número de  empleados públicos a pesar de la crisis, presentándola como si fuera un auténtico desatino. No entiendo que el crear puestos públicos sea  algo por lo que un gestor público tenga que avergonzarse. Muy al contrario. Estas dos noticias son una prueba del triunfo neoliberal. ¿Y ahora qué?, ¿lo aceptamos? En nuestras manos está. Si queremos salir de este auténtico infierno para la gran mayoría de la sociedad, es una necesidad imperiosa recuperar la capacidad crítica de la Ilustración frente al pensamiento único impuesto en estos momentos de dominio neoliberal. Su gran triunfo ha consistido, como ha señalado el Nobel de economía Joseph Stiglitz, en destruir la posibilidad de pensar la alternativa. Una vez anegados los cambios y las pistas de estos cambios, solo restaba afirmar con Margaret Thachert: there is alternative.  Es imprescindible, ya que siguiendo a Ramoneda, cada vez que Europa ha renunciado a su principal arma, la razón crítica que le permitió dar el gran salto a partir del Renacimiento, y ha entregado la razón al servicio del poder –sea en nombre de la patria, de la clase, de la etnia, de la religión, de la técnica o economía, se ha abierto el camino hacia la guerra civil  y al desastre, del cual no estamos muy lejanos, de no mediar un cambio de rumbo en las políticas económicas vigentes; algo que no se divisa en el horizonte próximo. De Guindos poco ha dijo: "Somos conscientes de la dificultades de la sociedad pero la hoja de ruta del Gobierno es la única alternativa posible”.

Además esa necesidad imperiosa del paradigma ilustrado es imprescindible porque los seres humanos tenemos derecho a la felicidad, tal como lo reconocía la Ilustración, y proclamado en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, en el artículo 1º de la Constitución montañesa de 1793: “El fin de la sociedad humana es la felicidad”, y en el artículo 13 de la Constitución de Cádiz de 1812:  “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. En Francia, Lavoisier, famoso químico y a la vez político, escribe en un discurso de 1787:  “El verdadero objetivo de un gobierno debe ser aumentar la cantidad de gozo, la cantidad de felicidad y el bienestar de todos los ciudadanos, no solo de unos pocos”. Igual que el Gobierno de Rajoy. El neoliberalismo  no solo nos niega el derecho a la felicidad, es que además nos impone la infelicidad. Triste y dramática realidad que nos la constata Boaventura de Sousa Santos en la Quinta Carta a las Izquierdas, ya que el neoliberalismo es, ante todo, una cultura del miedo, del sufrimiento y la muerte para las grandes mayorías; y no es posible combatirlo con eficacia sin oponerle una cultura de la esperanza, la felicidad y la vida. Las izquierdas tienen dificultades para asumirse como portadoras de esta otra cultura tras haber caído en la trampa que las derechas siempre han utilizado para mantenerse en el poder: reducir la realidad a lo que existe, por más injusto y cruel que sea, para que la esperanza de las mayorías parezca irreal. El miedo en la espera mata la esperanza en la felicidad. Contra esta trampa es necesario partir de la idea de que la realidad es la suma de lo que existe y de todo lo que en ella está emergiendo como posibilidad. Si no son capaces de detectar estas emergencias, las izquierdas pueden sucumbir o acabar en el museo, lo que a efectos prácticos es lo mismo.

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