viernes. 29.03.2024

En Gran Bretaña no existe el grado de antiescocismo que existe en España de anticatalanismo

España es un país "de alto voltaje", atravesado por una línea de tensión y en el que siempre hay una parte que tiene miedo de quedar excluida

Los españoles tenemos una idiosincrasia propia, que se ha ido forjando y posando a lo largo de nuestra historia. Resulta conveniente para conocernos mejor el recurrir a personas de fuera, que al no estar inmersos en el fragor de la batalla diaria, les permite tener una visión más imparcial, como el profesor portugués Gabriel Magalhâes, que acaba de publicar el libro Los españoles. Un viaje desde el pasado hacia el futuro de un país apasionante y problemático. Uno de los aspectos más relevantes que el autor manifestó en la presentación es que España es un país "de alto voltaje", atravesado por una línea de tensión y en el que siempre hay una parte que tiene miedo de quedar excluida. En este sentido, revela que siempre que vuelve a su país desde España se "desenchufa" y le invade una sensación de tranquilidad difícil de percibir en el país vecino de Portugal. "En España no se puede estar distraído" y "Es perfectamente posible que todo el mundo quepa, que nadie perciba riesgo de ser excluido, que todos puedan ser tal como es y que el resto se alegre de ello”.

La tensión como esencia de lo “español” es clara, nada más hay que repasar nuestra historia, llenas de fratricidas guerras civiles, lo que no impide un optimismo trágico, una valentía desafiante (como la del personaje central de El 3 de mayo en Madrid de Goya) y un realismo pragmático, representado por Santa Teresa. Sobre ese sedimento histórico, que sigue presente, Magalhâes señala unas ideas claves para que España prosiga unida su destino y sin quebrantos.

Hace falta consolidar la democracia para construir un espacio donde todo el mundo esté a gusto, ya que esta tradición no está plenamente asentada, como en el Reino Unido o USA. Se ha de crear una ética republicana, una ética para valorar el sentido auténtico de lo público, ausente en nuestro sentir. La tarea educativa es fundamental para contrarrestar el carácter nocivo de la televisión e Internet, como canales de desinformación. La televisión, nos dice, es una máquina perfecta de no pensar; que hipnotiza y adormece el alma de los españoles; por ello preconiza que los canales de televisión públicos y privados ofrezcan contenidos de calidad. Y por último, nos aconseja “El grupo dirigente que fuera capaz en el ámbito de la lengua de llevar un cambio legislativo modificaría la historia del país y garantizaría la unidad de la nación para mucho tiempo. Este cambio legislativo sería: el aprendizaje en la escuela, además de la materna, de otra lengua peninsular. No habría mejor disolvente para la crispación. “Una fuente de tolerancia” que contrasta con una visión política que se obstina en definir Babel como un anuncio apocalíptico del fin de la unidad de España. En una entrevista propuso para el problema territorial, pero que suena a sacrilegio, aunque esté en las leyes vigentes: “Es un drama que el catalán no sea sentido por todos como una lengua de todos. En Catalunya (en la sociedad) existe una enorme generosidad con el castellano, que no es recíproca, y que sería muy útil. No hay español que no sienta la Sagrada Familia o Gaudí como propios, ¿por qué no la lengua?” Sugiere que las escuelas españolas añadan a su currículum la enseñanza de catalán, euskera o gallego. Cuando se entienda que las lenguas son de todos el problema se acabó”.

 En un artículo anterior de este mismo periódico titulado Una España plurilingüe comentaba que en la Subcomisión para la elaboración de un gran Pacto de Estado Social y Político sobre la Educación intervino la Profesora Asociada de Sociología en la Universidad de Lleida, experta en Política Lingüística, Directora del Centro  de Normalización Lingüística,  Paquita Sanvicén i Torne expresando la necesidad imperiosa de llegar a un Pacto en el tema del plurilingüismo del Estado Español, y no utilizar el tema de las lenguas como arma arrojadiza en la lucha política, tal como se ha hecho hasta ahora. La irresponsabilidad de la clase política en este tema ha sido tan grande, que prácticamente es insoluble este tema. Lo más grave es que ha ido calando en la ciudadanía. Entre otras señala: “El tratamiento de los idiomas debe adecuarse a la realidad de España y superar desde el Estado esa mirada de barrera de la compartición, educar en el plurilingüismo como bien común y como oportunidad común…” “Nuestra sociedad es heterogénea y nuestra competencia plurilingüe, de momento es inexistente, como objetivo educativo de Estado.

En su libro La nación singular. Fantasías de la normalidad democrática española (1996-2011) la profesora de literatura española de la Universidad de Illinois, venezolana y de origen español, Luisa Elena Delgado, cuenta dos hechos, que me han servido de motivo de reflexión. En su Departamento de Español se estudian las 4 lenguas peninsulares, que se pueden escuchar de forma habitual en los pasillos. Y muestra su agradecimiento a Juan María Ribera Llopis que en los años ochenta del siglo XX preguntara a los alumnos de 4º de Filología Hispánica de la Universidad Complutense de Madrid si querían dar la clase optativa de Introducción a la Literatura Catalana en catalán, aclarando que se traduciría lo que fuera necesario. Que los alumnos dijeran mayoritariamente que sí, a pesar de no tener conocimiento previo del catalán ni ser, en la mayoría de los casos, de origen catalán, da la medida de cómo han cambiado las cosas a peor en España.

Si hoy estamos así,  son responsables la clase política estatal y la periférica, al haber utilizado la lengua como arma arrojadiza  con fines electorales. Aquí, despreciando el gallego, el catalán o euskera, al imposibilitar su uso en el Senado, cámara de representación territorial; denominándola el LAPAO, o hablando el catalán en la intimidad. Allá, forzando en exceso la máquina, con leyes de normalización lingüística con el pretexto de que sus lenguas debían ser potenciadas por su situación de inferioridad respecto al castellano. Por supuesto, los medios de comunicación de aquí y de allá han contribuido a incrementar la tensión lingüística, en lugar de atenuarla. Y nosotros, los españoles, todos incluidos los catalanes,  la hemos asumido e interiorizado,

 Y por ello me entristecen las palabras del prestigioso hispanista inglés Paul Preston, tras haber impartido la conferencia de inicio del curso  2013-2014 en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona,El anticatalanismo de los rebeldes militares: de la batalla del Ebro a la ocupación total del país, "en el resto de España continúa habiendo un sentimiento anticatalanista", "sólo hay que subir a un taxi en Madrid" para constatarlo, tampoco es nada nuevo, ya que podemos verlo en los escritos de Quevedo. Ese sentimiento anticatalanista en buena parte se explica porque algunas fuerzas políticas lo han usado con fines partidistas. Preston comparó el caso con el de Escocia, y aseguró que "en Gran Bretaña no existe el grado de antiescocismo que existe en España de anticatalanismo". También dijo que, la Generalitat tendría que negociar y buscar "alianzas" en Europa ante el "inmovilismo" del gobierno español en la cuestión de la soberanía. "Desde Madrid no habrá progreso".

En la exposición “Fernando II de Aragón. El rey que imaginó España y la abrió a Europa” en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza den marzo de 2015 me ocurrió una anécdota muy esclarecedora, sobre ese sentimiento anticatalanista. En la visita realizada me encontré un colega con el que coincidí en el IES de Alcañiz, y me comentó que realizó un pequeño papel en la serie de TVE “Isabel”, y  que en ella Juan II, el padre de Fernando II, emitió tales palabras “Malditos catalanes siempre están protestando, nunca están contentos con nada”. Y en ese momento una persona de edad ya madura muy enojada nos escupió a la cara “Aquí tendrían que venir los catalanes a aprender historia de verdad”. Nos quedamos estupefactos.

Ni que decir tiene que con esa visión desde acá de lo catalán, allá se  haya incrementado el sentimiento independentista de una manera imparable, al que han contribuido gustosamente determinados partidos políticos catalanes. Hoy mismo, Jordi Évole en una entrevista acaba de señalar que aproximadamente la mitad de los catalanes ya ha desconectado del resto de España. No les interesa en absoluto. Y con los últimos acontecimientos la desconexión irá a más. Ustedes mismos saquen sus propias conclusiones.

En Gran Bretaña no existe el grado de antiescocismo que existe en España de...